Mundo Levante UD
·8 de noviembre de 2024
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Contaba Cristiano Ronaldo que, en la residencia de la escuela del Sporting Club de Portugal, escuchaba llorar a muchos de sus compañeros por las noches. Más allá del talento que les hacia únicos y merecedores de la oportunidad de dar el salto al fútbol de élite, no dejaban de ser niños que echaban de menos a sus madres. Muchos de ellos abandonaban y volvían a sus casas. Solo algunos tenían la mente dispuesta para sacrificar la infancia por su sueño. ¿Cómo debe ser la mente de un futbolista de élite? ¿Qué conjunto de virtudes le convierten en una estrella que sobresale entre sus compañeros y rivales?
- Vicente Iborra, capitán y líder de vestuario del Levante UD -
La mente del futbolista perfecto deber ser estable emocionalmente. Conocerse lo suficiente para saber cuáles son sus puntos débiles y cuáles los fuertes, para que, de esta forma, no le desestabilice la opinión de los millones que le ven jugar partidos cada fin de semana. Y, además, ser también humilde para digerir los consejos de los que saben más que él. Mantener la calma ante la frustración que provoca no lograr encontrar el acierto y ser constante en la determinación hasta que el éxito llegue. Es en la calma y la determinación ante el fracaso y el error donde emergen muchas leyendas, como Benzema o el mismo Vinicius Junior.
El futbolista con la mente perfecta sabe gestionar el estrés. El estrés es una hormona que prepara al cuerpo para la acción. Generando un estado de alerta máxima para dar respuestas rápidas y efectivas al reto que se encara. Es un estado que solo algunos saben utilizarlo para lograr un estado de concentración e inmersión en el juego, y que a otros muchos les afecta hasta el punto de hundirlos en el miedo y la ansiedad.
Debe ser empático para entender la vulnerabilidad y el error del compañero, y entender de qué manera puede ayudarle. Pues no toda persona responde de la misma manera a un mismo tipo de mensaje, hay quien necesita un hombro sobre el que reposar y quién solo funciona con un grito al tímpano que le haga despertar. Lo que viene siendo ser un buen líder, como es el caso de Vicente Iborra en el actual Levante UD.
Habiendo gestionado correctamente el estrés y la adrenalina, la mente entra en estado de inmersión absoluta dentro del juego. Donde muchos jugadores afirman no escuchar ni si quiera lo que grita el público que abarrota el graderío. El 'timming' perfecto en la toma de decisiones viene determinado por el dinamismo de la corteza prefrontal en analizar las diferentes variables del juego en cada micro instante -posición de compañeros, posibilidad de desmarque, situación del partido-, en el desarrollo de la intuición y en el grado de confianza que tenga el futbolista para asumir mayor o menor riesgo en el momento de decidir y ejecutar.
Centrocampistas como Toni Kroos o el exgranota Rivera se convirtieron en inolvidables gracias a su gran lectura y control de los partidos. Y otros como Leo Messi dominaron el fútbol con una rapidez asociativa única y visualizando el camino hacia el gol antes que nadie.
La plasticidad cerebral es la capacidad de adaptación al entorno y las circunstancias propias y colectivas. Es cambiar tu pisada cuando te lesionas y pierdes prestaciones en alguno de tus músculos, pero necesitas seguir rindiendo al máximo nivel. Es reconvertirte como futbolista, dentro del esquema táctico de tu equipo, cuando pierdes facultades físicas propias del desgaste producido por el paso de los años.
Es el caso de un Cristiano Ronaldo que se convirtió en '9' puro en el Real Madrid, cuando perdió la velocidad que le hizo ser reconocido como el extremo más peligroso de la Premier League. O, también puede ser, el caso de aquellos futbolistas que pelean contra las lesiones que les golpean con frecuencia, pero que aun así trabajan para seguir siendo competitivos en la élite, como Santi Cazorla, con su destreza sobre el campo y al no tener pierna mala, o José Campaña.
El cerebro de los futbolistas no es igual que el de cualquier mortal. Dentro de la corteza sensomotora se encuentran las neuronas que controlan el movimiento muscular, pero su distribución no es equitativa. Un estudio de 2009 de unos científicos italianos respalda la teoría de muchos sobre que los futbolistas, a base de entrenamiento o por obra y gracia de Dios, tienen más neuronas destinadas al movimiento de sus pies. Estudiar el cerebro de Ronaldinho sería una prueba más que contundente, a juzgar por su habilidad y destreza, de que existe esa realidad. Aunque, si algo debe envidiar, por encima de todo, cualquier futbolista o humano corriente, es la sonrisa permanente del astro brasileño.
Se preguntaba el difunto comentarista Andrés Montes aquello de “¿por qué todos los jugones sonríen igual?”. Y yo me pregunto: “¿Qué reacciones químicas se producen en ese cerebro para que una persona muestre ese enorme agradecimiento a la vida sonriendo allá donde va?”.
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