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La Galerna

·16 de enero de 2021

Jovic y los afligidos

Imagen del artículo:Jovic y los afligidos

Enrico Caruso, harto de cantar en pequeños teatros del sur de Italia sin obtener el reconocimiento y la fama que merecía, viajó hasta Viareggio, en la Toscana, se encaminó hasta la casa de Puccini, sita entre el lago de Massaciuccoli y el mar de Liguria, y se puso a cantar en el jardín. Estuvo cantando hasta que el compositor, hastiado ante semejante insistencia, decidió acabar con todo aquel alboroto. Estaba de acuerdo en concederle la oportunidad que aquel joven descarado reclamaba; pero con la intención de despachar el asunto lo antes posible, le pidió que cantara Che gelida manina, aria de gran dificultad técnica. Caruso lo bordó. Puccini le otorgó inmediatamente el papel de Rodolfo en La Bohème. El resto es historia de la música. Caruso se convirtió en el tenor más famoso de la época y en el primer cantante de la historia en vender un millón de discos.

Cualquiera que repase los grandes nombres del santoral madridista, podrá observar que su rendimiento fue inmediato y constante. Los jugadores respondieron en la primera ocasión. No se arrugaron ni defraudaron cuando fueron puestos a prueba, incluso nada más llegar al primer equipo, incluso en edades juveniles. Una vez que les dieron la oportunidad, ya no se apearon de la titularidad, nadie les consiguió mover de su posición hasta casi el momento de su retirada.


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Para triunfar en el Real Madrid no basta el talento, se necesita una confianza indestructible, una mentalidad de hierro, una capacidad descomunal para soportar y controlar la presión

Para triunfar en el Real Madrid no bastan el talento, una gran técnica, y una buena capacidad atlética. No bastan ni siquiera un enorme trabajo ni una férrea disciplina, ni la humildad para aprender y seguir mejorando. Tampoco basta con la lucidez para saber lo que hay que hacer y hacerlo en cada momento; ni con un mínimo imprescindible de suerte. Se necesita una confianza indestructible, una mentalidad de hierro, un carácter de coloso, unas ganas de competir irrefrenables, una capacidad descomunal para soportar y controlar la presión, una persistencia a prueba de bombas.

Hay una estirpe de jugadores a los que la zamarra blanca y el escudo les sienta como un guante desde el primer momento. Son aquellos que escriben la historia con mayúsculas, los portadores del fuego sagrado. Se trata de jugadores que se mimetizan a la perfección con los valores históricos del Real Madrid: la exigencia permanente, la ambición desmedida, el espíritu de superación, la pasión por el triunfo, la búsqueda de la excelencia. Hablamos de jugadores que responden bajo la presión más absoluta, que se crecen ante las dificultades, que son inasequibles al desaliento, que no se rinden nunca y dan permanentemente lo mejor de sí mismos.

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Desgraciadamente todo tiene su némesis y su antípoda. Hay otra serie de jugadores a los que, a pesar de sus buenas condiciones, el escudo les acaba pesando como una losa, a quienes les arde la camiseta, les quema el balón, las botas les parecen grilletes, y el césped se les torna arenas movedizas. Se trata de jugadores que necesitan unos tiempos, una consideración, una paciencia, unos mimos que el Real Madrid, y el madridismo como afición, no han sido apenas capaces de prodigar. Han sido jugadores que a cada partido se hundían un poco más en la desesperación, que se iban alejando, poco a poco, de la defensa del escudo para caer en el ensimismamiento. Se trata de jugadores que se hallan afligidos y melancólicos precisamente donde no hay lugar para las aflicciones ni espacio para la melancolía.

Hay otra serie de jugadores a los que, a pesar de sus buenas condiciones, el escudo les acaba pesando como una losa. Se trata de jugadores que se hallan afligidos y melancólicos precisamente donde no hay lugar para las aflicciones ni espacio para la melancolía.

Entre medias existe tipologías con múltiples variantes, un tipo de jugador que no tiene ese talento sin parangón ni esos atributos fabulosos de las grandes estrellas, pero que resulta imprescindible para la confección de todo buen equipo. Se pretende un patrón de jugador que eleve la competitividad, fomente el rigor, y salvaguarde la tensión y la salud del grupo. Hay algunos cuyos dones son menores que su carácter y otros cuya personalidad es superior a sus cualidades.

En tales categorías caben jugadores de muy amplia índole, desde talentos disolutos como Cassano a talentos irregulares como Martín Vázquez, desde mitos del trabajo y el pundonor como Manolín Bueno a centuriones como Míchel Salgado. Algunos de ellos pertenecen a una estirpe de cabezotas históricos, de tercos sublimes a los que se les enseñó la puerta de salida recurrentemente, y se empeñaron en mantenerse en el equipo y triunfar contra viento y marea. Algunos lo hicieron de manera brillante como Guti, que cada año se reinventaba en un puesto distinto. Otros como Solari, Amavisca y Zamorano, a base de trabajo duro y tesón.

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Se podría incluir a Mariano en esta categoría de testarudos: alguien menos talentoso y dotado que Jovic pero de un optimismo conmovedor, alguien que no deja de creer ni pelear. Sirva como ejemplo el siguiente par de anécdotas. Cuando Mariano llegó al club se pidió el número 7 de Cristiano Ronaldo en una especie de auto proclamación de heredero del gol. Jovic, por el contrario, cuando llegó y vio el nivel de Benzema, declaró que con Karim en esa forma no iba a jugar jamás. Actitudes antes la vida, maneras de vivir.

El peligro radica en ciertos comportamientos impropios de la cultura madridista, conductas que implican cierta blandura y molicie, una lasitud descalificante para metas mayores. Peloteros como Kubo —también suena Reinier— buscan facilidades para jugar y que les premien su talento en vez de arrasar a la competencia. Ésa no es la pauta. El paradigma lo marcan Carvajal y Casemiro, quienes llegan a otro equipo, se hacen los dueños de la posición, convencen a todo el mundo, regresan siendo los mejores de esa liga en esa demarcación, y en cuanto les dan tres partidos seguidos en el once, se vuelven indiscutibles y destrozan la moral de sus competidores por el puesto. Carvajal se ventila sucesivamente a Arbeloa, Danilo, Achraf y Odriozola. Casemiro mina el ánimo de Kovacic, Ceballos, y Llorente. Transforman a sus rivales por la titularidad en suplentes afligidos y perpetuos, los empequeñecen hasta preferir estos ser cabeza de ratón en clubes menores antes que partícipes de la belleza del león.

El peligro radica en ciertos comportamientos impropios de la cultura madridista, conductas que implican cierta blandura y molicie, una lasitud descalificante para metas mayores.

Queremos jugadores como Mendy y Valverde, que han luchado el puesto animosamente, con ardor guerrero, confiados en sus fuerzas, su talento y su trabajo. Mendy se ha impuesto a Marcelo, que llevaba 12 años compitiendo al máximo nivel, y en el campo se muestra un futbolista tenso, férreo, decidido, concentrado, difícil de superar, implacable en la marca. Valverde ha entrado en la disputa y en la rotación contra competidores feroces como Casemiro, Kroos y Modric; sin duda, uno de los mejores centros del campo de toda la historia, en cualquier campeonato y competición. Esperamos eso mismo de Odegaard. Tras cumplir la primera parte del trato, volver siendo de los mejores en su puesto, esperamos que Martin apriete los dientes y no se aflija. Pedimos jugadores provechosos y ejemplares, sacrificados y valientes, que no se conformen con ayudar o cumplir, sino que asuman plenamente la responsabilidad.

Es un hecho que el fútbol se ha igualado mucho física, técnica y tácticamente, y ganan quienes saben imponer su mentalidad y su temperamento, aquellos que compiten mejor en todas las circunstancias. A los jugadores del Real Madrid se les presupone una gran técnica y un talento excepcional. Se les exige, por ende, carácter y coraje, competitividad y rendimiento constantes, estar siempre preparados y dispuestos para cumplir con la función que les asigne el entrenador. Queremos futbolistas que luchen por dar esplendor al escudo y hagan Historia con nosotros.

Fotografías: Getty Images.

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