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La Galerna

·18 de junio de 2024

Juego de Tronos

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Ha empezado otra Eurocopa y eso sólo nos dice una cosa, que nos hacemos viejos. Además esta vez se solapa en el tiempo con la Copa América, lo cual es un fastidio porque pocas veces como ahora podremos ver un cambio de época a tiempo real como el que va a tener lugar este verano en el fútbol mundial a los dos lados del Atlántico.

Cristiano Ronaldo y Leo Messi, los dos mejores jugadores de la Historia y los nombres que han marcado el siglo XXI de este juego, disputarán su último gran torneo de selecciones, a menos que la monomanía de CR7 diga otra cosa y lo tengamos pateando dunas en Arabia hasta la próxima Copa del Mundo. Sin embargo, la nueva hornada de supertalentos generacionales está más que lista ya para representar ante el mundo la escena del relevo. De todos los nuevos príncipes que aspiran a ser los reyes del fútbol, los tres más importantes son del Madrid.


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Nunca había sentido semejante desapego y apatía con respecto a la selección española de fútbol. En esta Eurocopa no es que me dé pereza España, es que directamente quiero que pierda. Basta con saber que san Morata, bueno y mártir, es el capitán para ya saberlo todo: como querer ir a la Luna en bicicleta. La frialdad es la última etapa de lo que ha sido un proceso gradual desde el Mundial de Sudáfrica, pero con el equipo que dirige De la Fuente me es imposible no ya identificarme sino siquiera simpatizar.

De todos los nuevos príncipes que aspiran a ser los reyes del fútbol, los tres más importantes son del Madrid

No voy a repetirme, ya otras veces escribí aquí mis razones, pero todas se podrían resumir en la cuestión Brahim, el desprecio más grande a una persona que yo haya visto en el fútbol de selecciones y en particular en España, y mira que hemos visto unos cuantos. Más que de los españoles, la selección ha terminado siendo el puerto de abrigo de los periodistas deportivos, el lumpen de la profesión, y una terminal mediática del nihilismo social imperante.

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De pequeño sentía una conexión enfermiza con el equipo nacional porque el Madrid me hacía soñar y trascender y en cambio con España todo era puro sufrimiento. No del agonismo heroico que toda la Creación agranda, no, sino del padecimiento atrozmente vulgar del que los aficionados del Atlético de Madrid han hecho toda una filosofía. Era para mí una ambivalencia lacerante porque, al fin y al cabo, ¡yo era español! Tenía que ir con mi país y así me sentía obligado, y al final de las humillantes decepciones y tras cada derrota cargada de victimismo y de excusas me atormentaba una vergüenza interior tremenda.

En el fondo yo sabía que comportarse así no era de hombres y estaba mal porque con el Madrid las cosas funcionaban de otra manera. La derrota en el Madrid es una herida en carne viva que se lava cruelmente con vinagre y luego se cauteriza con fuego, y eso lo aprenden los niños desde el principio, entendiendo que no existe la habitación de las disculpas. Curiosamente, con el ciclo triunfal de la selección, que ya me pilló talludito, aquel cerrojo moral y mental se rompió y me liberé poco a poco de la cargante necesidad patriotérica de apoyar contranatura a un combinado federativo cada vez más orgánicamente antimadridista, por demás.

Los chavales van con Alemania por Kroos o con Francia por Mbappé y las consideraciones identitarias puramente nacionales les tocan un pie

Observo también algo que para el chaval que yo fui resulta inconcebible, y es que los chiquillos hoy no sienten por lo general la menor vinculación con España ni con la selección. Antropológicamente es digno de anotarse y de ser estudiado. Yo creo que forma parte de un fenómeno mayor, más profundo, un reflejo de la tendencia global del fútbol a convertirse en un juego de nombres y no de equipos. Es decir, que las identificaciones colectivas están perdiendo imperceptiblemente peso con respecto a las individuales, un poco como está pasando en todos los demás órdenes en Occidente.

Los chavales van con Alemania por Kroos o con Francia por Mbappé y las consideraciones identitarias puramente nacionales les tocan un pie. En todo caso yo creo que es mejor así y que en eso salen ganando con respecto a los que somos de otras generaciones, porque si al fin y al cabo la patria es pagar el IRPF y el IVA, ¿no es mejor sentirse más cerca de atletas apolíneos ideales como Cristiano que a otros como Pedri?

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La verdad es que con la edad las cosas sí que se ven de otra manera. A uno le quedan cada vez menos reservas de energía para pasarlo mal. Personalmente, entre los fines de semana penando con cada visita a domicilio en la Liga española, las eliminatorias de enero en Copa y las tragedias griegas de abril y mayo en Europa, el Madrid me las gasta todas.

En esta Eurocopa me simpatiza Inglaterra y es la primera vez que me pasa en la vida. La culpa la tiene Bellingham, que es El Ungido. Parece mentira pero por fin, con Jude, todo eso que los ingleses cuentan de sí mismos se cumple. Si después del año que ha culminado en su debut con el Madrid Bellingham destruye el malditismo ancestral de los pross podría incluso retirarse con veinte años pues, ¿qué otra cosa le faltaría? ¿Acaso el Balón de Oro? Mucho me temo que la maquinaria de publicidad y propaganda anglosajona conseguiría arrebatárselo a Vinícius en caso de que a Bellingham le diera por liquidar el loserismo inveterado de la selección inglesa.

La Eurocopa de Alemania confronta dos espacios temporales del fútbol: Kroos, Modric, Nacho y Cristiano frente a Bellingham o Mbappé: todos han jugado, juegan o jugarán en el Madrid, lo que constata el monstruoso dominio estratégico de la visión florentinista en los últimos diez años

La Eurocopa de Alemania confronta dos espacios temporales del fútbol, uno declinante, que buscará su canto del cisne, y uno joven y pleno de vigor que buscará fundar definitivamente su nuevo orden. Kroos, Modric, Nacho y Cristiano frente a Bellingham o Mbappé: todos han jugado, juegan o jugarán en el Madrid, lo que constata el monstruoso dominio estratégico de la visión florentinista en los últimos diez años. Podemos hablar ya de la Era Florentino después de Wembley si además nos acordamos de que, por ejemplo, por los campos alemanes también estará correteando Arda Güler, otro que apesta a playmaker del futuro que tira para atrás. En España han empezado jugando, qué menos, también Carvajal y Nacho, los máximos exponentes de la última gran quinta de la cantera madridista. Serán los puntales de un equipo alicorto y vulgar, digo yo, aunque cualquiera sabe qué truco de magia nos puede deparar el equipo técnico de la federación más corrupta de Occidente. Todo el mundo se hace lenguas siempre de La Masía y ahora con tantos futbolistas replicantes, ídolos de la horizontalidad, como hay en la roja es fácil perder la perspectiva, pero entre Gavi, Pedri y Cubarsí no hacen una pierna de Dani Carvajal, que tiene 32 años y seis Copas de Europa.

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