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Vibra Segunda

·13 de enero de 2022

El Pucela del optimismo

Imagen del artículo:El Pucela del optimismo

Lo mejor se hace esperar. Eso nos decían nuestras abuelas en las ansiadas noches del 5 de enero en las que, cuando éramos niños, no podíamos pegar ojo. Porque, al fin y al cabo, la espera es parte del regalo. ¿Qué gracia tendría un regalo de Reyes sin su debida paciencia? Hacer la carta vale tanto como recibir dicho regalo. Y ya no hablamos de acudir a la cabalgata, donde se llega al pico máximo de la ilusión. Para la jornada 23 de La Liga SmartBank, los Reyes iniciaron en Zorrilla una cabalgata que finalizó por el Tartiere en un desfile futbolístico que culminó en el mayor de los regalos para la afición pucelana; el deseado puesto de ascenso directo. Y no se portaron nada mal.

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La demora se hace amena en Zorrilla

La espera ha sido larga, pero ya está ahí. El Real Valladolid ya se sitúa en puestos de ascenso directo y se coloca en una segunda posición en la que consolida su mejor versión en lo que va de temporada. Y no es para menos. Año nuevo, vida nueva. Ya lo dice el refranero popular. Tan solo ha disputado tres partidos en lo que va de 2022, pero el Pucela ha sabido aprovechar la sucesión de encuentros como local para impulsar la buena racha que ya llevaba consigo desde el final de la primera vuelta. Y todo pasa por un factor clave en toda esta ecuación; José Zorrilla. No sé si el dramaturgo se tomaría bien que le despertásemos de su reposo para darle las gracias, pero sí que podemos afirmar que el estadio que recibe su nombre es, a día de hoy, el feudo del mejor local de la categoría.


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El Nuevo José Zorrilla está para grabar una nueva temporada de La Casa de Papel. Asalto a Valladolid. Suena tremendo. A la producción de la serie le aseguro que, si no han podido acechar el fortín blanquivioleta los rocosos equipos de Segunda, poco podrán hacer sus atracadores. Ya lleva siete victorias consecutivas el Pucela en su templo. Todo mi respeto tendrá aquel equipo que acabe esa racha. Aunque por ahora parezca imbatible, el Real Valladolid debe aferrarse a ella lo mejor que pueda antes de que desvanezca, antes de que llegue un coloso (o no tan coloso) a tumbar a uno de los equipos en mejor forma de la liga. Y, con lo puñetera que es la Segunda, ese verdugo puede ser cualquiera. Ya lo sabe Pacheta por experiencia, y no fue gratificante.

Cuando un equipo se hace notar en su estadio, la mayor representación de su poderío no está en su juego, sino en sus gradas. Prueba de ello es la respuesta de la afición vallisoletana al estado en el que se encuentra su equipo. Un reflejo que fue vivido el pasado sábado en un vibrante derbi castellano frente al Burgos en el que, nuevamente, no solo sirvió como victoria, sino como un incremento de la moral del equipo y un paso en adelante en la lucha por el objetivo.

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Olvidar los fantasmas del pasado

Si tuviésemos que escoger a los tres Reyes Magos del Pucela, la respuesta sería sencilla. ¿Melchor? Pacheta. ¿Y Baltasar? Pacheta. Y desde luego que Gaspar sería también José Rojo Martín. El burgalés es la causa y el origen de toda una transformación vivida en la capital castellana. Un primer motor que ha puesto en movimiento todos los elementos eficientes del nuevo Real Valladolid. Desde la erradicación de una moral pesimista y tocada por el descenso hasta la fortificación de un vestuario que, cada día que pasa, evoluciona como un grupo sólido y con un líder al nivel de otra categoría. El fichaje del año y de la temporada. Durante el descanso del Valladolid-Burgos, en las entrañas de Zorrilla (más concretamente, en la cola del aseo), tuve el placer de escuchar una conversación entre un aficionado burgalés y otro vallisoletano. “Da gusto veros jugar”, decía el de Burgos. A lo que el pucelano respondía con un “da gusto venir a Zorrilla a ver fútbol”. Y es que hacía tiempo que Valladolid no gozaba de un juego tan dinámico y ofensivo, tan vertical y punzante, y, sobre todo, tan valiente y atrevido.

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No me atrevería a denominar este regreso del optimismo a Valladolid como Efecto Pacheta, algo que parece ser tendencia con la llegada de nuevos entrenadores a clubes. Pero Pacheta ha logrado cumplir con los estándares que se propuso. Lo primero, el orgullo. Ya vendrá luego el buen jugar. Así ocurrió. El de Salas logró contentar al público (tras unos palos iniciales que se desaparecieron pronto y una única pitada en Zorrilla tras la derrota frente al Tenerife), que era su prioridad principal. Ahora, con un fútbol que parece convencer a su gente, Pacheta tan solo debe corregir el error de la primera vuelta; la irregularidad. Aferrarse al ascenso directo es una obligación. Ganar, y ya luego uno estará pendiente de resultados ajenos. ¿Qué han ganado el Éibar y el Almería? No pasa nada. También lo hizo el Pucela.

La defensa parece otra, el medio del campo está más seguro que nunca con Roque y Aguado, el incidente de Plata parece haber quedado lejano, volviendo el ecuatoriano a la titularidad, y Shon Weissman sigue marcando goles. Todo va viento en popa a toda vela. Se han recuperado a jugadores que parecían más que suplentes, como un Nacho Martínez totalmente reivindicado sobre un Lucas Olaza con el que parece que no se cuenta, o como Javi Sánchez, que cumple la difícil misión de suplir a El Yamiq y ha aprovechado la situación para dejar caer una mejora de su rendimiento. Del descontento de la afición con Cristo se pasa rápido a la euforia del gol de Cristo frente al Burgos, que le puede servir al canario para coger confianza. Hasta cuando hay lesiones, el Pucela saca soluciones. Esa tendencia al optimismo es también parte fundamental de esta línea ascendente del Valladolid. Una línea que, si sigue por este camino, sobrepasará expectativas y pronósticos.

Toca mirar arriba

En boca de todos ha estado estas Navidades el último bombazo de Netflix. De No mires arriba me quedo con un mensaje que debe cuajar en el Real Valladolid. Del Pucela de no mirar ni a puerta al equipo que fija la primera posición como la meta. Del mirar hacia abajo a la exigencia por mirar hacia arriba de este nuevo Valladolid. Porque es lo que toca. Toca mirar arriba. Toca mantener el ascenso directo. Toca ir a por el Almería. Toca mirar por el ascenso. De nuevo, el cambio de mentalidad forma parte de este camino ascendente.

Empatado a puntos con el Éibar, con cuatro puntos de ventaja sobre el Tenerife y a tan solo tres puntos del líder (a falta de que se juegue el Lugo-Almería), el Valladolid está más en la pomada que nunca. Arranca lo bueno, y lo hace con unos regalos de Navidad que ayudan a mantenerse en la lucha. Al refuerzo de Jon Morcillo (cedido por el Athletic Club hasta final de temporada) se le añade la sorprendente irrupción de Iván Fresneda, un joven jugador del Juvenil blanquivioleta que, tras las bajas de Janko y Luis Pérez, ha disputado dos encuentros seguidos como titular, frente al Betis y Burgos. Resumiré su aportación en algo simple: el futuro es brillante. El chaval de 17 años ya se ha llevado una ovación de Zorrilla, y con él se abre la puerta a otros prometedores jugadores de la Cantera que ya se incorporan al trabajo del primer equipo, como Víctor Narro o Slavy. Sobra confianza hasta para apostar para jugar con un crío que parece llevar toda una vida jugando al balompié. No hay nadie mejor que Pacheta para otorgar dicha confianza.

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La sensación a día de hoy es que el Real Valladolid es un equipo temido. La visita a Zorrilla es la consulta del dentista para los rivales, y las humillaciones de El Plantío y Lezama parecen estar lejos ya de un maduro y crecido equipo que aumenta su soberanía en la liga con cada partido. Lo normal es que el rival del Pucela sea el sometido. Si hace unas escasas jornadas los de Pacheta veían la lucha por el play-off como algo que iba a estar difícil y concurrido por demasiados equipos, semanas después el Valladolid se encuentra a una cercana distancia de un líder que no parecía que fuese a caer. La idea de dar por perdida la primera plaza por el dominio almeriense ha desaparecido. La lucha no se negocia, y la primera posición, ahora, se ve jugosa, posible y, sobre todo, necesaria. Tiempo al tiempo. Arranca la tensión de la recta final. Arrancan las noches de transistor prestando atención a resultados de los rivales. Arranca lo bueno.

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