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·14 de enero de 2025

Eusébio bajo la mirada de Sabrina Duque

Imagen del artículo:Eusébio bajo la mirada de Sabrina Duque

Hacía tiempo que tenía en fila Necesito saber hoy de tu vida, el libro de perfiles periodísticos de la ecuatoriana Sabrina Duque, figura preponderante de la crónica latinoamericana actual.

Una de las cosas que más me seducía y generaba expectativa era el texto consagrado a Cristiano Ronaldo, asumiendo que Duque lo había escrito desde un lugar más bien distante al que se suele utilizar para aproximarse a la figura del astro portugués: la mesura.


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Si bien el perfil titulado ‘Oye, chico, ten calma’ me pareció muy bien logrado —especialmente cuando trae a cuento la llegada de Cristiano, un chico tímido proveniente de un archipiélago más cercano a Marruecos que a Europa, a la Portugal continental—, el que realmente me cautivó fue el que le dedica páginas antes a Eusébio, la leyenda nacida en la antigua colonia portuguesa de Mozambique, en las costas de África oriental.

Pese a que expresó su deseo de ser enterrado en un cementerio común, sus huesos terminaron en el Panteón Nacional, un monumento ubicado sobre una de las colinas de Lisboa que alberga a las más grandes glorias de la cultura portuguesa

A lo largo del texto, la cronista ecuatoriana relata que Eusébio solía almorzar siempre, desde que arribó a Lisboa, en el mismo restaurante, la Adega da Tia Matilde, una casa de inicios del siglo XX con techos altos, en un barrio de clase media del norte de la capital lusa. “Vi su nariz y sus pómulos de boxeador y sus ojos de chiquillo sorprendido. Le vi la piel oscura, encerada, y los dientes blancos de bromista eterno. ¿Sería él?”, reza uno de los pasajes más memorables de la radiografía.

Duque cuenta que tenía una entrevista pactada con Eusébio para mediados de enero de 2014, con el pretexto de hablar sobre cómo Cristiano Ronaldo había pulverizado su récord de goles como internacional y las posibilidades de Portugal en la Copa del Mundo de 2014. Para pesar de todos, la ‘Pantera Negra’ de Mozambique dejó de ver la luz el 5 de enero de ese mismo año, dos semanas antes del encuentro con su interlocutura.

Pese a que en vida expresó su deseo de ser enterrado en un cementerio común, sus huesos terminaron —luego de ser removidos del cementerio de Lumiar— en el Panteón Nacional, un monumento barroco ubicado sobre una de las siete colinas de Lisboa que alberga a las más grandes glorias de la cultura portuguesa. Para contextualizar el homenaje, Duque explica que ni Pessoa ni Saramago, por pensar en los dos emblemas literarios del país, merecieron un lugar en ese camposanto. Lugar que sí mereció, por ejemplo, Amália Rodrigues, la legendaria fadista.

Eusébio, tras ganar la Copa de Europa con el Benfica, fue citado por el dictador António de Oliveira Salazar para almorzar con él y evitar que fichara por la Juventus

En lo que supuso un encuentro con aura cinematográfica, la periodista ecuatoriana rememora cuando Eusébio, tras ganar la Copa de Europa con el Benfica, fue citado por el dictador António de Oliveira Salazar para almorzar con él en su residencia y evitar que fichara por la Juventus de Italia. El diálogo que sostuvieron, según los que estuvieron ahí, merece ser inmortalizado de manera íntegra:

—Usted no puede irse al extranjero —dijo Salazar—. Entienda que usted es patrimonio del Estado.

—¿Y cómo siendo patrimonio del Estado tengo que pagar impuestos? —replicó Eusebio.

Antes de cerrar el telón, si se me permite la digresión y con ánimos de que el libro encuentre más lectores, debo decir que el de Eusébio no es, ni de cerca, el mejor perfil de Sabrina Duque.


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Fotografía de Getty Images.

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