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·4 de mayo de 2021
Fútbol Histórico: El último Scudetto de la Roma

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La Roma, un equipo con una mística especial que la ha hecho siempre diferente al resto. Un equipo portador siempre de la eterna carga, o mejor dicho, de la no carga de sus vitrinas. Un equipo que, a lo largo de la historia, ha tenido que relamer más de lo que se hubiesen imaginado el sabor de la plata, aquel que tan mal gusto deja cuando ves la idílica orilla del mar tan cerca.
Tal vez por su condición de ser, junto a la Lazio, la gran representante del fútbol de la capital italiana, además de ser la portadora de su nombre, La Loba ha estado situada en muchas ocasiones bajo el centro de las miradas y las críticas debido a sus escasos logros materializados en títulos, y bajo la presión de ver a Juventus, Milan o Inter adelantarle por izquierda y por derecha. Y es que, sus tres títulos de liga, ocho de Copa y dos de Supercopa italiana se antojan ciertamente pobres viendo sus catorce, ocho y cuatro subcampeonatos. Sumándole otros dos más, uno en Copa de Europa (1983/1984) y otro en Copa de la UEFA (1990/1991), ha sido denominado en muchas ocasiones como un equipo de redondear las hazañas, incapaz de superar el vértigo de, simple pero a la vez tan complejamente, ganar.
Muy consciente era de aquello el máximo dirigente del club por aquel entonces, Franco Sensi, quien había adquirido los derechos del club en el año 1994 después de salvarlo de la bancarrota. Seis años después, de cara a la temporada 2000/2001, se había planteado el objetivo claro y firme de cambiar la mentalidad del equipo, contratando a uno de los técnicos más laureados en aquella época, Fabio Capello. Campeón con el Real Madrid y AC Milan, el entrenador italiano se dedicó en fuerza y alma desde su primer día en el banquillo Giallorossi a impregnar su pizarra y su carácter ganador en una plantilla con mucho potencial. Durante los seis años previos, la Roma había conseguido reclutar en sus filas a nombres de gran calibre, además de grandes promesas que años más tarde se certificaron como grandes estrellas de este deporte.
Junto a Capello, en ese mismo verano el club anunció los fichajes de Gabriel Batistuta, Walter Samuel y Emerson que, junto a otros como Hidetoshi Nakata, Vincenzo Montella, Cafú o un ya exuberante Francesco Totti, se erigieron como candidatos a conquistar el tercer Scudetto de su historia.
Y, en efecto, así fue. A término de la temporada, la escuadra Giallorossi terminó proclamándose el primer campeón del Scudetto del Siglo XXI, estableciendo además un récord de 75 puntos. No en vano, el ritmo que establecieron los de Capello desde el comienzo de la competición fue inalcanzable para sus principales competidores. Más aun teniendo en cuenta el gran estado de cara a puerta de sus tres máximos exponentes de ataque.
Por un lado, Gabriel Batistuta, por quien ese mismo verano habían pagado la friolera y criticada cifra, debido a sus 31 años de edad, de 35 millones de euros, terminó silenciando las voces de sus detractores por medio de veinte goles en una temporada. Batigol encontró en Francesco Totti un gran escudero, que además contribuyó con trece goles en liga, y ya era uno de los pesos pesados de la plantilla a sus 24 años. Misma cifra estableció su compañero de ataque Vincenzo Montella.
Lo cierto es que, al igual que lo afirman muchos expertos, posiblemente aquel equipo no haya sido el que mayor calidad haya albergado para la práctica del balón. Sin embargo, tras varios años de proyecto, la Loba terminó por confeccionar una plantilla con grandes nombres que supieron unirse para crear un equipo superior a cualquier individualidad, bajo el mando de uno de los mejores entrenadores de aquella época. Aquel equipo fue capaz de dejar atrás los complejos y los fantasmas de sus predecesores y ganar, mediante una mentalidad y una personalidad que les llevó a liderar la clasificación inexpugnablemente de principio a fin. Un equipo que compitió como nadie y que enamoró a un gran sector de aficionados al deporte y, especialmente, al que ya es la mayor leyenda de su historia, quien le juró amor eterno hasta el día en el que sus piernas dijeron basta.
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