
La Galerna
·17 de mayo de 2025
El tiempo de los generales

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·17 de mayo de 2025
Esto no termina nunca. En el Real Madrid no hay finales lacrimosos de tercer acto, ni siquiera intermedios. La noción del “fin de ciclo” supone una frontera bien definida entre un proyecto caduco y uno incipiente, lo cual no coincide con el devenir natural del club y su gestión, al menos durante los últimos veinte años: el proyecto del Madrid no son los hombres que lo encarnan, son las historias que le dan cuerpo y alma a su leyenda. Cierto es que hay, como en toda organización, tiempos de reses gordas y tiempos de reses flacas, pero la velocidad de crucero de un gigante como el club merengue es tal que es imposible pensar ahora mismo en una larga travesía por el desierto: las heridas cicatrizan antes de sangrar.
La actual es una administración recursiva, es decir, que ajusta sobre la marcha, que planea, organiza, dirige y controla al mismo tiempo, recuperando de inmediato el rumbo, avanzando y asumiendo sin desgarramientos dramáticos los errores cometidos. El Real Madrid de Florentino Pérez huye hacia adelante escapando siempre de esa trampa dulce que aniquila tantos proyectos personales y comunitarios: la nostalgia. Es una gestión a todas luces transhistórica, del tiempo de la tecnocracia y la confianza plena en el porvenir. Es una visión de mundo afincada en el optimismo realista, lo que supone una preceptiva fundamental si es que queremos que este mundo no se vaya por el retrete: una mano en los sueños y la otra en la calculadora (cuentas claras que lo demás son cuentos). La patria es el futuro y el presente un mero pretexto para salir cada mañana en su búsqueda.
Cuando el viento a favor hincha las velas y la embarcación avanza sobre aguas sosegadas, es el tiempo de las multitudes, el jolgorio, los orgullos locales, el aspaviento y la algarabía popular que estalla en grito. Es la etapa emocional, el desfogue de los muchos que han depositado en una bandera sus pulsiones más íntimas; ¿no es acaso esta la razón de ser de los “forofos”?, ¿no buscan las aficiones de los equipos compartir un pedacito del dulce botín de la victoria?, ¿no es un nuevo título del Madrid el fármaco del que muchas personas echan mano para mitigar sus penurias cotidianas? Creo que sí, que no hay más interés de cada aficionado que el deseo de ganar vicariamente. Es todo.
Pero el Real Madrid es un club global, una empresa transnacional que debe apalancarse en la administración puntual de bienes escasos frente al reto creciente de clubes de fútbol embadurnados de petróleo (y colonia). Además, el fútbol como espectáculo ha perdido demasiado terreno frente a las nuevas formas de entretenimiento planetario: noventa minutos son “molto longo” para una generación novísima entrenada en la metralla mediática de TikTok. El meteorito brilla sobre nuestras cabezas y parece cada vez más grande: los dinosaurios tienen los días contados. El vino nuevo a los odres nuevos, se sabe, lo sabemos, lo sabe FloPer que encarna, gracias a Dios, al hombre de Estado y no al populista.
el Real Madrid es un club global, una empresa transnacional que debe apalancarse en la administración puntual de bienes escasos frente al reto creciente de clubes de fútbol embadurnados de petróleo (y colonia)
Ahora mismo estamos atestiguando una transición, una crisis que, como he dicho, se gestiona al vuelo, sin tener que tocar tierra porque no hay tiempo. La aceleración es el signo de nuestros días. Se va don Carlo (ese gigante) y llega, al parecer, Xabi Alonso; resulta claro que esta plantilla recibirá un sacudón proporcional al varapalo de los últimos días. El “mundialito” a la vuelta de la esquina y con él la posibilidad de acceder a un galardón más que jugoso (ciento veinticinco millones de maracas).
Yo siempre he creído que la Champions es la competición más importante de todas cuantas haya en el universo futbolístico, pero este año y sobre todo después de la gesta de los nerazzurri, tal vez pueda darme el lujo de plantearme algunas dudas. El entusiasmo es real. Las posibilidades no lo son menos y llegar a la final o ganarla supondría un extraordinario punto de partida para el nuevo entrenador; por el contrario, de no suceder esto, no sería un descalabro moral para el recién estrenado timonel toda vez que nadie en su sano juicio tendría la jeta de demandarle resultados a quien aún no ha deshecho las maletas. ¿Verdad?
Si la victoria es el tiempo de la tropa, la derrota es el tiempo de los generales. En esto estamos. La planeación estratégica reclama acciones responsables basadas en la experiencia y el cálculo, es decir, en la realidad codificada de la estadística y su prudente interpretación. El cuartel general debe encontrarse aislado de toda influencia externa, aunque no es fácil en estos días de ubicuidad mediática. Los medios tradicionales buscarán influir en las decisiones que ahí se tomen, lo mismo que el aficionado instrumentalizado quien —desprovisto de los rudimentos críticos mínimos para comprender el permanente estira y afloja del poder supuesto en una entidad ciclópea como el Real Madrid— duplica y amplifica las tendencias manipuladoras que expectoran día y noche las radios mentirosas: es el “madridismo” como sustantivo colectivo al que se refieren los pelafustanes del micrófono, es la clientela que los escucha y les envía mensajes de voz para repetir la doctrina antimadridista disfrazada de “crítica”.
Si la victoria es el tiempo de la tropa, la derrota es el tiempo de los generales. En esto estamos
Un ejemplo de esto que digo es la insistencia percutora en la necesidad de “canteranos”, cuando lo que claramente se busca con ello es reducir el talent pool del Madrid, aunque lo revistan de arrebato nacionalista: cuanto más amplio sea el menú, mayores serán las posibilidades del disfrute, pero al parecer no son pocos los que no tienen mayor interés que comer siempre lo mismo y que suelen creer que el mundo no es más grande que su barrio.
Sé de antemano que cualquier acción emprendida por los dirigentes de nuestro equipo recibirá duras críticas, incluso antes de comprobar en la realidad si las medidas implementadas fueron o no las correctas; por mi parte, confío plenamente en los ajustes precisos para que esta singladura vikinga enderece el norte y recupere, como es natural que sea, el derrotero de la gloria. Espero y demando también que los responsables de tomar las decisiones entiendan, hoy más que nunca, que los generales no se arrodillan.
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