
El Nueve y Medio
·19 de marzo de 2020
Futbol en El Vaticano

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·19 de marzo de 2020
Salve tibi! Quomodo te habes? Es muy probable que para ti sea un idioma de algún modo similar. Se trata del latín, el ancestro de los idiomas romances, como el español, el francés, el italiano y el rumano. Espero que estés muy bien y que no estés padeciendo con esta contingencia producto del coronavirus. La semana pasada estuvimos en Albania para ver cómo era hermético el régimen de Enver Hoxha y cómo se veía dicho carácter en el futbol. Había mencionado que hay una comunidad albanesa en Italia (los arbëreshë) y uno de ellos fue el papa Clemente XI (1700-1721). Justo en la capital de Italia, Roma, se encuentra el país soberano más pequeño del mundo, con apenas 44 hectáreas. Bienvenido al Vaticano.
En el siglo XVII estaba el papa Urbano VI y le pidió a Gregorio Allegri que compusiera una canción para la Capilla Sixtina. Tomó el salmo 51, lo musicalizó y el resultado fue Miserere mei, Deus (Ten piedad de mí, Dios). Originalmente compuesta para que se cantara los miércoles y viernes de la Semana Mayor, el papa Urbano VI prohibió tajantemente que se interpretara fuera de la Capilla Sixtina, so pretexto de excomulgación. Según la tradición, pasó más de un siglo hasta que un puberto austriaco llamado Wolfgang Amadeus Mozart escuchara dicha composición angelical en su visita a Roma. A su regreso a Salzburgo, hizo gala de su memoria y la transcribió entera. Cuando se enteró el papa Clemente XIV, no solamente no lo excomulgó, sino que lo nombró Caballero de la Espuela de Oro. Disfruta.
Vamos al tema de esta semana.
Habían pasado tres siglos después de que Roma implosionase víctima de una extensión territorial imposible de manejar. Toda la península itálica era un relajo entre diversas ciudades y territorios en diferente poder. En esa época todavía Roma tenía ese resabio de gloria. Uno de los territorios romanos era el Ager Vaticanus, al oeste del río Tíber, quizás porque sus primeros habitantes eran de un pueblo etrusco llamado Vaticum, o quizás porque en esa colina llamada Vaticano solía haber adivinos, magos y pitonisos, llamados vates en latín.
El emperador Constantino el Grande sacó de la clandestinidad a la iglesia y al pie de la Colina Vaticana se empezó a edificar una pequeña iglesia. Más adelante, se convertiría en la Basílica de San Pedro. Esos papas, descendientes en tradición de la encomienda de San Pedro, eran los auténticos regentes de la ciudad, constantemente asoladas por pueblos bárbaros del norte.
Al ser el Papa el dirigente de la cristiandad cada vez más cuajada, su aval prácticamente le daba respaldo a un reinado que pendía de alfileres. Eso le sucedió a Pipino el Breve, monarca de los francos. Como lo nombró rey, Pipino le cedió oficialmente el dominio al papa Esteban II. Nacían así los Estados Pontífices (legalmente establecidos por Carlomagno en el siglo IX) y gracias a donaciones, conquistas y adquisiciones todo ese territorio llegó a ocupar gran parte del centro de Italia.
Durante más de mil años, la colina vaticana tuvo que ser protegida para que ninguna fuerza externa aniquilara la fe de Jesucristo. Se erigió la Muralla Leonina en 847 para que los sarracenos no la pudieran penetrar. En la edad media se construyó el Pons Aelius, que comunicaba la colina con la ciudad de Roma. Es más, todavía aguantó los embates de facciones que querían controlar Roma y durante un tiempo los papas residieron en Aviñón, Francia. Francia apoyaba al papa de Aviñón, Inglaterra apoyaba al papa romano. Y así surgió la Guerra de los Cien Años. ¿Quiénes eran los papas y los antipapas? Al final, prevaleció Roma.
Como sede de la Iglesia Católica, los mejores artistas probaban su suerte para agradar a Dios por medio de sus obras y así, además de ser un centro de peregrinaje, el Vaticano era un centro cultural en toda la extensión de la palabra. Aquí siguen pinturas de Miguel Ángel y Botticelli, esculturas de Rafael, música de Allegri y donaciones de todo el mundo. Nació la Capilla Sixtina, la Basílica de San Pedro, entre otras bellezas arquitectónicas.
Toda esa expansión terminó en 1799 cuando Napoleón conquistó Roma y nombró la República Romana. No por mucho tiempo, porque dos años después el papa Pío VII recuperó algo del poder. Y cuando Napoleón terminó su ciclo con el Congreso de Viena, se restituyó íntegramente. Todo iba igual hasta que ocurrió el I Concilio Vaticano, instituyendo la infabilidad del papa. Y en 1870 los Estados Pontífices pasaron a mejor vida cuando con el reinado de Víctor Manuel II formó parte de la Italia unificada.
El Papa no estaba de acuerdo en estar supeditado a los caprichos de un monarca, por más que estuviera en su territorio, y durante ese tiempo cada Papa fue un prisionero voluntario como protesta. Esta situación acabó en 1929 con los tratados de Letrán entre Benito Mussolini, entonces primer ministro, y el cardenal Pietro Gasparri, Secretario de Estado del Vaticano. En estos tratados se reconoce la independencia de la Santa Sede, diferente al Vaticano; se decretaron las relaciones jurídicas entre Italia y la Santa Sede y se compensó económicamente por todas las pérdidas desde 1870. Así, la autoridad del Sumo Pontífice quedaba consolidada.
El Vaticano es el estado soberano más pequeño del mundo y tiene una población perenne de apenas 900 personas. Hay que distinguir entre la Santa Sede y el Vaticano: el Vaticano ofrece soporte temporal y soberano para la Santa Sede, y ésta mantiene relaciones con más de 180 países. Nombrado patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1984, se podría considerar como la única monarquía absoluta y teocráctica de Europa. La máxima autoridad es el Papa y la defensa es aportada por la Guardia Suiza.
A pesar de su carácter de territorio sagrado, el balón se pateó en el territorio de los Estados Pontífices desde el siglo XVI. Precisamente el 7 de enero de 1521 se llevó a cabo una partida de calcio fiorentino que causaba furor en la vecina Toscana. El escenario era el Patio del Belvedere y el espectador principal era el Papa León X. Esto fue obra y gracia de los Medici, familia de Florencia que querían exportar el deporte insignia de la región. Pasaron cerca de dos siglos y regresó el balón pateado en una partida entre dos familias aristocráticas romanas, los del Belvedere y los Rospigliosi, que venían del patio del Quirinal. ¿Sería el predecesor remoto del derby della capitale entre la Roma y la Lazio? No lo sabemos, pero se vale imaginar este escenario…
Después de años de vicisitudes históricas y la consecución de la soberanía de la Santa Sede, por fin llegó el balón pateado, ahora de creación inglesa. Ya con mucho furor que despertaba el campeonato italiano, era simplemente cuestión de tiempo para que se disputara el primer partido de futbol en territorio vaticano. El primer partido sería en 1947 con la disputa de un cuadrangular entre trabajadores de la Santa Sede. La final era entre los dependientes de las Villas pontífices y la Fábrica de San Pedro. El problema es que quedó inconclusa irónicamente por una riña entre jugadores y público. Durante casi veinte años no hubo futbol oficial en tierras papales, limitándose a simples amistosos entre oficinas.
El futbol regresó hasta 1966 gracias a la obra de un entusiasta del futbol llamado Sergio Valci. Él motivó a formar la primera escuadra netamente vaticana, el SS Hermes Musei Vaticani. Estaba formado por custodios, curadores y servidores de los museos del Vaticano. ¿Por qué Hermes? En esa época que veía ya los frutos del Concilio Vaticano II, muchos trabajadores prestaban sus servicios en el Patio Octágono del Museo Pio Clementino y ahí estaba el Hermes de Belvedere. Durante tres años, el Hermes disputó amistosos con escuadras amateur que se encontraban en Roma y en territorios circunvecinos.
Gracias a ese ejemplo, surgieron varias escuadras en 1970, como el equipo de la Guardia Suiza, el equipo de l’Osservatore Romano (el periódico oficial del Vaticano), el equipo de los Servicios Postales del Vaticano, el equipo del Cuerpo de Gendarmería, el equipo de la Biblioteca… y con siete equipos nació en 1972 el primer campeonato vaticano. Este torneo fue coordinado por Sergio Valci, justo reconocimiento a su labor por la masificación del futbol en las tierras papales.
Fue tanto éxito que ahora el campeonato vaticano ha aumentado hasta 12 equipos. Hasta antes de 1981 se le conocía como la Coppa Amicizia. En 1985 empezó el campeonato de copa, primero llamado ACDV (por las siglas de Attività Calcistica Dipendenti Vaticani), luego llamado Coppa Sergio Valci desde 1994. Y desde 2007 está la Supercopa. El equipo con más ligas es el equipo de la Dirección de los Servicios Económicos con ocho títulos, seguidos de los Museos Vaticanos con cuatro; sin embargo, atención, que el más reciente campeón es el Hospital Pediátrico Bambino Gesù, que consiguió su segundo título consecutivo.
Por cuestiones de logística, los partidos de liga, copa y supercopa no se disputan dentro de los límites de la Muralla Leonina, sino que se buscan campos en territorio italiano. La superficie predilecta es la cancha Francis A. Spellman, ubicada en el Oratorio de San Pedro y la cual se puede ver desde la Cúpula de la Basílica de San Pedro. Es una cancha de pasto sintético y en buenas condiciones. El campeonato no tiene patrocinador y se sostiene con las cuotas de inscripción de los participantes.
Todos los jugadores tienen nacionalidad vaticana, aunque se permite el fichaje de máximo un extranjero. Se podría decir que la única excepción es la Guardia Suiza porque todos sus jugadores son de nacionalidad helvética; sin embargo, mientras pertenecen a este ejército, los soldados portan también la nacionalidad de la Santa Sede.
Año 2003. El inglés Jim Mulligan estaba de seminarista en el Pontificio Colegio Beda, cuando se le ocurrió organizar la Rome Cup. ¿Quiénes participarían? Ocho equipos de seminarios por toda Roma. La idea empezó a madurar hasta que llegó a oídos del Secretario de Estado, Tarcisio Betrone. Él mismo es un apasionado de futbol e hincha de la Juve. Le pareció tan buena idea que en 2007 ya veía la luz la primera temporada de la Clericus Cup. Los partidos se llevan a cabo en las instalaciones del Comité Olímpico Italiano.
¿Por qué es un éxito? El Vaticano y Roma son las ciudades donde hay un mayor número de seminarios y pontificios colegios de órdenes religiosas llenas de jóvenes seminaristas que buscan profundizar sus conocimientos de teología y ser ordenados sacerdotes para consagrar su vida a Cristo. Vienen jóvenes de todo el mundo, desde países fervientemente católicos, hasta países atípicos como China, Rusia, Ucrania y Vietnam. Entonces, los equipos están formados tanto por seminaristas como por sacerdotes ya ordenados. Por las características antes mencionadas, se puede considerar como un mundial para los sacerdotes… y lo bueno es que se realiza cada año, normalmente de marzo hasta junio.
El éxito es tal que los partidos tienen seguimiento de medios de comunicación de todo el mundo, desde l’Osservatore Romano católico hasta La Repubblica anticlérico, pasando por los periódicos deportivos tradicionales, como Corriere dello Sport. En apariencia, los partidos son disputados por equipos con amplio espíritu deportivo y corre el juego limpio; sin embargo, la realidad es que en el campo las rivalidades pueden ser muy candentes. Precisamente para evitar esto, en lugar de las tarjetas amarilla y roja, se usa una tarjeta azul para castigar conducta antideportiva. El castigo consiste en abandonar cinco minutos la cancha.
El campeonato comprende 16 equipos que luchan por un lugar en la liguilla, contendida entre ocho. Dentro de los equipos está Redemptoris Mari (Diócesis de Roma), Sedes Sapientiae (Opus Dei), los Salesianos de Don Bosco, el Mater Ecclesiae (Legionarios de Cristo), la Órden de los Agustinianos Descalzos, el Colegio Urbano (para seminaristas africanos principalmente) y el Colegio Pio Latinoamericano, entre otros. También hay equipos formados por una nacionalidad en específico, como el Colegio Mexicano, el Colegio Español, el Colegio Ucraniano y el Colegio Brasileño. El campeón más reciente es el Colegio Urbano que ganó en la final 3-0 al Sedes Sapientiae.
En el mundo hay nueve países afiliados a la ONU que no tienen presencia en la FIFA. El Vaticano es uno de ellos. Aunque la selección vaticana nació en 1972, su primer partido amistoso llegó en 1994, cuando empató a cero goles con la escuadra B de San Marino.
Todo cambió en el año 2000 cuando el Papa Juan Pablo II instituyó el Comité Olímpico Vaticano con el fin de reforzar la tradición deportiva dentro de la comunidad cristiana. El cardenal Bertone se le ocurrió armar una selección con lo mejor de todos los seminarios, pero era imposible porque los jugadores tienen nacionalidad extranjera. Los únicos con nacionalidad netamente vaticana son los diversos trabajadores que están en la liga vaticana. Y con una población que no llega ni a 1.000 habitantes, la cosa se complica bastante. Entonces, la selección no pasaba de amistosos ante clubes o selecciones no afiliadas a la FIFA como Retia y Mónaco; con los monegascos (no confundir con el equipo de la Ligue 1) se podría decir que mantiene el clásico y hasta ahora nunca les ha ganado.
Junto con la liga, la selección del Vaticano funge como local en el campo Pio XIII, también con vista hacia la Basílica de San Pedro. Con una capacidad para 500 espectadores, ahí la Roma también organiza torneos juveniles cuando los sacerdotes no lo ocupan para entrenar. El uniforme es blanco con una gran franja amarilla, los colores de la bandera vaticana.
¿Habrá algún día donde los veamos competir por un boleto para el mundial? La FIFA les ha abierto las puertas, diciendo que su candidatura será tratada como cualquier otra y es muy probable que sean aceptados, siempre y cuando cumplan con los requisitos; sin embargo, es muy improbable que suceda al menos en el corto plazo. Tarcisio Bertone dijo en 2006 que se limitaría a jugar amistosos. Eso sí, su sueño guajiro es formar un equipo profesional con su nombre que compita en los primeros puestos del Calcio, algo similar al Monaco en la Ligue 1. En 2014, el presidente de la asociación de futbol del Vaticano, Domenico Ruggerio, dijo que no ve con buenos ojos afiliarse a la FIFA y prefiere quedarse en el espíritu amateur, pues el espíritu cristiano quedaría sepultado con los vicios del negocio. Y aunque estuvieron afiliados a la NF-Board, han también declinado a la ConIFA porque su neutralidad quedaría mancillada al competir con territorios en disputa.
Dentro de todo, hay razones para ser optimista. En 2018 se abrió el equipo femenil. (Para más información con respecto al equipo femenil, hay un excelente artículo en Apuntes de Rabona escrito por Román García, lo puedes leer aquí). Y en abril de 2019 la selección vaticana anunció a su primer patrocinador, Poderi di San Pietro, un viñedo familiar localizado en Milán. Antes, por razones éticas, habían rechazado un jugoso patrocinio de una casa de apuestas.
Por cierto, ¿sabes quién los ha entrenado? El mítico Giovanni Trappatoni, quien en ese momento llevaba las riendas de otro país tradicionalmente católico, Irlanda (2006). En su tiempo libre también estuvo dirimiendo algunos partidos los destinos futbolísticos del banquillo papal.
Hasta 1978 no era común que el Sumo Pontífice tuviera gusto por el deporte, mucho menos por el futbol. Había otras cuestiones más importantes, como adaptar la fe católica a los tiempos modernos, o recolectar más diezmos, o profundizar los conocimientos teológicos. ¿Cómo iba a dar tiempo para que al menos el Papa pudiera apoyar a un equipo de futbol?
Todo cambió con la elección del primer papa de un país abiertamente socialista. El polaco Karol Józef Wojtyła ahora era Juan Pablo II. El llamado Papa Viajero llegó a romper con muchos esquemas establecidos en la Iglesia Católica. También corrían los episodios de su vida antes de la II Guerra Mundial donde era un atleta consumado. Wojtyła era un excelente portero del equipo de la universidad de su natal Cracovia. Y su equipo fue el KS Cracovia, un antiguo decano de la Ekstraklasa, ahora venido a menos. En la Serie A apoyaba a la Vecchia Signora. ¿Alguna prueba? Se decía que cada semana le preguntaba al cardenal Bertone el resultado de la Juve. Tal vez su posición de portero le hizo darle la bendición papal al guardameta irlandés del Manchester United Shay Given en su boda del 2001.
Ahora vayamos con el siguiente papa. Tras la muerte de Juan Pablo, se anunció con humo blanco que el cardenal alemán Josef Ratzinger sería el Papa Benedicto XVI. Él creció en Bavaria y apoya al equipo más ganador de la Bundesliga, el Bayern Múnich. Cuando era arzobispo de Múnich y vivía en Roma, se comunicaba con Giovanni Trappatoni, que de 1994 a 1997 fue DT de los bávaros. Cada semana, Trappatoni y Ratzinger hablaban. El arzobispo seguía con interés las temporadas de Bundesliga y así se desarrolló una buena amistad. Ratzinger le regaló libros a Trappatoni para que pudiera mejorar su alemán, todo un reto para los italianos. La dirigencia del club, encabezada por Uli Hoeness, le dio el carnet vitalicio de socio número 100.000, aunque para ese momento tenían 97.500. Eso sí, no todo fue miel sobre hojuelas, porque Benedicto XVI protestó cuando la Serie A tomó la decisión de que algunos partidos se jugaran los domingos a las 12:30, hora cuando las misas tienen más cuórum.
Por último, Benedicto XVI tuvo que renunciar por cuestiones de salud y tras varias votaciones, el humo blanco salió de las chimeneas. El arzobispo de Buenos Aires Jorge Mario Bergoglio ahora es el Papa Francisco. Argentina es un país apasionado en cuestiones de futbol, Bergoglio no es la excepción. Durante su juventud, tuvo formación salesiana, orden de la cual surgió el padre Lorenzo Bartolomé Massa, fundador del San Lorenzo. El Papa Francisco es hincha del Ciclón. Y de la noche a la mañana el San Lorenzo ganó fama internacional. En un partido contra el Colón de junio de 2013, los jugadores azulgranas festejaron el nombramiento de papa con la foto del papa Francisco estampada en su camiseta. Con la bendición papal, el San Lorenzo ganó en 2014 la única Copa Libertadores de su historia. Y lógicamente el Papa Francisco recibió al equipo de sus amores en el Vaticano.
Para terminar este artículo, vale la pena recordar que el Papa Francisco también apoya a la selección albiceleste cada que compite en el mundial. En Brasil 2014 sucedieron dos cosas dignas de ser recordadas:
Los resultados del sorteo del mundial de Brasil empezaron a despertar expectativas inusuales dentro del Vaticano. Suiza había caído en el grupo E con Francia, Honduras y Ecuador, mientras que Argentina terminó con vacaciones en el grupo F (Nigeria, Irán y Bosnia-Herzegovina). Por el nivel de las selecciones, era probable que Argentina dominara el grupo F, mientras que Suiza tenía un juego prometedor producto de su título sub-17 en 2009 y se pronosticaba que pasaría el corte, aunque en segundo lugar. Es decir, Argentina y Suiza se verían las caras hipotéticamente en octavos de final.
Los pronósticos se cumplieron y el 1° de julio de 2014, Argentina y Suiza se enfrentarían en São Paulo por un boleto a cuartos de final. Horas antes del partido, el Papa Francisco dijo jocosamente: “Esto va a ser la guerra”. Y no era para menos: la selección del Papa iría contra la guardia suiza. Había mucha expectación. Los guardias invitaron a Su Santidad a ver el partido en su cuartel, pero el Papa tuvo que cancelar. El partido lo vería en su residencia de Santa Marta, y al final lo vieron ahí..
Al final, Argentina estuvo a dos minutos de irse a los penales, pero con un solitario gol de Ángel di Maria, la Albiceleste siguió su camino hasta la final en el Maracanã contra Alemania. No solamente Benedicto XVI y Francisco no vieron juntos el partido, ninguno vio el partido en directo, pero quien salió sonriente fue Benedicto. Al día siguiente, el Papa Francisco no podía ocultar su desazón.
Cuando escribí este texto, se anunció que la Euro 2020 se postergaría al año siguiente debido a la pandemia del virus CoVID-2019. Ésta era la historia perteneciente a Roma. La otra sede del grupo A se localiza a orillas del Mar Caspio. Se trata de la capital más profunda del mundo: Bakú, Azerbaiyán. Este artículo lo llevo planeando desde hace seis meses y ni de broma lo pospondré. Resulta que en esa ciudad nació uno de los mejores ajedrecistas del mundo, Garry Kasparov. Por cuestiones políticas se refugió en Nueva York. Josep Guardiola llegó a esa ciudad durante su año sabático y lo conoció. Tuvieron conversaciones que cambiaron para siempre su manera de plantear partidos. ¿Quieres saber todo eso? Esa historia y esa cátedra te las traigo la siguiente semana.
El Vaticano es el estado soberano más pequeño del mundo (44 ha, 900 habitantes) y surgió a raíz de los Tratados de Letrán en 1929. Aquí también ha llegado el futbol. En El Vaticano se disputa una liga, una copa y una supercopa entre trabajadores del Vaticano. También hay una liga para sacerdotes llamada Clericus Cup. Los mejores jugadores de la liga vaticana conforman la selección, no afiliada ni a la FIFA ni a la ConIFA. Los últimos tres papas tienen a su equipo favorito: Juan Pablo II (KS Cracovia), Benedicto XVI (Bayern Múnich) y Francisco (San Lorenzo). Por último, en el mundial Brasil 2014, el Papa se enfrentó a la Guardia Suiza en octavos de final y a Benedicto XVI en la final.
Nos vemos la siguiente semana. In proximum!