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·28 de abril de 2021
Fútbol Histórico: el Serbia-Albania de 2014

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·28 de abril de 2021
Nos guste o no, el fútbol y la política han ido siempre de la mano. La capacidad que tiene el fútbol de trascender lo meramente deportivo y representar distintas sensibilidades sociales hace que sea imposible separar una cosa de la otra, por mucho que se intente.
Si esto ocurre de manera general, en los Balcanes, zona donde las rencillas interétnicas han estado muy presentes, especialmente desde los años 80, el fútbol y los conflictos sociopolíticos se han entremezclado de una manera especial.
En 2014, pudimos ver uno de los mayores ejemplos. Fue en un partido clasificatorio para la Eurocopa de 2016. Las selecciones de Serbia y Albania se enfrentaron el 14 de octubre de 2014, en el Estadio Partizan de Belgrado. Aquel fue un partido que no se pudo jugar hasta el final y que no se olvidará fácilmente.
Curiosamente, aunque hay varios partidos vetados a lo largo del continente europeo para evitar conflictos mayores, como es el caso del Rusia-Ucrania, del Serbia-Kosovo o del España-Gibraltar, el enfrentamiento entre Serbia y Albania no está prohibido. Y eso que las razones para hacerlo no son pocas.
Serbia y Albania son dos países que siempre han tenido sus rencillas. Y el problema principal siempre ha estado en la cuestión de Kosovo. Este territorio, al sur de Serbia y limítrofe con Albania, se caracterizó por una gran llegada de inmigrantes albaneses después de la II Guerra Mundial. De hecho, esta gran presencia de población albanesa empezó a acarrear problemas cuando, en 1968, aparecieron las primeras protestas nacionalistas en el territorio.
El hecho de ser una de las regiones más pobres de la antigua Yugoslavia hizo estallar esas protestas, al entender los kosovares que Yugoslavia no les trataba de la misma manera que al resto de territorios. Y, aunque era cierto que Kosovo era una de las zonas más deprimidas de Yugoslavia, este problema no solo se manifestaba en esta región, sino en el sur de Yugoslavia en general (Macedonia, Montenegro o el sur de Serbia).
También estaba la cuestión religiosa. En Serbia, la gran mayoría de habitantes son ortodoxos. Los albaneses, por su parte, son mayoritariamente musulmanes. Esta diferenciación fue otro de los grandes pilares que utilizó el nacionalismo kosovar para hacerse presente entre la población de la provincia de Kosovo.
Tito cedió relativamente ante las protestas de los nacionalistas de Kosovo, dando a la provincia mayor autonomía dentro de Yugoslavia, pero sin otorgarle el estatus de república. Las tensiones se minimizaron, pero siguieron latentes y estallaron en los años 80 cuando, después de la muerte de Tito, todos los nacionalismos se potenciaron.
La Guerra de Kosovo, a finales de los años 90, fue el punto de no retorno. El apoyo de Albania a los nacionalistas kosovares siempre se mantuvo y deterioró las relaciones con Serbia. De hecho, cuando Kosovo hizo la declaración unilateral de independencia el 17 de febrero de 2008, Albania fue de los primeros países en reconocerla.
Por tanto, el asunto de Kosovo siempre ha sido el principal obstáculo en la relación entre Serbia y Albania. Mientras los serbios consideran ese territorio como parte fundamental y cuna de la nación serbia, los albaneses defienden la independencia total de Kosovo e incluso una posible unión en el futuro (la Gran Albania) entre los territorios con gran presencia albanesa (Albania, Kosovo y algunas regiones de Montenegro o Macedonia).
Por eso, no era de extrañar que aquel cruce que enfrentó a Serbia y Albania en las fases clasificatorias a la Eurocopa no acabase bien. Desde el principio, el partido estuvo especialmente caliente en las gradas, con varios cánticos y abucheos por parte de la hinchada serbia hacia los jugadores albaneses. Durante el partido, se quemaron banderas de la OTAN (en referencia a los bombardeos de Belgrado durante la Guerra de Kosovo) y se tiraron bengalas al campo. En el minuto 42, con 0-0 en el marcador, el partido estaba detenido a causa del ambiente que rodeaba todo el estadio. Y entonces apareció el detonante.
Un dron con la bandera de la Gran Albania sobrevoló el estadio, lo que desbordó una situación que ya estaba en el límite. El defensa serbio Stefan Mitrović agarró la bandera y la arrancó del dron. Los jugadores albaneses Xhaka y Lila se encararon con Mitrović, intentando quitarle la bandera. Finalmente, el jugador albanés Bekim Balaj agarró la bandera y se marchó corriendo, hasta que un aficionado serbio que había saltado al campo le golpeó en la cabeza con un palo de plástico. La tangana había empezado.
A esta tangana se unieron varios aficionados serbios, quienes empezaron a agredir a los jugadores albaneses con butacas arrancadas del estadio y palos de plástico. La plantilla albanesa se marchó corriendo al túnel de vestuarios mientras la grada entera les lanzaba objetos y butacas. El partido se suspendió ante la negativa de la selección albanesa de volver al terreno de juego.
La acción del dron fue reivindicada por los Shvercerat, el grupo ultra del FC Shkupi, club de la comunidad albanesa de Skopie, capital de Macedonia. Sin embargo, no se encontró evidencia real de que ellos hubieran sido los organizadores de aquello.
En un principio, la UEFA dio el partido por perdido a Albania por negarse a jugar lo que quedaba, aunque a Serbia también se le sancionó con la pérdida de tres puntos y con jugar los próximos partidos a puerta cerrada por invasión de campo, seguridad deficiente, disturbios y utilización de bengalas. Además, hubo multas de 100.000 euros para las dos selecciones. Tanto Albania como Serbia, descontentas con la resolución, apelaron al Tribunal de Arbitraje Deportivo (CAS).
La resolución del CAS, finalmente, acabó siendo favorable a Albania. El partido se le dio por ganado a la escuadra albanesa (0-3) y se mantuvo la sanción de 3 puntos a Serbia. De hecho, gracias a esta resolución, Albania pudo acabar segunda de su grupo y clasificarse para la fase final de la Eurocopa. Curiosamente, en el partido de vuelta que se jugó en Albania, los serbios vencieron por 0-2. Aunque este resultado no le sirvió a Serbia para clasificarse a la Eurocopa, fue muy celebrado por los serbios por razones obvias.
Las consecuencias de aquel partido de octubre de 2014 no se quedaron en lo clasificatorio o las sanciones deportivas. Hubo varios actos en apoyo a la selección albanesa y mostrando el descontento frente a la decisión de la UEFA en aquellas ciudades donde la presencia de la comunidad albanesa era importante, como Tirana, Pristina, Skopie o Tetovo.
Por su parte, los serbios se defendieron tildando el despliegue de aquella bandera de provocación. El primer ministro serbio, Aleksandar Vučić, dijo que ya había avisado antes del partido a los representantes europeos de que podía haber alguna provocación por parte de los albaneses.
También hubo manifestaciones de violencia entre serbios y albaneses. Por ejemplo, varios negocios regentados por albaneses fueron atacados en Novi Sad, ciudad al norte de Serbia. La embajada albanesa en Podgorica, capital de Montenegro, fue apedreada. Lo mismo pasó en una cafetería serbia en Viena, que fue atacada por varios albaneses residentes en Austria.
Sin duda alguna, este partido, que pasó a la historia por razones muy tristes, no hace más que reafirmar que el fútbol es uno de los lugares donde se manifiestan de manera más clara las distintas sensibilidades que existen a lo largo y ancho del mundo. Y que, cuando estas estallan, las consecuencias pueden ser más graves de lo que podemos creer.
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