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La Galerna

·31 de marzo de 2024

El pueblo contra Vinícius Jr.

Imagen del artículo:El pueblo contra Vinícius Jr.

Si dejan por un momento lo que están haciendo y se permiten aguzar sus oídos un instante, muy probablemente oirán ustedes un estruendoso furor procedente de una marabunta enfervorecida que se manifiesta de manera constante, antorchas y garrotes en mano, contra el jugador del Real Madrid, Vinicius jr, quien vive en un estado de juicio permanente. Bueno, no de juicio. Tiendo a asociar la palabra juicio con justicia y no es esa la manera con la que se está juzgando al delantero carioca. Porque lo que busca esta muchedumbre no es justicia, ni respeto ni nada parecido, sino dar forma al primitivo sentimiento que han moldeado y alimentado los medios de comunicación contra Vinicius: el odio. Y si para ello tienen que abrazar prácticas tan lamentables como el racismo pues se abrazan, y luego se justifica con el sólido argumento de que al resto de jugadores de color del Real Madrid no se les insulta así.

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Lo acontecido en los últimos días es simplemente la gota que colma el vaso y el mejor reflejo posible de esta campaña de odio orquestada por los medios. En el partido que enfrentaba a Brasil contra España por la lucha contra el racismo, la santa prensa patria destacó dos acciones de Vinicius: una empujando a Laporte y otra encarándose con el banquillo español. Acciones que de por sí solas bastan para criminalizar al delantero brasileño y continuar justificando cualquier agravio que pueda sufrir. Se olvidaron, sin embargo, de mostrar lo que, como casi siempre, sí pudimos ver en las redes sociales posteriormente: las circunstancias que explicaban realmente lo sucedido en ambas situaciones. El empujón a Laporte venía precedido por una fea acción del defensa francés sobre un compañero de Vini, mientras que en la segunda acción Vinicius no inició la trifulca entre los banquillos, sino que fue Álvaro Morata el que se encaró inicialmente con la afición del estadio Santiago Bernabéu y Vinicius el que acudió a calmar los ánimos.


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me cuesta (y me duele) concebir una sociedad en la que tanta gente haya adquirido hacia alguien el odio suficiente como para anteponer insultar y desear la muerte a un jugador de otro equipo a dedicar sus esfuerzos a animar al suyo propio

Más allá de que siempre suela haber una explicación para cada polémica cuya quieran atribuir a Vinicius jr., más allá de la falta de empatía que se tiene con el jugador que más presión ha recibido seguramente en esta liga (quizás después de Figo en el Camp Nou) y que contrasta con la que sí reciben otros (fíjense en lo que han “dolido” los pitos del Bernabéu a Morata a algunos); llama tristemente la atención la ligereza con la que las masas están dando rienda suelta al odio que los medios han volcado sobre Vinicius. Para mí, el odio es un sentimiento muy fuerte y, en mayor medida, muy íntimo y personal. Alguien tiene que haberme hecho algo muy grave para que yo dedique mi tiempo y esfuerzo en odiarle y, sinceramente, dudo mucho que Vinicius haya incidido de una manera tan personal en la afición futbolera española como para merecer los denuestos que recibe semanalmente.

Vivimos en una sociedad tan exacerbada que muchos no se dan cuenta de lo inusitado que es que un jugador reciba cánticos racistas o amenazadores en partidos en los que dos equipos que no se enfrentaban ese día al brasileño se jugaban el pase a cuartos de final de toda una Champions League. Algunos incluso lo justifican. De una forma políticamente correcta, eso sí, signifique lo que signifique eso en el panorama futbolístico, periodístico y social español actual. Sin embargo, a mí personalmente me cuesta (y me duele) concebir una sociedad en la que tanta gente haya adquirido hacia alguien el odio suficiente como para anteponer insultar y desear la muerte a un jugador de otro equipo a dedicar sus esfuerzos a animar al suyo propio.

Otra prueba de la repercusión de la campaña que tiene lugar en este país contra Vini es que todo el mundo, y con esto me refiero a absolutamente todo el mundo, se permite el lujo de aconsejar a Vinicius y exigirle un comportamiento que, muchas veces, los mismos que lo demandan son incapaces de acatar. Desde la comentarista Paloma del Río, declarada antimadridista, que no entiende compatible defender el racismo mediante un documental a “sacar un perfil altanero en los partidos”, pasando por un Laporte al que no le recuerdo haber tuiteado en contra de ningún jugador anteriormente, hasta un Parejo que condena el comportamiento de Vinicius porque él, asevera henchido de orgullo, no contesta a los que le llaman borracho en los estadios. Un comportamiento envidiable el de Parejo, del que todavía estamos esperando una disculpa por su agresión a Rüdiger en esta acción de la temporada pasada o esta otra al propio Vini en la temporada anterior. Deben de estar al caer, tratándose de un jugador de tan impolutos valores.

Esta campaña que tan buen calado tiene en España no llega a tan buen puerto en el resto de Europa. Sin ir más lejos, al bueno de Rio Ferdinand, por lo que sea, no le ha llegado el mensaje de que la actitud de Vinicius justifica las injurias que pueda recibir; al contrario, Rio condena los insultos sobre el jugador del Real Madrid y demanda a Tebas una mayor reacción frente a la vergüenza que asola a su liga. Ya en su día Jürgen Klopp tuvo una reacción similar cuando le preguntaron si las provocaciones del brasileño merecían una reprimenda en forma de cánticos racistas. Más allá de la ejemplar respuesta del técnico alemán, lo que más dignificó si cabe a Jürgen fue su cara de absoluta incredulidad ante lo que todo el mundo, a su buen juicio, debería entender como una pregunta surrealista.

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En España, en cambio, la cacería ha llegado a tal punto que Vinicius parece el Mads Mikkelsen de la película danesa La caza, en la que el personaje sufre un linchamiento público tras una falsa acusación de delito sexual aunque, viendo la repercusión mediática que tiene en este país un jugador condenado por abuso sexual, puede que la imagen de Vinicius no se hubiera visto tan perjudicada si hubiera cometido un delito de semejante índole en lugar de cometer el crimen de no dejarse usar como dócil saco de boxeo de sus rivales.

A Messi le hemos visto desde agarrar del cuello a rivales, a pisar a conciencia a un rival cuando ya estaba fuera de la jugada o incluso disparar un balón que ya estaba fuera contra la grada rival. Pero, si hay un jugador que se lleva la palma, ese es Luis Suárez. El jugador antideportivo por antonomasia salía a agresión por partido, y no sólo nunca recibía los castigos disciplinarios que merecía sino que jamás sufrió una campaña de desprestigio como la que ha vivido Vini desde que llegó

Objetivamente, no encuentro en Vinicius una actitud demasiado distante de la de la mayoría de jugadores del fútbol actual. Consejos vendo que para mí no tengo. Muchos son los que viven al límite del reglamento, y a prácticamente todos se les puede encontrar jugadas donde la deportividad brilla por su ausencia. Los que hoy ponen de ejemplo a Cristiano Ronaldo para defenestrar la actitud de Vinicius parecen olvidar la rabia que les embargaba con las atrevidas y míticas celebraciones del portugués en los estadios rivales. A Messi le hemos visto desde agarrar del cuello a rivales, a pisar a conciencia a un rival cuando ya estaba fuera de la jugada o incluso disparar un balón que ya estaba fuera contra la grada rival. Ya lo ven ustedes: las dos mayores estrellas de las dos décadas pasadas han dejado en varios momentos de tensión acciones en las que su comportamiento fue, cuando menos, mejorable.

Pero, si hay un jugador que se lleva la palma, ese es Luis Suárez. El jugador antideportivo por antonomasia salía a agresión por partido y no sólo nunca recibía los castigos disciplinarios que merecía sino que jamás sufrió una campaña de desprestigio como la que ha vivido Vini desde que llegó, ni siquiera tras su sanción por morder a un jugador. Nunca se escucharon en los estadios cánticos del estilo “Suárez, muérete”, ni el uruguayo tuvo que vivir ningún tipo de episodio mínimamente similar a los del brasileño, afortunadamente para él y los suyos.

Es evidente que esta campaña no obedece al color de piel de Vinicius, ni tampoco a su actitud, que únicamente puede actuar como agravante de su verdadero delito: hacer ganar al Real Madrid. Porque esta guerra, aunque Vini la haya tomado como personal, no es contra Vini sino contra el Real Madrid. Vinicius no es más que el último y más sufrido eslabón de una larga cadena de jugadores que seguramente esté lejos de forjarse, y su actitud luchadora que no le permite achantarse es simplemente la excusa que el pueblo cree que le otorga la autoridad para insultarle sin filtro ni pudor.

Desde el lado contrario, el pueblo blanco podría haber contraatacado creando una campaña contra el jugador del Barcelona, Gavi, conocido por un ímpetu tan excesivo en su presión que varias de sus entradas son fácilmente interpretables como agresiones o susceptibles de tarjeta roja. Sin embargo, no sé si porque sigo a la gente adecuada, el día en que sufrió la desafortunada lesión que le ha alejado de los terrenos de juego durante nueve meses lo único que leí de mis madridistas afines fueron mensajes en los que le deseaban una pronta recuperación. Comparo esta situación con la de Vini y me doy cuenta de que no es que estemos en el lado bueno de la historia, es que estamos en el lado civilizado de la historia, lo cuál es más triste y descorazonador de lo que en un momento podría parecer.

No voy a hacer como el pueblo español y pasarme la vida juzgando a Vini y explicándole al jugador que más presión ha tenido que soportar en estos años cómo tiene que obrar, pero sí que me permitiría un pequeño consejo personal al brasileño: Vini, si encuentras a alguien que verdaderamente haya sufrido un agravio relativamente similar al tuyo, entonces siéntate a escuchar su consejo. En caso contrario, ignóralo y sigue a lo tuyo. Y baila. Baila como tú sabes.

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