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La Galerna

·12 de noviembre de 2024

El problema de los tres cuerpos

Imagen del artículo:El problema de los tres cuerpos

El problema de los tres cuerpos no es sólo el título de una famosa novela china de ciencia ficción, sino también, en mi opinión, una de las claves de este extraño y preocupante primer tercio de la temporada del Real Madrid de Ancelotti. Sin saber tanto de fútbol como Mina Bonino, el italiano se ha visto en la tesitura más complicada de su carrera como entrenador: cuadrar el círculo o, en otras palabras, construir un esquema de juego coherente en torno a tres futbolistas intocables, Vinícius, Mbappé y Bellingham, dos de los cuales juegan en la misma posición.

Visto desde arriba, por ejemplo desde el tercer anfiteatro del Colosseo Bernabéu, el equipo parece un virus observado por la mirilla de un microscopio en un laboratorio: es una masa compacta e informe que se mueve sin aparente ton ni son y que avanza y retrocede de manera aleatoria en función de estímulos externos. El otro día, que estuve allí y pude verlo in situ, el Milan, un Milan muy flojito, regularcete, poco más que aseado, tuvo suficiente con subir las líneas y juntarse con orden en la faja central del terreno de juego para desactivar por completo al campeón de Europa. Con eso y con algunos balones de vez en cuando a la espalda del lateral derecho ganaron cómodamente por dos goles de ventaja que pudieron ser más. La impresión que dio el Madrid fue ciertamente horrible, de equipo deslavazado y sin profundidad.


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Ancelotti se ha visto en la tesitura más complicada de su carrera como entrenador: cuadrar el círculo o, en otras palabras, construir un esquema de juego coherente en torno a tres futbolistas intocables, Vinícius, Mbappé y Bellingham, dos de los cuales juegan en la misma posición

Lo del Milan fue incluso peor que el 0-4 previo del Barcelona porque es un equipo mucho más limitado que el de Hans Flick. La sensación es que el Madrid no pudo ni supo cómo, mientras que, al menos en la primera parte del clásico, el equipo sí tuvo opciones y a poco que hubiera estado algo acertado de cara a portería se podía haber ido al descanso con un bueno y bonito 2 a 0 a favor.

Hay mucha tela que cortar aquí. Por un lado y en sólo cuatro meses, el Madrid ha pasado de ser el mejor equipo de Europa a no poder competir con el Barcelona de Hansi Flick, cuyos jugadores parecen beber queroseno en vez de agua aunque, también hay que decirlo, sin Lamine Yamal son medio toro. ¿Qué diferencias hay entre el equipo que consiguió el doblete en Londres, en junio, y el equipo que zozobra ahora?

Del once titular salió Kroos y entró Mbappé. Un único cambio que, sin embargo, implica un desbarajuste profundo, un desorden que Ancelotti no ha sabido, por ahora, ajustar. Hay quien sólo ve la responsabilidad del entrenador en no saber conducir “el Ferrari” que Florentino Pérez le ha puesto en las manos pero ¿es sólo Mbappé?

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Defensivamente, el Madrid mete miedo al miedo. Con muy poquito cualquiera lo desarbola. Hasta un ciego veía ya en junio, cuando por fin se formalizó el eterno fichaje del 9 francés, que el equipo necesitaba un defensa central, un lateral de reemplazo y al menos otro centrocampista de corte organizador. Ahora necesita, para ayer, como poco dos centrales con experiencia en la batalla a cuya sombra pueda crecer Raúl Asencio. No obstante el club, empeñado en la terminación del estadio, consideró en verano que era a todas luces innecesario reforzar la plantilla con esos accesorios “secundarios”. Por lo que cuesta un central suplente, pensará Pérez, insonorizo el Bernabéu y me quedo tan oreado.

Otro día habría que considerar lo que, sin darle la razón a la campaña de descrédito movida por intereses bastardos ajenos por completo al “bienestar vecinal” que intenta arruinar el concepto del Bernabéu como eventódromo, parece una seria chapuza: fiar el futuro de la institución a una reforma con razonables dudas estructurales que, por el momento, han llevado a cerrar la agenda de conciertos hasta bien entrado el año que viene. Aunque esto no es una cuestión estrictamente futbolística es imposible, la verdad, no pensar que la inversión del Madrid en la reforma del campo no está afectando a los planes deportivos inmediatos.

El Ferrari no tiene ruedas traseras y la dirección está rota. No hay centrales más allá de Rüdiger, quien un buen día puede petar, a la vista de la plaga de cruzados que asuela al equipo. No hay lateral derecho y el pivote continúa siendo una incógnita. No es un problema de actitud, sino de concepto y de recursos.

El primer cuerpo del problema, entonces, es Mbappé. De los tres, el mejor, a leguas del segundo, es Vinícius Júnior. Su rendimiento es impresionante y, ahora mismo, su presencia en el once titular no tiene discusión. De los otros dos sí que habría que hablar. Mbappé es un hombre dentro de un laberinto. A priori, parece un problema irresoluble: con 25 años habría quien diría que ya ha jugado sus diez mejores partidos como futbolista profesional, ninguno por supuesto en el Madrid. Es un jugador menguante, tocó techo con 18 años y lo que el madridismo se ha llevado siete largas temporadas esperando es un tipo no tan rápido como creíamos cuyo repertorio es corto y previsible. A diferencia de Vinícius, que es capaz de inventarse un Orinoco en mitad del desierto del Sáhara, la imaginación de Mbappé es muy plana y su radio de acción queda limitado a un área superpoblada del ataque que sin embargo queda con frecuencia desconectada de la segunda línea, lo que genera un abismo terrible que a menudo aprovechan los rivales para sangrar el “balance defensivo” del Madrid con suma facilidad.

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Bellingham, el tercer cuerpo, sigue sin hallar su sitio y se pasa los partidos echando maratones sin sentido. La estructura del equipo el año pasado, en órbita alrededor de Kroos, favorecía su mejor virtud, que era la llegada, la aparición imprevista, incluso la función de doble punta o falso nueve. Carletto, es verdad, ha estado desacertado y errático desde agosto en su búsqueda de una solución. Bellingham y Valverde, los más polivalentes de sus centrocampistas, han variado tanto de posición en este tiempo que ya uno no sabe qué son ni de qué juegan. Si la cosa, al principio, era suplir la baja de Kroos, ahora es ordenar todo este caos. La sensación con la que me fui del campo el día del Milan es que el equipo se le había ido de las manos, algo pavoroso teniendo en cuenta el savoir faire de un hombre cuya baza fundamental es la sabiduría y el trato con el futbolista.

El problema de los tres cuerpos obliga al Madrid a jugar como un ente amorfo. Condiciona la superestructura del equipo y además la relación con el palco, pues, naturalmente, ¿cómo va Carletto a sentar a Mbappé ni a Bellingham? Algo así le pasó hace veinte años con el finado Berlusconi. Il Cavaliere le dijo poco más o menos que jugara con cinco delanteros.

un doble pivote Camavinga-Valverde en torno al cual brujuleen Güler y Bellingham puede ser una solución de contingencia que, además, libere a los dos guepardos de arriba y ordene al equipo en torno a un 4-4-2 tradicional

Ancelotti siempre ha sido un excelente visir al que la experiencia y la inteligencia han guiado a la hora de adecuar las necesidades reales con los imperativos deseos de los sultanes. Pero esta vez el Ferrari no tiene ruedas traseras y la dirección está rota. No hay centrales más allá de Rüdiger, quien un buen día puede petar, a la vista de la plaga de cruzados que asuela al equipo desde agosto del año pasado. No hay lateral derecho y el pivote continúa siendo una incógnita. No es un problema de actitud, sino de concepto y de recursos.

No hay más cera que la que arde y por mucho que el Madrid sea el Madrid, no se pueden hacer milagros cada cinco minutos. Las lesiones quizá simplifiquen a medio plazo el asunto: un doble pivote Camavinga-Valverde en torno al cual brujuleen Güler y Bellingham puede ser una solución de contingencia que, además, libere a los dos guepardos de arriba y ordene al equipo en torno a un 4-4-2 tradicional. Pero esta es sólo una propuesta. Al fin y al cabo yo no soy Mina Bonino.

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