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La Galerna

·5 de mayo de 2024

La liga de la resiliencia

Imagen del artículo:La liga de la resiliencia

Una vez certificada la conquista de un nuevo campeonato liguero por parte del Real Madrid, ha comenzado la carrera por demeritarlo en la medida de lo posible. Estamos descubriendo ahora, justo ahora, el escaso nivel de un torneo en el que prácticamente solo un equipo concentra y atrae la mayor parte del talento de elite. La incomparecencia de rivales de entidad, lejos de suponer una crítica a estos clubes, se usa como atenuante del éxito del Madrid. Los denodados esfuerzos por aguar el vino de la celebración recuerdan a aquellos que se hacían por depreciar una Champions que eran solo siete partidos, una pizca de suerte y una tarea bastante sencilla si se optaba por ‘tirar la liga’ para centrar en ella el punto de mira. No descartemos que en unas semanas, si todo sale como deseamos, volvamos a escuchar un remix de esta vieja e hipócrita cantinela.

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A pesar del extraordinario porcentaje de puntos cosechados por los pupilos de Carlo Ancelotti, la Liga número 36 del Real Madrid no ha sido un camino de rosas, o al menos estas no han estado exentas de espinas. Primero, por los tres devastadores mazazos que sufrió el equipo en forma de graves lesiones, que golpearon con saña ese triángulo de seguridad que forman el portero y los centrales. El Madrid perdió antes de comenzar a rodar a su portero, Courtois, probablemente el mejor del planeta, en la primera jornada a Eder Militao, su puntal defensivo, y unos meses más tarde a David Alaba, que si bien no estaba a su nivel habitual cuando cayó, siempre aporta esos imprescindibles intangibles como oficio y liderazgo. El club no se dejó llevar por la histeria que encuentra un apocalipsis tras cada esquina, valoró la profundidad de la mejor plantilla de la Liga y conjuró al resto para suplir a los ausentes.


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El sistema, podrido por los herederos del negreirato, no soporta a quien gira el foco para que todos vean sus miserias. Con ahínco se ha intentado que el Madrid no se paseara por la Liga. De hecho, la única derrota del curso de este campeonato, en el barrio de Vicálvaro, fue provocada en buena medida por un arbitraje desvergonzadamente adverso. Como también lo fue, por cierto, el del partido que descabalgó al Madrid de la Copa en el mismo estadio

Esta es una de las razones para denominar este éxito como la Liga de la resiliencia, considerando esta cualidad la de un metal que se endurece a medida que se le golpea. Hubo un primer momento en el que muchos temimos que la obvia diferencia de calidad madridista con respecto al resto generara un pernicioso pero complicado de evitar exceso de confianza. Las ausencias provocaron precisamente el efecto contrario; una conjura para que el esfuerzo colectivo y la concentración fueran exigencias ineludibles. Un Real Madrid que concede poco atrás y donde todos se sacrifican por el colectivo es siempre muy complicado de doblegar. Se han ganado muchos partidos por la mínima, volteando resultados y marcando en los últimos instantes. Incluso ante rivales muy encerrados, asignatura de las que cuestan normalmente. Todos ellos síntomas de que el equipo se ha tomado muy en serio esta competición.

Además, se ha recrudecido como nunca el acoso institucional. Empezando por un CTA que sigue intentando hacernos creer que vídeos de análisis arbitral de RMTV les influyen y perjudican más su imagen que el pago de un equipo a su vicepresidente durante dos décadas. Las consecuencias del caso Barça-Negreira las sufre hasta ahora quien está defendiendo que se investigue todo a fondo ante los tribunales y no el corruptor que se sentará en el banquillo de los acusados. El sistema, podrido por los herederos del negreirato, no soporta a quien gira el foco para que todos vean sus miserias. Con ahínco se ha intentado que el Madrid no se paseara por la Liga. De hecho, la única derrota del curso de este campeonato, en el barrio de Vicálvaro, fue provocada en buena medida por un arbitraje desvergonzadamente adverso. Como también lo fue, por cierto, el del partido que descabalgó al Madrid de la Copa en el mismo estadio. Fue el segundo y último encuentro perdido por el equipo esta temporada hasta la fecha. Los dos empates en Sevilla y, sobre todo, el escándalo de Mestalla, también se debieron en buena medida a decisiones arbitrales erróneas en contra del equipo que ha osado plantarse ante la corrupción sistémica.

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Tampoco encuentra el 14 veces campeón de Europa una mano amiga en una patronal liguera empeñada en flexibilizar a la carta el reglamento financiero que debía velar por la sostenibilidad de los clubes solo para beneficiar a los rivales del Madrid. Además, su presidente dedica buena parte de su jornada laboral a criticar al equipo que mantiene su competición en la elite europea y que sigue atrayendo a estrellas mundiales. Los constructores del relato también han trabajado con dedicación por revestir de optimismo las paupérrimas temporadas de los grandes enemigos nacionales, e intentar eclipsar con todo tipo de problemas ficticios la excelente campaña madridista.

Esta ha sido también la Liga del racismo, de la asquerosa persecución a un Vinicius que, a diferencia de otros mártires del Madrid, se ha plantado y ha desnudado a un fútbol español enfermo de antimadridismo. Por supuesto, aquejado también de otros muchos males, a pesar de esa pátina angelical aplicada desde los medios. El mundo ya sabe lo que ocurre en muchos campos de España, felices hasta ahora en su impunidad ante repetidos actos de odio que, curiosamente, se suelen concentrar en los jugadores de un equipo muy concreto. La alfombra se ha levantado, y hemos encontrado allí mierda acumulada desde hace generaciones. Sigue oliendo fatal, pero al menos ahora está a la vista.

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Si lo juntamos todo, dan ganas de recibir el trofeo de campeones y levantarlo, para inmediatamente después tirarlo al suelo y pisotearlo. Lo que nos rodea merecería el mayor de los desprecios. En todo caso, entiendo y comparto la celebración y la alegría. Los nuestros se lo han ganado, lo han sudado, sufrido y se han impuesto a todo tipo de adversidades e injusticias. Así que es de recibo alegrarse, brindar y abrazarse por un nuevo éxito. Al fin y al cabo, ya sabemos que nos han privado inmerecidamente en multitud de ocasiones de este júbilo. Y, como lo que nos robaron nunca volverá, nos conformaremos con disfrutar de los triunfos actuales.

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