Guybrush Threepwood, el Tebas Bifronte y The Nou Camp | OneFootball

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La Galerna

·30 de diciembre de 2024

Guybrush Threepwood, el Tebas Bifronte y The Nou Camp

Imagen del artículo:Guybrush Threepwood, el Tebas Bifronte y The Nou Camp

Se acaba 2024, un año de rotundos fracasos para el madridismo tal y como demuestran los títulos ganados, que apenas son suficientes para cobijarnos en ellos y ocultar nuestra vergüenza. Ya lo dijo el diario Sport: que Florentino se refugia en sus títulos. Bien hará el club de Chamartín en olvidarse de ellos y meterlos con el resto de chatarra en ese monumento al fracaso centenario llamado Museo Bernabéu.

El Real Madrid es un gran “memento mori” en el que la quincalla no puede tapar su rotundo vacío existencial. Porque los títulos y copas no son más que glorias pasajeras. “Nascendo morimur”: nacemos como morimos. Los paritorios y maternidades del planeta son como las duchas del Metropolitano: llenos de seres desnudos y sin Copas de Europa. Y así habremos de irnos al Más Allá: indefensos, dolientes y del Atleti.


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El Madrid se dispone a terminar el año con cinco títulos entre los que se encuentran el nacional, el europeo y el mundial. Aunque la verdadera prueba de que los títulos del club son irrelevantes es que este año ha ganado incluso un Balón de Oro al mejor equipo. El Balón de Oro es al fútbol lo que los Globos de Oro son al cine: que nadie se los toma demasiado en serio. Los Globos de Oro los escoge y entrega la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood, los cuales tienen fama de ser los profesionales peor pagados del sector. En la Meca del cine se suele decir que la noche de los Globos de Oro los restaurantes se vacían de camareros y friegaplatos porque están todos en la gala entregando los premios de su asociación. También se dice que para una productora es más fácil comprar el voto de un jurado de los Golden Globe (que siempre andan a la cuarta pregunta) que un paquete de tabaco. Y más barato, que en USA el Marlboro está por las nubes.

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Alkesander Ceferin, que tiene la pillería de los granujas, parece haber encontrado el modelo perfecto para el Balón de Oro en los Golden Globe americanos, y el que antaño era un galardón de prestigio se dirime ahora entre un camarero de la República de Nauru, un corredor de seguros de Lesoto y un conductor de Uber de San Vicente y las Granadinas; a los cuales les une una afición por el fútbol que demuestran cada semana en los podcast que graban desde sus garajes. Esa gente, en fin, es la que nos ha concedido el Globo de Oro al mejor equipo del año, díganme si no es para avergonzarse.

Por si tal cosa no fuera suficiente, los madridistas amanecimos hace un par de días con la noticia bomba de que Florentino le va a cambiar el nombre al estadio: ya no se llamará Santiago Bernabéu sino Bernabéu a secas. The Bernabéu.

Disgusto espantoso. ¿Cómo sabremos entonces si nuestro coliseo rinde homenaje al histórico presidente del club y no a Gerard Piqué, cuyo segundo apellido también es Bernabéu? Un puñal en el corazón, Florentino, un puñal en el corazón.

Sin embargo, escarbando un poco en la noticia, se entera uno de que el nombre cambió hace años y solo para efectos de mercadotecnia. Si se piensa bien, en realidad hace mucho más tiempo incluso que fue la propia afición le que apeó el Santiago del estadio. Son miles los madridistas que cada semana van a ver a su equipo “al Bernabéu” a secas o que cantan en las gradas aquello de “tenía 4 años, mi padre me llevó, a ver al Bernabéu, a ver al campeón”; que yo no conozco a ningún merengue que se escandalice de que el “Santiago” no se mencione en el soniquete.

“Nascendo morimur”: nacemos como morimos. Los paritorios y maternidades del planeta son como las duchas del Metropolitano: llenos de seres desnudos y sin Copas de Europa

A pesar de todo, hay quien se ha tomado fatal la idea. Se habla de una conspiración para islamizar el club. “¡Alá, Madrid!” en vez de “¡Hala, Madrid!”, Califal en vez de Real, o algo parecido.

Mira que me gusta a mí una buena teoría conspirativa, pero a esa no me subo, lo siento. Por un motivo muy simple: no hay imán, muftí, mulá o emir en el mundo islámico con las pelotas suficientes como para atreverse a quitarle a Luka Modric sus espinilleras del Sagrado Corazón. Los musulmanes que lucen nuestra camiseta no son excluyentes, son sabios y pacíficos, como Arda Güler, que cuando marca un gol cierra los ojos, señala al cielo y se lleva la mano al corazón; es como un aristotélico Averroes recibiendo la inspiración de que el intelecto nace de la imaginación, y que esta reside en el alma.

Por otro lado, reconozcamos que en algunos casos dan más miedo los madridistas de misa diaria que de rezo en la mezquita. En la Real Federación Española de Fútbol acaban de elegir presidente al devoto cristiano Rafael Louzan, que además se declara del Madrid, igual que Javier Tebas, otro católico ejemplar. Si el precio por tener al frente la Liga y la Federación a dos merengues de comunión diaria son Tebas y Louzán, casi que prefiero un universo paralelo en que los máximos dirigentes del fútbol español sean dos culés del Hare Krishna. Total, peor no nos iba a ir.

La elección de Louzán me resulta fascinante, como muchos aspectos de la institución que preside. Balzac decía que a los franceses les encanta cambiar de gobierno a condición de que siempre sea el mismo, rasgo que comparten con los delegados de la Federación Española de Fútbol. Louzán, condenado a inhabilitación en cargo público desde 2021, ha llegado a la Federación para traer aires de cambio y proyección de futuro y lo primero que ha hechos ha sido nombrar a Javier Tebas de vicepresidente. Toma Jeroma pastillas de goma. Desde su nuevo puesto, entiendo que el ubicuo don Javier seguirá su incansable e irónica cruzada contra la piratería futbolística.

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De adolescente (y de adulto, para qué nos vamos a engañar) me encantaba un videojuego llamado “The Secret of Monkey Island” cuyo héroe tenía un nombre impronunciable. Su primera frase en la aventura, mítica para quienes crecimos jugando aventuras gráficas en los 90, era: “me llamo Guybrush Threepwood y quiero ser un pirata”. No sabíamos entonces que Guybrush encarnaba la resistencia contra Javier Tebas, aunque quizá por eso adorábamos al personaje. Otra frase típica de aquel aprendiz de bucanero era la que utilizaba para distraer a sus enemigos y así poder escapar sano y salvo de las peleas: “¡mira detrás de ti, un mono con tres cabezas!”. Sin saberlo, Guybrush nos estaba prefigurando la tricefalia del fútbol español: un mono con la cabeza de Louzán, Tebas y Medina Cantalejo.

En 2025 Javier Tebas estará en todas partes. Es como el Jano bifronte con el que en la antigua Roma se representaba el cambio de año: una figura con dos caras, la una mirando al paso, la otra al futuro y las dos idénticas. Al presidente de la Liga y ahora vice de la Federación solo le faltará dar las campanadas desde la Puerta del Sol con Louzán al lado vestido de Balenciaga.

En 2025 Javier Tebas estará en todas partes. Es como el Jano bifronte. Al presidente de la Liga y ahora vice de la Federación solo le faltará dar las campanadas desde la Puerta del Sol con Louzán al lado vestido de Balenciaga

Tal vez en pleno furor renovador Tebas decida nombrar a Laporta vicepresidente de los árbitros. Las consecuencias de ese nombramiento serían productivas en cualquier supuesto: o bien el Barça no volvería a pagar por los arbitrajes al verlo ya innecesario, o bien lo seguiría haciendo a pesar de todo y Laporta obtendría dinero suficiente para inscribir a Dani Olmo, y, con lo que sobre, acelerar las obras del nuevo estadio culé, que podría llamarse, por ejemplo, The Nou Camp.

Que igual les parece una idea absurda, pero no se confíen. Mucho me temo que el futuro nos depara cosas inverosímiles gracias al Tebas Bifronte. Más nos vale que nos pille preparados.

En cualquier caso, les deseo un feliz 2025 a todos ustedes.

Getty Images.

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