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La Galerna

·8 de agosto de 2020

El mea culpa de Varane

Imagen del artículo:El mea culpa de Varane

El central francés atribuyó a sus errores la derrota del Real Madrid

Hay que ser realmente valiente para, después de una derrota como la de ayer ante el City de Manchester, cargar con la totalidad de la culpa de dicha derrota.

Eso es precisamente lo que hizo nuestro cuarto capitán, un joven de 27 años que ha ganado todos los títulos habidos y por haber, a nivel de clubs, y también coronado como campeón del Mundo con su selección francesa en Moscú, en caliente, sin pasar por la ducha, atendiendo a pie de la dolorosa derrota a los micrófonos televisivos.


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Fallos hay en todos los partidos, de hecho, el fútbol es un juego en el que la mayoría de los goles se producen debidos a algún fallo, un mal marcaje, un mal control, un pase al contrario, una mala medición a la hora de saltar o de atajar. Los dos fallos de Raphaël Varane en el Etihad Stadium se pueden considerar como gravísimos, sobre todo al ser el último hombre y con la portería prácticamente desguarnecida. Yo mismo, cuando los vi, me llevé las manos a la cabeza ya que me parecieron fallos propios de un aficionado o de un cadete. Nos costaron sendos goles y, sobre todo, el segundo, nos borró directamente del partido y de la eliminatoria.

Habrá que recordar que Varane, en las 9 temporadas que lleva en el Real Madrid, ha jugado 319 partidos, y ha ayudado a levantar nada menos que 18 títulos: 3 Ligas, 4 Champions, 1 Copa del Rey, 3 Supercopas de España, 3 Supercopas de Europa y 4 Mundiales de Clubs. Y que, posiblemente, dentro de tres o cuatro temporadas, pasará a ser el primer capitán del club, lo mismo que sucederá en la selección francesa en cuanto deje de ser convocado Hugo Lloris.

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“Quiero dar la cara porque esta derrota es mía. Lo tengo que asumir.” Fuentes bien informadas nos hacen saber que también pidió disculpas a sus compañeros en el vestuario, en un ejercicio de humildad y de autocrítica realmente modélico.

El primer fallo tiene a mi juicio cierta corresponsabilidad por parte de Thibaut Courtois, que en lugar de lanzar un pelotazo hacia el centro del campo, prefirió mandar un balón envenenado a su central en la esquina derecha de su línea defensiva, pero aún así Varane asumió entero su error. El segundo sí que es achacable cien por cien al zaguero francés.

Actitud ejemplar

Lo que me llama mucho la atención de este mea culpa, tras una noche aciaga de todo el equipo, incluyendo el magisterio de Zidane, es que en los errores más graves que recuerdo de las noches (o tardes) negras del Madrid, nadie ha sido tan valiente de reconocerlos de inmediato y de forma tan acaparadora y exclusiva. Podemos hablar de fallos descomunales, como el que propició el gol de Alan Kennedy en la final de 1981 de Copa de Europa, del chut blando y centrado de Linskens en el partido de ida de la semifinal de 1988 ante el PSV Eindhoven, que convirtió aquél 1-1 en una losa insalvable para la mejor versión de la Quinta del Buitre, el gol de Godín en la final de Lisboa o, más recientemente, el fallo infantil que permitió a un Atlético entregado a la derrota poder resucitar en la final de la Supercopa de Europa con el gol del empate de Diego Costa. Estos enormes errores, que también tenían nombres y apellidos, no logro recordar que sus protagonistas pasaran por el confesionario de los micrófonos nada más terminar los partidos, para entonar su particular acto de contrición sincero y sentido.

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Por mi parte, ningún deseo de crucificar a Varane por ambos errores, gravísimos insisto, además de tener en cuenta que su temporada hasta el partido de Manchester, y, en particular, desde la reanudación de las competiciones a mediados de junio, había sido casi tan sobresaliente como la de Sergio Ramos o el propio Courtois.

En las derrotas más dolorosas, y ésta fue la más sangrante del último año, es bueno sacar alguna buena enseñanza para el aprendizaje futuro, y el poder destacar una actitud ejemplar como la de Raphaël Varane no sirve de consuelo, pero sin duda es una lección magistral que ya quisiéramos ver, por ejemplo, entre nuestra casta política, incapaz siempre de reconocer errores propios y con una capacidad de autocrítica rayana al cero absoluto.

Fotografías Getty Images.

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