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·12 de noviembre de 2020

La deuda de la libertad

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El fútbol y la política nunca han estado ni estarán separados. El deporte, como convención social, va ligado a todo lo que tenga que ver con la vida de las personas. A veces, hasta es la principal excusa para imaginar, para soñar despierto y para huir de las cadenas políticas. El deporte y lo político-social ven pasar el tiempo de la mano, porque son las propias personas con ideales, inquietudes y pensamientos, las que forman ese deporte. Solo de esta forma se puede llegar a entender como un jugador de fútbol de renombre en su país, en el mejor equipo posible, promesa absoluta en el futuro próximo y estrella para toda su afición, desee escapar. Eludir una situación que él no eligió vivir y caer presa de la persuasión de las historias del oeste. Lutz Eigendorf no fue el único futbolista que traspasó la frontera que dividía la ciudad de Berlín. Fue una más de las más de 5000 personas que lo hicieron entre 1961 y 1989. Eigendorf dejó atrás una carrera meteórica, una familia recién formada y toda una vida por la inquietud que le provocaba saborear la libertad.

La valentía de Eigendorf a la hora de abandonar su vida anterior para disfrutar de otra realidad le costó la vida, pero habiendo cumplido las experiencias que imaginaba vivir.


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El Beckenbauer del Este’, así llamaban a Lutz Eigendorf en el lado este del muro de Berlín. Se trataba de un jugador ciertamente técnico, con capacidad para controlar el centro del campo desde la base y también para ejercer de defensa central. Con facilidad para la conducción y progresión con balón. Similitudes no le faltaban y el fútbol de la RDA adolecía de un símbolo como el del Beckenbauer en la parte oeste alemana. Desde muy pequeño, Eigendorf progresó en las categorías inferiores del Dynamo de Berlín. El club de la capital fue fundado por el cuerpo de policía de Berlín Este y luego pasó a estar controlado en su totalidad por el principal órgano de inteligencia de la RDA: la Stasi. Antes de llegar al primer equipo ya aglutinaba esperanzas de los principales dirigentes del club, ansiosos por ver explotar a su joya de la cantera. En 1979, la carrera de Eigendorf ya era una realidad. Clave en los éxitos –después enturbiados– del Dynamo de Berlín y comenzando a ser importante con el seleccionado de la RDA. Con la camiseta de la República Democrática Alemana, Lutz marcó el gol de la victoria ante Checoslovaquia y los dos goles en el empate a 2 ante Bulgaria en dos amistosos. Estaba en la más absoluta cima de su carrera y de su vida, felizmente casado y recién estrenada la paternidad.

Sin embargo, todo cambia para el jugador alemán tras un encuentro amistoso en Kaiserslautern. Eigendorf se siente embriagado por la curiosidad del oeste, por probar los productos capitalistas y ser testigo en primera persona de aquella sociedad tan distinta a la suya y de la que tantos relatos escuchaba. Lutz Eigendorf decidió huir, dejando atrás su carrera y su familia, con intención de reunirla –sin éxito– al otro lado del muro. Buscó cobijo en el Kaiserslautern, ya que había conocido a uno de los dirigentes en el amistoso disputado horas antes de tomar la decisión que cambiaría su vida. Se convirtió en jugador del Kaiserslautern, el cual vio un filón el acometer la contratación de ‘El Beckenbauer del Este’, aunque su debut se demoró por la sanción de varios meses sin jugar que el Dynamo de Berlín solicitó en su huida. El éxodo de Eigendorf supuso un auténtico atentado de estado para la RDA y un ejemplo altamente peligroso para el futuro. Además de eso, también generó una gran decepción en Enrich Mielke, presidente del Dynamo de Berlín y jefe de la Stasi. Una decepción que emanó en venganza. Eigendorf era el objetivo principal de un ente despiadadamente cruel y que se encargó de borrar a Eigendorf del mapa de la RDA y aprovechar cualquier falla para perpetrar el sufrimiento del prófugo.

Desde el apartado más emocional es donde se puede apreciar realmente la disyuntiva de un futbolista que lo tenía todo a su alcance y que, por motivos políticos, decidió dejar atrás todo lo que le ataba a otra vida. Eigendorf salió del cascarón que lo apresaba a su vida en el Este, dejando morir en ese lado de Berlín a su otro yo, para tener que reiniciar una vida y un nuevo yo al otro lado del muro. Los días pasaban derramando lágrimas a base de imaginarios de su familia al otro lado, de la necesidad de tenerlos cerca y la frustración que generaba un encontronazo de sentimientos profundos que se calmaban tenuemente disfrutando de coches, contrato, un nuevo fútbol, vicios… Una nueva vida que él eligió tener. Con Lutz Eigendorf en el equipo, el Kaiserslautern fue protagonista absoluto de una de las noches europeas más negras en la historia del Real Madrid. Fue en la ronda de cuartos de final de la Copa de la UEFA de la temporada 81/82. El Real Madrid asumía la vuelta de la eliminatoria en Alemania con un 3-1 muy positivo a su favor. El ambiente en el Fritz-Walter de Kaiserslautern fue hostil, pero el conjunto español estaba acostumbrado a ese tipo de ambientes. Los hombres de Vujadin Boskov finalizaron el encuentro con las expulsiones de San José, Pineda y Cunningham y un 5-0 en su contra que dio acceso a las semifinales europeas al Kaiserslautern de un Eigendorf que saltó desde el banquillo para disputar los 15’ finales de una gran fiesta. Con seguridad, ese fue el gran momento futbolístico que Eigendorf vivió en occidente.

Logró disputar 61 partidos en la Bundesliga con Kaiserslautern y Eintracht Braunschweig, habiendo anotado un total de 9 goles entre todos.

El jugador más buscado por la Stasi asumió construirse una nueva vida, contraer matrimonio y dejar que el paso del tiempo fuera cicatrizando la herida de los recuerdos cuya marca siempre se dejaría notar. Dejó su amado Kaiserslautern para recalar en el Eintracht Braunschweig y fue en esa ciudad de la Baja Sajonia donde la deuda de la Stasi fue cobrada. Lo que se trató de encubrir como un accidente de coche debido a los efectos del alcohol, fue esclarecido como un claro asesinato por parte de la Stasi, que desde la huida de Eigendorf juró una venganza que fue finalmente ejecutada. Esa deuda fue cobrada desde el apartado más cruel. La traición a través de la amistad fue el sistema elegido por la Stasi para asesinar al jugador huido. Felgner, un gran amigo de Eigendorf en el lado Este del Muro de Berlín, accedió al precio que la agencia de inteligencia de la RDA le prometió por la traición. De esta forma, Eigendorf pagó esa venganza que años atrás le habían jurado acometer. Puso fin a todos sus miedos y frustraciones siendo futbolista y dando valor, por encima de todo, a sus inquietudes y ansias de libertad.

Si después de la lectura de esta pieza desea ahondar más en esta historia, recomiendo encarecidamente la lectura de «Todo lo que ganamos cuando perdimos todo« de Eduardo Verdú.

Ferdi Hartung / Imago Images

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