VIP Deportivo
·5 de marzo de 2020
El Partido de la Muerte

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·5 de marzo de 2020
11 jugadores saltaron al verde del Zenit Stadium a hacer historia y derrotar a los alemanes donde solo podían hacerlo: jugando al fútbol. Aunque lo más difícil es el eterno partido contra el olvido.
El fútbol, aunque no lo parezca hoy día, no fue un deporte muy popular a principios del siglo pasado. Su masificación comenzaría a partir de 1914 y su práctica se utilizó para paliar las penurias de una época marcada por la gran crisis que supuso el final de la I Guerra Mundial. Alemania, tras el ‘crack del 29’, estaba sumida en una depresión abismal que caló muy hondo entre los ciudadanos. El balompié fue una válvula de escape para muchos y pronto se usaría como propaganda política del partido nacionalsocialista, como una forma de expresar al mundo que la raza aria era superior a cualquiera. Los juegos olímpicos de 1936 en Berlín fue una prueba de fuego para aquella imagen que se quería mostrar. Una derrota de la selección germana contra los noruegos supuso un jarro de agua fría para las aspiraciones nazis.
En Ucrania, a inicios de 1930, el fútbol era un deporte tremendamente popular. El equipo predominante fue el Dinamo de Kiev, que se constituyó como uno de los equipos fundadores de la liga en la URSS. En 1938 acabaría cuarto pero las dos siguientes temporadas serían decepcionantes, puede que debido al estallido de la II Guerra Mundial, la contienda más importante de la historia reciente. La competición se pararía de forma indefinida debido a que, en junio de 1941, se desarrollaba la ‘Operación Barbarroja’, el ambicioso plan de Hitler de invadir la URSS y acabar, de esta forma, con uno de los mayores y más problemáticos frentes que tenía abierto. Muchos jugadores del Dinamo acudieron a la llamada para salvaguardar a su patria pero en septiembre de ese mismo año, las fuerzas militares nazis entraban y ocupaban la ciudad de Kiev. El equipo más importante se quedaba vacío. Jugadores que un día eran considerados estrellas, malvivían en las calles, sobreviviendo como podían.
Un día, como muchos otros, Josef Kordik, dueño de una panadería de la ciudad y fanático del Dinamo de Kiev, iba paseando por las calles de la ciudad ucraniana. Gracias a su origen alemán, pudo mantener su estatus y seguir con su negocio sin más problemas que la propia ocupación nazi. Entre la muchedumbre que se agolpaba a lo largo de la vía pudo distinguir a un hombre, alguien a quien había visto atajar balones hace algunos años. El portero del Dinamo, Trusevych, se encuentraba en la calle, como otros muchos refugiados. Kordik, sin dudarlo, le ofrece un trabajo en su panadería y Trusevych lo acepta. La historia podría haberse quedado ahí, pero el destino siempre aguarda grandes cosas. El panadero anima al portero a formar un equipo del local para jugar partidos de fútbol por lo que Trusevych se encomienda a buscar a sus antiguos compañeros y viejos rivales del Lokomotiv para crear el equipo, que se llamaría FC Start.
Los integrantes de aquel equipo serían ocho del Dinamo y tres del Lokomotiv como ejemplo de que las rivalidades se pueden dejar a un lado. El primer partido fue contra el Rukh ucraniano, que le endosaron un 7-2. El siguiente contra un equipo militar húngaro: 6-2 para el combinado ucraniano. El tercer partido contra otro club militar, pero esta vez de origen rumano: 11-0. Sin preparación, sin entrenamientos, mal nutridos pero aún así jugaban para el disfrute de la población local que, de alguna forma, se inhibían y aumentaban sus esperanzas de un futuro mejor. Los siguientes encuentros, contra un combinado formado por trabajadores del ferrocarril militar y el PGS alemán (equipo semiprofesional), acabaron con resultados similares, creando una situación de descontento y recelo entre los ocupadores, por lo que decidieron enfrentarles contra un equipo profesional, el MSG Wal húngaro. Dos partidos más tarde, el FC Start se alzó con la victoria, con un resultado global de 8-3.
La éltie militar alemana, recelosa de la popularidad que estos hombres estaban cosechando, decidió organizar un encuentro con su propio equipo para aplastar a aquellos panaderos. El Flakelf, una escuadra formada por miembros de la Luftwaffe, jugó y acabó con la victoria de los ucranianos, muertos de hambre por esta situación, con un claro 5-1. La plantilla, que estaba llena de jugadores en pleno rendimiento, no fue rival. Las SS, furiosas y avergonzadas por aquel espectáculo, organizaron un segundo partido, que se conocería más tarde como ‘El Partido de la Muerte’.
La leyenda cuenta, y también la propaganda soviética, que un oficial de las SS se les acercó en primera instancia para recomendarles que jugasen bien, que diesen un buen espectáculo, pero que al final perdiesen el partido. Además, se les informó de que a la salida al campo, ambas plantillas debían hacer el saludo nazi al palco del Zenit Stadium, donde se encontraban las autoridades alemanas. Unos hicieron lo suyo, brazo en alto y al grito de Heil Hitler! el FC Start, en cambio, alzaron sus voces al unísono: Fizculthurg! (¡Viva el deporte!), lema de los equipos de la URSS. El partido estuvo marcado por un árbitro que toleraba todas las acciones dudosas y duras de los alemanes. A pesar de toda la ventaja que pudieran tener, cuando los 22 jugadores abandonaron el terreno de juego a los 45 minutos, el marcador daba un resultado a favor de los ‘muertos de hambre’. 3-1 y en la grada alemana se mascaba la tensión. Una segunda derrota nazi era intolerable. Fue aquí cuando otro oficial de las SS volvió a entrar en el vestuario visitante y les advirtió de las consecuencias que iban a padecer si cosechaban esta victoria. El silencio se hizo, paradójicamente, sonoro. Los 11 jugadores no expresaron ninguna palabra, simplemente se levantaron y volvieron al campo, dispuestos a ganar aquel partido. ¿Resultado final? 5-2 y con una jugada que quedará en el recuerdo, sin saber si fue mito o realidad pero que es un claro reflejo de aquel encuentro. Alexei Klimenko regateó a los defensores rivales y al portero para quedarse solo ante la portería y, posteriormente, chutar el balón al centro del campo, como un claro gesto de desprecio a aquellos hombres que habían ocupado y destruido su querida tierra.
Tras este emocionante y durísimo combate, el FC Start jugaría un último partido, contra el ya conocido Rukh, al que humillaron con un abultado 8-0. La Gestapo, molesta por esta inyección de moral entre la población local, apareció delante de las puertas de todos los futbolistas. Algunos murieron por las tremendas torturas a las que se les fueron sometidos, otros acabaron enviados a campos de concentración para, finalmente, terminar pereciendo allí. Algunos sobrevivieron y pudieron contar la historia de estos valientes, que no se amedrentaron ante las horribles consecuencias. Sus testimonios sirvieron para filmar dos películas en homenaje a estos 11 jugadores, incluso llegando a Hollywood con un fantástico largometraje, Evasión o Victoria, de 1981 y con la presencia de Pelé, Sylvester Stallone, Michael Caine o Bobby Moore, entre otros, que concluyó con un final feliz, contrario a la historia real del FC Start.
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