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·18 de enero de 2021

El vestuario del Barça se empieza a cansar de Messi

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"Hemos defendido mal, no hablamos y tenemos que mejorar en eso, son detalles muy importantes. Alguien tiene que gritar, tenemos que trabajarlo". Antoine Griezmann estaba muy enfadado al término de la final de la Supercopa. Había logrado un doblete que no sirvió para nada. Disparó contra todos, sin citar nombres, pero se le entendía todo. Está harto de Leo Messi.

Griezmann está harto porque cuando Messi está en el campo todo el juego tiene que pivotar en torno a él. Cuando el Barça trenza una jugada de ataque hay que buscar a Messi para que sea él quien decide lo que hay que hacer. No se puede disparar a puerta porque antes hay que buscar a Messi y darle el balón. El juego de ataque del Barça está supeditado a Messi.


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Cuando Messi estaba bien, esta filosofía de juego daba réditos positivos porque el argentino siempre solucionaba la papeleta. Pero las cosas son ahora muy diferentes. Messi ha perdido chispa y velocidad y potencia. Ya no tiene la explosividad que le permitía desbordar sin problemas a sus rivales. Ahora falla en el pase, falla en el disparo y no se va de nadie. Y su aportación, lejos de mejorar el juego del equipo, lo empeora.

Messi perdió 21 balones ante el Athletic

Messi tocó en la final de la Supercopa ante el Athletic 104 balones en 120 minutos. Jugó en posición de delantero y sólo disparó dos veces a puerta, perdiendo 21 balones. Su partido fue más que espeso y contagió a sus compañeros.

Y crecen en el vestuario las voces que le culpan del juego y los resultados del equipo. No le necesitaron para superar a la Real Sociedad, teóricamente un rival más poderoso que el Athletic. Y con él en el equipo, el nivel de juego descendió hasta cotas inaceptables. Y sus compañeros ya hace tiempo que dudan de él. Cobra 100 millones y rinde como un aspirante a titular que no hace méritos suficientes para jugar. Pero juega. Siempre juega. Incluso él decide si juega o no juega. Y el vestuario empieza a estar harto.

Lo que Messi da en el campo no se corresponde con la ascendencia que se le presupone en el equipo. Y la solución pasa porque Messi abandone el club para que el equipo se acostumbre a jugar como un equipo de todos para uno y uno para todos, algo que no se da con Messi en el campo. Y aumenta la certidumbre de que Messi hipoteca el juego del equipo y coarta a sus compañeros en su libertad para explotar al máximo su talento, porque aquí sólo puede brillar el talento de Messi.

Fue el mejor de la historia, pero ahora es una rémora para sus compañeros. Y crece el número de descontentos en un vestuario que le culpa de la imagen decepcionante del equipo. De hecho Messi está presente en todas las fotos de los fracasos más sonados: en Roma, en París, en Anfield, en Lisboa... Sus compañeros van cambiando. Unos se van y otros llegan. Pero él siempre está ahí. Es el denominador común. Él, Busquets y Jordi Alba. Y son muchos los que empiezan a hartarse de los privilegios de quien va por la vida como el rey del fútbol y no encuentra más argumentos para imponer su reinado que repartir mamporros al contrario.

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