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La Galerna

·18 de octubre de 2021

El Real Madrid y la pornografía

Imagen del artículo:El Real Madrid y la pornografía

Ya no recuerdo desde cuándo le debo a Jesús Bengoechea —quien, por si no se han enterado, es el editor de esta revista— un elogio del porno desde una perspectiva madridista. Confieso que he intentado hincarle el diente (a lo del porno y el Madrid, no a Bengoechea) más de una vez, pero nunca he acabado de encontrarle la vuelta al asunto, se me resiste el punto justo de equilibrio que exige cuestión tan delicada. Y resulta que ahora, tantísimos meses después, el artículo me lo acaba de hacer quien menos habría esperado, un personaje que ocupaba un oscuro rincón olvidado de mi memoria: José María Caneda, el otrora presidente del Compostela. Y lo ha hecho, además, brillantemente, en una breve frase de ocho palabras, en una síntesis magistral en la que no falta ni sobra nada: "Yo sólo veo al Real Madrid y películas pornográficas". Es verdad que podía haber añadido "valga la redundancia", pero a mí la frase me gusta más como la ha parido Caneda: escueta, lacónica, con la contundencia de un puñetazo. Paco Jémez, tal vez, la habría rematado con un "esto es asín", pero por fortuna el padre de la criatura es Caneda y no el entrenador especialista en jugar bien y encajar goles de cuatro en cuatro.

José María Caneda: "Yo sólo veo al Real Madrid y películas pornográficas"

Así pues, yo saludo la sabiduría de Caneda. Que tu ocio televisivo lo monopolicen el Real Madrid y el porno sólo puede obedecer a haber alcanzado una madurez intelectual, una capacidad para discriminar lo esencial de lo accesorio, y un dominio del proceso de depuración y decantación del propio ser, reservadas en exclusiva a personalidades únicas, a verdaderos prohombres. Sólo los auténticos elegidos son capaces de transitar este pícaro mundo habiendo liberado su propia existencia de polvo y paja mediante el dominio supremo del difícil arte de la paradoja.


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Sobre tan rara virtud, proclamar a los cuatro vientos tan nobles, exclusivas y congruentes aficiones, sin la menor sombra de vacilación o complejo, es una manifestación de un madridismo tan vívido, tan enraizado en el sustrato del alma, que produce una emoción tan intensa que llega a doler. Caneda ha desnudado su alma intrínsecamente madridista con la misma falta de inhibición con la que el Real Madrid desnuda mentiras y colecciona Copas de Europa, y los actores de la cinefilia canediana desnudan sus cuerpos y coleccionan ayuntamientos. ¡Cuánta coherencia, cuánto rigor se esconde en la espontánea frase de Caneda, en esa bendita ausencia de embarazo!

Que tu ocio televisivo lo monopolicen el Real Madrid y el porno sólo puede obedecer a haber alcanzado una madurez intelectual, una capacidad para discriminar lo esencial de lo accesorio, y un dominio del proceso de depuración y decantación del propio ser

Porque si, amigos, Real Madrid y pornografía están inextricablemente unidos, como nos enseña Caneda. La pornografía es festiva y truculenta, como —pongamos por caso— aquellas cuatro perforaciones en la portería del Bayern de Guardiola, que además puso la cama (o el estadio, que tanto monta). La pornografía es pirotecnia y sordidez, como los triunfos blancos y su tratamiento por la prensa. La pornografía es gozosa y vergonzante, como los éxitos del Madrid y los silbidos del Bernabéu. La pornografía es desacomplejada y enhiesta, como el orgullo indeleble del Real Madrid. La pornografía es explícita y no teme a los primeros planos, como las cuentas del Real Madrid. La pornografía es universal y es clandestina, como el Real Madrid y el madridismo underground. La pornografía es, sobre todo, convulsión, espasmo, exaltación, clímax, culminación. Y qué es el Real Madrid sino todo eso en su expresión más plena, más acabada, más saciante.

La pornografía es, sobre todo, convulsión, espasmo, exaltación, clímax, culminación. Y qué es el Real Madrid sino todo eso en su expresión más plena, más acabada, más saciante

Todo eso lo ha sabido ver como nadie don José María Caneda (este nombre ya exige el "don" como la playa exige el mar). Quién nos iba a decir que el protagonista de aquel sainete esperpéntico con Jesús Gil a las puertas de la LFP iba a darnos, varias décadas después, tan alta lección de hondo madridismo. Quién podría prever que habría de ser este hombre en apariencia algo chusco, y con más dominio de la gramática parda que de la de Nebrija, el que nos señalara el camino del madridismo más erguido, y más firme, y —también, por qué no— más recto. Mal haríamos en desoír sus enseñanzas. El madridismo, ese monumento erecto ad maiorem Dei gloriam, nunca jamás puede avergonzarse de sí mismo. Madridismo y pornografía, sí. Porque el madridismo es pornografía o no es.

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Fotografías Imago.

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