Elche 4-0 Rayo Vallecano: ‘La otra Boda Roja’ | OneFootball

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·29 de abril de 2023

Elche 4-0 Rayo Vallecano: ‘La otra Boda Roja’

Imagen del artículo:Elche 4-0 Rayo Vallecano: ‘La otra Boda Roja’

No era un partido, sino una manzana envenenada. Y el Rayo Vallecano la mordió con fuerza. Cayendo en la trampa de un Caballo de Troya con forma de colista desahuciado. Si en la vida nadie regala nada, en el fútbol menos. Fue bastante iluso, pues, pensar que el Elche alquilaría, plancharía y estiraría una alfombra roja hacia los tres puntos. La Franja tuvo enfrente un equipo con sus miedos y defectos, con la vena del coraje hinchada, pero la del fútbol rota. Un león herido. Y aún así, cayó goleado. Porque perdonó cuando fue mejor y Lejeune, que debió ver aburrida la pastilla azul, se tomó la roja con una entrada salvaje: roja directa y volantazo. A partir de ahí, desastre. Despertador de un sueño vuelve a complicarse. Que empieza a ser algo trampantojo.

No está perdido; ni mucho menos. Pero la derrota es una navaja al corazón tras el subidón del Barcelona (2-1). La perfecta escenificación, al fin y al cabo, de un Rayo que es el Dr. Jekyll & Mr. Hide. Un genio capaz de aterrorizar al líder y 64 horas después, ser títere ante el colista. Experto en proezas y harakiris. Iraola hizo dos rotaciones (descansaron Óscar Valentín y Trejo), para dibujar un once más que reconocible. De garantías. Firme. Con él, hubo un primer tramo de partido que rozó el monopolio. Isi pudo dejar solo a Alvarito, pero pecó de egoísta; el de Utrera falló un derechazo desde la frontal; Fran García no atinó esta vez desde 25 metros. Una tras otra. Erre que erre. El guion dibujaba una cuestión de tiempo.


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La locura de Lejeune

Hasta que apareció Lejeune, que cometió una atrocidad salvaje: entró con los dos pies por delante a un balón dividido, cazando con ambos las piernas de Pere Milla, que se salvó de un estropicio. Una entrada criminal, sin sentido, burda. Como que Melero López, a apenas dos metros de la jugada y en perfecto ángulo de visión, la saldase con amarilla. Tuvo que intervenir el VAR para darle un tirón de orejas y enseñarle lo que había sucedido en el 16:9 de la banda. Entonces no hubo dudas: roja directa. Clamorosa. A partir de ahí, un Rayo que había sido superior -y clemente-, se evaporó. Desordenado, dio varios pasos hacia atrás y no reaccionó ante la avalancha.

A orillas del descanso llegó el primero: Álvaro García defendió mal un córner, permitiendo el centro plácido desde la derecha. Remató Tete Morente de la manera más fea y torpe posible, pero el cuero, tras tocar en el brazo de Fran García -quién sabe qué habría pasado con ese brazo en caso de no entrar-, perforó la jaula. Pathé Ciss intentó despejar sobre la línea; no llegó. Gol. La reacción de Iraola fue extraña: Mumin por Álvaro García. No funcionó. De hecho, destrozó a un equipo que en los primeros 10 minutos de la segunda parte, no tuvo ni centro del campo… ni a Catena. Porque la desconexión del central en los dos goles posteriores supuso la hoja de renuncia a un partido para renunciar.

Calamitoso

Catena, primero no atinó a despejar un centro lateral, permitiendo que Lucas Boyé marcase ante Dimitrievski. E instantes después, Fidel vislumbró una autopista en su espalda y con la facilidad de un cadete, se plantó ante el portero de Kumanovo y le superó con la zurda. Mumin pedía explicaciones a su compañero, que sólo podía callar y mirar al cielo. Ahí murió el partido, pese a que Iraola diese entrada a Óscar Valentín, Trejo y RdT de una tacada. Fue más un golpe en el pecho que uno al mentón. Porque el combate ya estaba visto para sentencia. Por si las moscas, Gumbau hizo el cuarto a pase de Josan, confirmando que las pesadillas, a veces, son tan terroríficas como la de Elm Street.

Si hay un equipo capaz de ganar al líder, es el Rayo. Si hay un equipo capaz de firmar un sonrojo ante el colista, es el Rayo. Y en 64 horas sucedieron ambas. Paso atrás en el sendero a Liverpool. No definitivo, ni mucho menos, pero doloroso. A Vallecas sólo le queda cruzar los dedos y seguir remando. Sin mirar al horizonte, casi sin pensar. Porque si lo hace, probablemente se vuelva a encontrar con su vértigo crónico cuando tiene tan cerca las cosas. Un equipo que cuanto más perdida tiene una misión, mejor la afronta. Y viceversa. La de Elche, de Mayday.

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