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·16 de junio de 2019
La complejidad del volante central en Argentina: cambiar la piel lleva tiempo

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·16 de junio de 2019
En cualquier país de cualquier parte del mundo, si se pregunta quiénes son los cinco mejores jugadores de la historia aparecen Diego Maradona y Lionel Messi. En Argentina, tres futbolistas jugaron cuatro Mundiales. Los dos astros y Javier Mascherano. A los 19 años, antes de haber debutado en Primera, Marcelo Bielsa lo hizo debutar en la Selección, en un amistoso. Desde ese día, junto a Fernando Gago lideraron el paladar de los cincos argentinos. Lucas Biglia fue sustituto por un rato. Tras quedar fuera contra Francia, por los octavos de final del Mundial, el Jefecito decidió retirarse de la Selección. Este fue el primer partido oficial de esa transición. Guido Rodríguez y Leandro Paredes ocuparon esa zona, la más importante de un equipo, la que conecta ambos espacios. Y eso llevará tiempo.
No es fácil heredar esa historia. Ni el temor a que las cosas no salgan que conlleva la hoguera Patria. La Selección cambia su generación, después de mucho tiempo, y eso requiere paciencia. En ese cambio de piel, no es sencillo encontrar el esquema que permita defenderse y atacar con las características de los mejores del país. Argentina carece de especialistas en recuperación y eso le costó muchísimo en el primer tiempo. De a ratos, funciona como una balanza económica, hay que recuperar tanto como lo que se crea y, si algo es demasiado deficitario, se paga en el otro extremo. No podía construir el equipo de Lionel Scaloni.
Las selecciones no tienen demasiado tiempo. Una decisión hay que tomarla desde lejos y lo humano viene después. Hay futbolistas que tienen jerarquía histórica y esa virtud hay que entregársela. Ángel Di María siempre necesita una chance. Le duró un tiempo. Para entender hay que caminar y el partido con Colombia dejará conclusiones interesantes para pensar. Con el temor de cómo se personifique esta derrota en la concentración argentina.
Guido Rodríguez salió en la mitad del segundo tiempo e ingresó Guido Pizarro. Exequiel Palacios era parte del plan inicial, con Giovani Lo Celso por adentro, y se lesionó. El cuerpo técnico tomó la decisión de compartir la mitad de cancha. Paredes brilló en el segundo tiempo cuando pudo mostrar su mejor virtud: patear, ya que es un prodigio. Ambos tuvieron que cometer faltas para parar la técnica de Cuadrado y de James. Eso es lo mismo que en cualquier pan y queso: hay que tener quitadores de la misma virtudes del que ataca. Eso no funcionó.
Messi y Sergio Agüero, a nivel defensivo, complican esa función: apenas rotan para intentar tapar algún pase, pero obligan a que el equipo intente recuperar desde muy atrás. Su falta de potencia en la marca atropellan al estilo. Mascherano supo ser criado como los quitadores de espacio gigante. Gago tenía un pase exquisito. Ambos brillaron en Boca y en River, en Real Madrid y en Barcelona. En el medio se escucharán muchas historias más o menos reales y más o menos escandalosas que intentarán llenar el hueco de una clave imposible de suplir sin gran nivel: ningún equipo sin un gran volante central juega bien. Quizás alguna simbiósis dé resultados.