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·27 de enero de 2025

Julius Hirsch: El fútbol entró en Auschwitz

Imagen del artículo:Julius Hirsch: El fútbol entró en Auschwitz

Hoy se cumplen 8 décadas de la liberación del campo de concentración de Auschwitz y qué mejor día para recordar la terrible historia de Julius Hirsch. Este futbolista de origen judío defendió con orgullo los colores de la selección alemana durante su juventud, sin saber que años más tarde varios de sus propios compatriotas acabarían con su vida en el campo de concentración de Auschwitz.

De la selección alemana al peor final posible

Hirsch nació en 1892 en Achern. Su afición desde pequeño por el fútbol le llevó a entrar diez años después en la cantera de uno de los clubes alemanes más poderosos de comienzos de siglo, el Karlsruher FV. El KFV ganó 5 torneos del sur de Alemania consecutivos entre 1901 y 1905, demostrando así su tremenda superioridad en la zona. A la edad de 17 años el entrenador inglés de la plantilla, William Townley, dio la alternativa a Hirsch para suplir la baja del volante zurdo titular y respondió a la confianza con un partidazo.


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Desde entonces no volvería a abandonar el primer equipo. En aquella temporada el Karlsruher FV se jugaba el título regional con sus rivales de la ciudad, el KFC Phönix, que defendían el trofeo de la campaña anterior. Un rotundo 3-0 devolvió la hegemonía al KFV con un gran Hirsch, que no se conformaba con el éxito en la Südkreisliga, poniendo su punto de mira en el Deutsche Meisterschaft (el título nacional). Como representante del Sur, el Karlsruher se plantó en la final contra el Holstein Kiel. Y tras una prórroga y mucho sufrimiento, el 1-0 final confirmaba al conjunto de Townley como el mejor equipo del país.

Sus éxitos en el fútbol

Los éxitos del conjunto alemán no pasaron desapercibidos para la selección nacional que convocó a su famoso tridente formado por Hirsch, Fochs y Fürderer. Conocidos como “el trío tormenta”, eran considerados piezas fundamentales de la Mannschaft de 1911 a 1913. Uno de los partidos más recordados fue en Zwolle (Holanda), contra la selección local, que finalizó con empate a 5. Se dice que fue el mejor encuentro anterior a la Primera Guerra Mundial. Hirsch anotó cuatro dianas mientras que Fochs redondeó el marcador para los suyos. Llegaban entonces las Olimpiadas de Estocolmo de 1912. En un complicado grupo los teutones poco pudieron hacer ante la superioridad austriaca y húngara. Sin embargo, no querían dejar el torneo sin una victoria y la débil Rusia era la víctima perfecta. Un 16-0 con diez goles de Fuchs fue el resultado final que sirvió para maquillar una actuación algo decepcionante en la competición.

Hirsch estuvo dos exitosos años más en Karlsruher, para fichar después por el SPVGG Fürth. Su carrera parecía encaminada hacia un futuro prometedor, pero la Primera Guerra Mundial truncó las esperanzas del jugador alemán. Durante cuatro años sirvió a su país como soldado en distintas operaciones. Tras varias condecoraciones y el final de la cruenta batalla volvió al equipo de sus inicios para acabar sus años de futbolista pero ya no volvió a ser el mismo. La situación económica estaba complicada y tuvo que compaginar el deporte con el trabajo en la empresa familiar. Tras retirarse del fútbol siguió a cargo del negocio e hizo sus primeras incursiones como entrenador.

La historia cambió para Julius Hirsch

Todo cambió en 1933. Los nazis comenzaron su “caza al judío” y en el mundo del fútbol la situación no iba a ser distinta. Los grandes clubes del país expulsaron a todos sus miembros de dicha etnia de las plantillas, y Hirsch, un judío confeso, decidió mandar una emotiva carta a su Karlsruher para protestar por esta injusta decisión que a él le dolía más que a nadie:

«He leído en el Sportbericht de Stuttgart que los judíos deben ser despedidos de los clubes, entre ellos del KFV. El amor que le tenía a este equipo al que he pertenecido desde 1902 ha desaparecido radicalmente. Quería que quedara claro el daño que nos está haciendo la nación alemana a un conjunto de personas decentes que hemos demostrado nuestro cariño a este país, incluso dando nuestra sangre por él«.

La vida en Alemania era insoportable para Hirsch y los suyos. Intentaban huir de las garras de las SS y lo consiguieron durante varios años, pero en 1943 la Gestapo logró contactar con él. Su destino, el campo de concentración de Auschwitz. Nunca más se volvió a saber nada de él, aunque años más tarde se confirmó que se encontraba entre los cientos de miles de fallecidos en aquel tétrico lugar. Para uno de los mejores futbolistas alemanes de principios de siglo no debía ser fácil asumir que tras haber dado todo por una camiseta y por unos colores, su recompensa iba a ser aquella. }

En los últimos años se ha creado en Alemania un trofeo para las personas que luchen contra la xenofobia y el racismo en el deporte, con el nombre de Julius Hirsch. Su vida es una más de las miles de historias de personas anónimas que sufrieron en sus carnes la crueldad de una guerra que cambió el mundo, pero al menos su nombre a día de hoy sirve para concienciar al mundo del fútbol sobre el respeto y la tolerancia. Un legado del que el propio Hirsch estaría muy orgulloso.

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