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·8 de agosto de 2025
¿Era necesario? [OPINIÓN] | Alianza Lima y el fichaje que huele a nepotismo
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·8 de agosto de 2025
La llegada de Franco Navarro Mandayo —Franco Navarro Junior, o “Franquito” para los amigos— al club se venía rumoreando desde hace días, pero pocos hicieron demasiado retumbe. Algunos, incluso, lo tomaron como una broma con poca gracia. Entre el mal momento del primer equipo a nivel local y la expectativa por lo que nos espera en octavos de la Copa Sudamericana, casi no había tiempo —ni hígado— para preocuparnos por más. Porque sí: cuando aún no se había confirmado la noticia, la sensación general era de rechazo. Y ahora que se confirmó, resulta innegable que la mayoría del pueblo blanquiazul está en contra de esta incorporación. Nosotros, naturalmente, nos incluimos en este grupo.
No obstante, caben algunas precisiones que podrían ayudarnos, ya sea a entender esta contratación o a solidificar nuestra voz de protesta. Sin más, vamos a ello.
Por Rubén Ravelo (@RuBenchoRavelo)
En primer lugar —y esto porque vemos a muchos aliancistas confundidos con el asunto—, debemos confirmar que el puesto que ocupará Franco Navarro hijo será el de gerente deportivo, el mismo que no hace mucho dejó José Bellina. Es decir, no se le está inventando un cargo ni nada por el estilo (solo para disipar alguna preocupación particular). Por su parte, Franco Navarro padre sigue firme en su puesto de director deportivo, lo que quiere decir, efectivamente, que será jefe directo de su querido retoño.
En segundo lugar, debemos hablar sobre la preparación académica de Navarro Mandayo. ¿Está apto, desde lo teórico, para ocupar el cargo? Creemos que sí. Pese a su juventud —34 años—, el exjugador peruano-argentino ha logrado forjar un currículo educativo decente: es bachiller en Comunicaciones y Marketing por la Universidad de Lima; culminó un diplomado ejecutivo en la FIFA, con especialidad en gestión del deporte; y, quizá su logro más significativo, obtuvo un MBA en Dirección de Entidades Deportivas por la Universidad Europea de Madrid. Asimismo, en su reciente entrevista para Alianza Play, Franquito asegura que dicta un posgrado de la FIFA en el Perú. En definitiva, si buscamos debilidades en su elección, este no sería el camino.
En tercer lugar, debemos hablar de su experiencia previa. Aquí es donde encontramos su talón de Aquiles: Navarro Junior solo ha trabajado en una entidad relacionada con el deporte, y lo hizo durante siete años y ocho meses. Hablamos de la Federación Peruana de Fútbol (FPF), donde se desempeñó en diversos cargos, empezando como coordinador de la Unidad Técnica de Menores hasta llegar a su última posición en el ente rector: gerente de selecciones nacionales. En el centro, el escándalo del avión parrandero para el repechaje ante Australia salpica de lodo su hoja de vida, aunque, desde luego, todos sabemos que la orden llegó de “más arriba”.
De ahí en más, Navarro Mandayo no registra experiencia de gestión en clubes y, menos aún, en clubes de gran envergadura. Y no exageramos al decir que su nuevo cargo es, con diferencia, el más importante de su carrera. Precisamente por ello, preocupa su nula experiencia fuera del cobijo lozanista.
Ahora bien, alguna mente acuciosa podría recordar que Franco Navarro padre tampoco acreditaba práctica previa como director deportivo en ningún club, pero, vamos, que su vasta experiencia en todos los demás campos relacionados con el fútbol y, no menos importante, su identificación como hincha de Alianza Lima le dieron suficiente respaldo para no ser tan cuestionado cuando fue anunciado a inicios de año. ¿Se podría decir lo mismo de Franquito? Definitivamente no.
Y aquí es donde, para bien o para mal —porque a veces toca mancharse un poco para dar con el tesoro de la verdad—, tendremos que entrar en terreno inestable: pese a sus virtudes anteriormente explicadas, mi única conclusión es que la llegada de Franco Navarro Junior depende casi en su totalidad del aval de su padre. Y lo mismo, claro, podríamos decir de su éxito, si lo tuviese.
Sí, quizá para muchos esto resulte una obviedad más grande que el Alejandro Villanueva, pero es deber de este redactor analizar todas las variantes antes de aseverar algo de tamaña magnitud.
Ojo: nadie aquí juega a ser Nostradamus prediciendo que la gestión de los Navarro fracasará indefectiblemente solo por esta suerte de cruzada nepotista. Al final, esto es fútbol, y peores cosas han funcionado —tanto en Alianza Lima como en cualquier otro club—; si no, recordemos quiénes nos administraron alguna vez y por cuánto tiempo, y que no siempre contamos fracasos en tales gestiones. Pero, en tiempos en que la imagen del club se ha vuelto tan importante, sobre todo por el impacto, a veces incontrolable, de la era digital, que un director deportivo contrate a su hijo para ser su mano derecha genera un ruido antiético imposible de soslayar.
A lo dicho: dependerá de Franquito —y de qué tan bien lo cubra o adoctrine su jefe/padre— que este año usemos a un nepobaby como chivo expiatorio (descuiden, aquí no vamos a explicar la frase como cierto discurso de Fiestas Patrias), como muñeco de Año Nuevo o, en el mejor de los casos, terminemos agradeciendo su arribo hasta el punto de exigirle al buen “Pepón” que siga contratando a más miembros de su familia para otros puestos de alto calibre en el club de nuestros amores.
Convertir en alegría esta soga al cuello autoimpuesta es el compromiso que nadie le pidió y que nuestro director deportivo parece haber aceptado encantado. Espero, de todo corazón, que sea más por convicción profesional que por amor de padre.