La Galerna
·3 de diciembre de 2024
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·3 de diciembre de 2024
Todo el mundo futbolístico está ahora obsesionado con el tema de Mbappé: los madridistas, con preocupación; los antimadridistas, con felicidad. Y los listos aprovechan la ocasión para proclamar, satisfechos, que ellos ya lo habían previsto y advertido.
Es lógico: su rendimiento no está respondiendo a las lógicas expectativas que había despertado. Sobre todo, está fallando goles que un jugador de su categoría suele meter. Para un delantero goleador, ése es el punto decisivo: si Mbappé hubiera metido un par de goles en casi todos los partidos que ha jugado vestido de blanco, como muy bien ha podido suceder, la discusión sería hoy muy distinta. (Por cierto, casi nadie recuerda ya cuando Vinicius nos desesperaba a todos al fallar una y otra vez sus remates, después de haber realizado brillantes jugadas).
Jugar a ser profeta es temerario pero la experiencia nos dice que lo lógico, lo normal, lo esperable, es que esta mala racha goleadora de Mbappé pase. La han tenido, alguna vez, casi todos los grandes delanteros.
Tampoco hay que escandalizarse porque Mbappé haya fallado un penalty, en un momento decisivo. Nada menos que don Alfredo di Stéfano, el más grande de todos, también falló una pena máxima y decidió no volver a tirar penaltys. A pesar de eso, siguió siendo el más grande de todos los tiempos.
No es buenismo sino sabiduría, nacida de la experiencia, lo que ha dicho Ancelotti: “Hay que tener paciencia”. Claro que, en la loca sociedad actual, acostumbrada al vértigo de la inmediatez, eso es pedir peras al olmo. Tampoco es buenismo lo que ha escrito en estas mismas páginas Jesús Bengoechea: debemos confiar en que Mbappé mejore, en juego y en goles.
Por mi parte, sin “ponerme estupendo” —como diría Valle—, el que a mí me preocupa de verdad, como madridista, es Arda Güler.
En cualquier otro club, Güler sería ya “la estrella”; en el Madrid, es todavía un jovencillo que intenta abrirse camino
Me explico. Los aficionados al fútbol tenemos una ventaja sobre los aficionados a los toros: de estos últimos, muy pocos se han puesto nunca delante de un toro bravo. En cambio, casi todos nosotros hemos jugado al fútbol, de chicos o de jóvenes. Por eso, si la pasión no nos ciega —algo difícil de conseguir— conocemos un poco la técnica, sabemos valorar la dificultad y el mérito de una jugada.
Para cualquiera que haya jugado al fútbol, aunque sea en el patio de su colegio, con una pelota de corcho, basta ver cómo conduce el balón este joven turco para advertir que posee una calidad extraordinaria. Y esa impresión la ratifica con un pase, un regate, un caño, un tiro a puerta… La promesa de gran jugador es evidente.
¿Cuál es el problema, entonces? Que jugar en el Madrid es siempre muy complicado, por muchas razones. En su caso, sufrió varias lesiones, tiene solamente 19 años, ha de madurar física y mentalmente, procede de un ambiente futbolístico y social muy diferente, debe competir con jugadores ya consagrados...
Güler necesita confianza, tener minutos, jugar en el sitio que mejor le conviene, encontrar su papel en el equipo. En cualquier otro club, sería ya “la estrella”; en el Madrid, es todavía un jovencillo que intenta abrirse camino.
Por todo ello, el riesgo es que, aquí, no logre desarrollar todas sus capacidades y que se quede a mitad de camino. (No sería el primer caso). Puede llegar a aburrirse o acomodarse (no se sabe qué sería peor). Y puede aparecer otro equipo grande, apostar por él, llevárselo y darle el protagonismo que necesita para convertirse en una primera figura mundial.
Quisiera yo que alcanzara todo eso en el Real Madrid, contribuyendo así a sus éxitos. Por eso me preocupa Arda Güler.
Getty Images.