El lado oscuro de Laporta. Capítulo 26: La historia de un año en blanco por culpa de la autocomplacencia | OneFootball

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·11 de junio de 2021

El lado oscuro de Laporta. Capítulo 26: La historia de un año en blanco por culpa de la autocomplacencia

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Capítulo 26 del libro "El lado Oscuro de Laporta", de Pedro Riaño, en el que repasamos todos los detalles del primer mandato de Joan Laporta como presidente del Barça para entender su comportamiento en la actualidad.

Presidente a tiempo parcial

Algunos, como Lluís Mascaró en Sport, preferían restarle dramatismo a la noticia buscándole, siempre positivo y útil, el lado amable: “Laporta fue la estrella de la 'Noche Porsche'”. Por tanto, lo que los barcelonistas tenían que hacer era agradecerle a su presidente sus esfuerzos, incluso fuera de horario laboral, por convertir en estrella mediática, y con éxito, a la máxima autoridad del club. La fiesta de Porsche era uno más de esos cuatro “actos” diarios a los que acudía y de los que presumía.


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Si el presidente era capaz de ignorar un hecho trascendente en la vida de su club, no podíamos luego esperar que a Eto´o le preocupara lo que hacían sus compañeros en la final de la Copa Catalunya o que Ronaldinho apareciera por el campo cuando no estaba convocado. Hay que convenir que el presidente fue un espejo de referencia en el que se miraron los futbolistas. Su propio ejemplo sembró de autocomplacencia ese vestuario hasta que Guardiola introdujo allí la cultura del trabajo poniéndose él como modelo y referencia.

Culpables todos

El 12 de junio de 2007 Josep Maria Casanovas se subía finalmente al carro de los palos en Sport, aunque, eso sí, delimitando con mucha delicadeza el grado de culpabilidad de todos los estamentos del club tras la debacle de una temporada en blanco. Para el editor de Sport los jugadores eran culpables, Rijkaard responsable y la directiva cómplice: “La directiva no puede salir de rositas ya que es cómplice de la situación. A lo largo de la temporada, han vivido en sus propias carnes la decepción de un equipo que no cumplía las expectativas previstas. Les faltaron reflejos para adelantarse a los acontecimientos, poner orden a la vida nocturna de algunos jugadores, controlar las fichas médicas para darse cuenta de que algunos no estaban en forma, tratar a los jugadores como profesionales y no como amigos. La directiva no se tiene que meter en cuestiones técnicas, pero sí debe controlar el trabajo del entrenador para que no caiga en la relajación o el amiguismo. Una directiva que ha cuadrado los números de la gestión económica no puede consentir que en el campo deportivo la actitud y el esfuerzo no estén al mismo nivel”.

El que avisa no es traidor

Una semana más tarde Josep Maria Casanovas lamentaba que su amigo Joan Laporta no hiciera caso de los mensajes que le fue enviando en sus escritos a lo largo de la temporada. “El que avisa no es traidor”, le advertía. ¿Y el que no avisa? ¿Y los que se pasaron el año creando opinión desde la autocomplacencia haciendo sonar las palmas? Los que desde el primer minuto de la temporada hasta el último se sumaron al “que no estamos tan mal, hombre” ¿Esos sí eran traidores por no avisar?


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Las giras metropolitanas de media docena de jugadores

En la contraportada de Sport ese mismo día Miguel Rico seguía haciendo méritos para ser despedido: “De repente todo son palos. De buenas a primeras, quienes se han pasado el año entero mirando hacia otro lado -empezando por el presidente Joan Laporta y acabando por Txiki Begiristain- parecen haber encontrado súbitamente todas las claves del fracaso blaugrana. Una repentina y milagrosa percepción de la realidad que, lejos de diluir su responsabilidad, la multiplica por mil al ser público y notorio que uno y otro, en absoluta dejación de funciones, han consentido la lenta muerte del equipo al ignorar, temerariamente, todos los síntomas que ha venido manifestando la plantilla.

Decir ahora como dice el presidente, que su error ha sido no actuar con la inmediatez necesaria al enterarse, tarde, de ciertas situaciones que se han dado en el equipo, es faltar a la verdad porque, desde el primer día en que comenzó a esbozarse el desastre, para ser exactos desde la final de la Supercopa de Mónaco, el club sabía exactamente por dónde empezaban a perderse los objetivos. Y la culpa, honradamente, no era tanto de la denostada y acaso impropia gira norteamericana de diez días estresantes sino de las semanales y nocturnas giras metropolitanas, que durante nueve meses –un embarazo– han tenido entretenidos a media docena de jugadores. Casi siempre los mismos.

Y eso, señor Laporta, señor Begiristain y especialmente señor Rijkaard, lo sabía toda la ciudad de Barcelona y también las de Castelldefels, Gavà y Sitges pero el club, excusándose en que el equipo –a trancas y barrancas– seguía liderando la clasificación prefirió ignorar la situación en vez de aplicar la mano dura que exigía tan inaceptable despropósito y que hoy, cuando ya está todo perdido, se piensa corregir aplicando de forma inmediata y radical las normas de disciplina interna. Por Dios. A buenas horas. Claro que igual todo este numerito de hoy es para que nos creamos que los inocentes no son culpables cuando, en realidad, son, desde el principio, los más culpables”. Los cómplices de Casanovas eran para su director adjunto los más culpables.

El sueño de Laporta

Con la liga 2006-07 todavía por decidir, informaba Sport de que Joan Laporta acudió a la cena de la Mutua Universal, presidida por su suegro, la misma que sería investigada por presunto  fraude de sus ejecutivos poco después. Allí manifestó que entre sueños había visto el Real Madrid-Mallorca de la última jornada y Maxi López (el talento fichado por Txiki, entonces cedido en el equipo balear) lograba un gol con la mano. Los sueños, sueños son. Maxi salió al campo cuando el Mallorca vencía por 0-1 en el Bernabéu, el Madrid acabó ganando 3-1 y llevándose la Liga.

Entierros de Gonzalvo III y Polanco

El 7 de abril de 2007 el barcelonismo perdía a Marià Gonzalvo, Gonzalvo III, el capitán del equipo de las Cinco Copas, el equipo de Kubala que maravilló al mundo y puso los cimientos del Camp Nou. No debía reunir los suficientes requisitos para que Laporta se dignara a darle el último adiós. No asistió a su entierro. Más sensibilidad mostró con Jesús Polanco, presidente del grupo Prisa, fallecido en Madrid poco después. En este caso Laporta no tuvo ningún inconveniente en coger el avión y presentarse en la capital para acaparar espacio mediático.

Gonzalvo no jugó en el Dream Team a las órdenes de Cruyff ni participó en la galaxia del círculo virtuoso. Ese fue su gran pecado. Polanco, en cambio, aseguraba flashes.


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Admite falta de compromiso

Tantos meses, tantos años llenándose la boca con la palabra “compromiso” y ahora resultaba que de lo dicho nada. Admitía el presidente en Tarragona, poco después de consumarse la tragedia de la pérdida de una liga que estaba ganada, que “en algún momento he visto cierta falta de compromiso, quizá debido a la situación de éxito que estaba viviendo el barcelonismo”. Es decir, que el presidente nos tuvo a todos engañados con aquellas monsergas del compromiso y de que todos los fichajes llegaban atraídos por su proyecto y perdiendo dinero. Al final, las cosas acaban siendo como son y no como nos quieren hacer creer que son. Quizá por eso, La Vanguardia, cuya línea editorial era hasta entonces poco o nada sospechosa, le concedía a Laporta  el semáforo rojo en su página 2 haciéndole “máximo responsable del fracaso total por no haber querido tomar medidas a tiempo”. ¿Es posible que le faltara también a él compromiso? ¿O simplemente que su agenda de actividades le impedía ocuparse del club?

Mal informado

“Tenemos muy claro lo que ha pasado. Todos somos responsables en diversos grados. Todos hemos sido víctimas de la autocomplacencia (…) En la plantilla hay jugadores ante los que me tengo que sacar el sombrero, otros a los que no les puedo reprochar nada y otros que me han decepcionado y cuyo comportamiento no es el que deseábamos. No diré sus nombres porque la ropa sucia debe de lavarse en casa”. Era la versión oficial para el desastre de la temporada. Eso iba para los jugadores. También había para los técnicos: “Los mecanismos de seguridad que regulaban el comportamiento del vestuario no han funcionado como era necesario para detectar el problema. Asumo la culpa por ser el responsable de todo, pero estuve mal informado. Confiamos en que el entrenador y el secretario técnico podían solucionarlo. Ellos tenían y tienen todavía nuestra confianza”. Es posible que sus informadores (Txiki y Rijkaard) le fallaran. Lo que no podía negar es que los medios de comunicación le llegaron cargaditos de avisos y recados durante toda la temporada. Puede, también, que Laporta no tuviera la oportunidad de acceder a ellos para enterarse de la realidad con tanto viaje solidario y tanta fiesta. Lo cierto es que mientras el barcelonista de a pie veía cómo su equipo se precipitaba hacia una dinámica de autodestrucción, el presidente no se enteraba de nada, quizá porque entendía “que no estamos tan mal, hombre”. Tampoco era de recibo argumentar que había estado “mal informado”. Si el que tenía que informar, informaba mal, ¿qué podía hacerse con él? Por ejemplo, subirle la ficha… porque se lo merece.

“No se repetirá” (?)

Para quedar bien con el personal, el presidente aclaró que lo de ese año, 2006-07, no iba a repetirse. Palabra de honor de Laporta: “Aplicaremos con el máximo rigor el código de disciplina interna del club. No toleraremos faltas de profesionalidad en los jugadores y se extremará la vigilancia sobre el compromiso de los jugadores para asistir a los actos que organiza el club que son de obligado cumplimiento”. Los jugadores siguieron pasando de los actos que organizaba el club, continuaron las citas nocturnas, incluso 48 horas antes de los partidos, Ronaldinho se permitió retrasar 20 minutos la salida del equipo a un desplazamiento, Oleguer llegaba tarde a un entrenamiento porque estaba jugando a hacer de copiloto de Xevi  Pons en el Rally Catalunya… La misma película volvió a repetirse, pero esta vez corregida y aumentada, en la siguiente temporada pese a las promesas de Laporta. Lo de “no se repetirá” era otra mentira del presidente. Ya estaba informado, pero la historia se repitió con otro año en blanco.

Escurriendo el bulto

Resultaba patético ver al presidente en rueda de prensa anunciando todas las medidas de sentido común que en su cuarto año de mandato deberían estar vigentes en el club y que hasta entonces no se habían llevado a la práctica por desidia de todos. Parecía como si estuviera en campaña electoral, prometiendo lo que luego no iba a cumplir: “Se realizarán controles exhaustivos más a menudo y potenciaremos la coordinación de los servicios médicos con los preparadores físicos, que tienen que trabajar de manera más coordinada”. El problema de las lesiones se prolongó de manera alarmante durante la siguiente temporada. “No cambiaremos la forma de tratar a nuestros futbolistas, pero es cierto que algunos se han extralimitado. Todos oímos rumores, pero sólo se puede actuar en función de evidencias y de certezas cuando estos cambios afectaban de forma directa a lo que pasaba en el equipo. Entonces, las medidas que propusimos fueron que el cuerpo técnico se hiciera cargo del problema”. Premio, pues, para Rijkaard y Begiristain.


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Eto´o no fue sancionado

También resultaba preocupante que después de cuatro años ejerciendo la presidencia de un club como el Barça Laporta reconociera, como si aún fuera un principiante, que “a principio de temporada estábamos instalados en una nube. Habíamos ganado la Copa de Europa y en la gala de Mónaco arrasamos con todos los premios. Perdimos en un partido a cara o cruz y no calibramos la gravedad de la situación. Luego perdimos partidos en el último minuto, lo que no nos permitió actuar con tiempo porque siempre confiamos en enderezar la situación”.

Y admitió que la directiva no entró a valorar los tres pueblos que se pasó Eto´o con sus denuncias en Vilafranca porque “se hizo lo que quiso el entrenador, que en aquel momento nos dijo que el jugador que hizo las declaraciones debía arreglarlo con el grupo. Nosotros estábamos a disposición del entrenador y la secretaría técnica para imponer las sanciones que nos dijeran. Y en todo momento nuestra actuación se puso en conocimiento del entrenador y la secretaría técnica”. Y acabó reconociendo que el futbolista que se negó a jugar, que llamó “mala persona” al entrenador y que cuestionó la profesionalidad de alguno de sus compañeros, se libró de una sanción de la directiva. ¿Qué tipo de compromiso podía esperarse de un colectivo que ve como algo tan grave como el comportamiento de Eto´o  en Vilafranca quedaba sin sanción?

Mañana, capítulo 27

¿Dónde ha vivido el presidente en los últimos meses? / Se está haciendo una agenda / Culpable, Deco /  “A nosotros nadie nos dijo nada”  / Y sin oposición / Fin de fiesta en el Palau / Una tapadera de 60 millones de euros / Nacionalismo frente a incompetencia / Uso indiscriminado de la VISA


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