El gol | OneFootball

No le escribo a estas obras de arte como la de Maradona a los ingleses, que a tanto argentino dejó sin garganta. Tampoco hablo de esos goles que de no caer después del noventa y pico o de no representar el triunfo, hoy nadie los recordaría. Hablo del tanto sin gracia. El uno a tres en un partido amistoso, o el uno a uno como locatario en la jornada dos. El que te ilusionó en la llave de ida aunque en la vuelta te tragaste cuatro. A ese gol me refiero, porque ahí radica le pureza del hincha.

¿Qué de interesante tiene recordar el gol que te dio el título? O seamos mediocres, va. ¿Qué tan relevante es inmortalizar el bailoteo de redes en la jornada diecisiete, cuando te creías fuera del campeonato y de pronto tu nueve se pegó una volea legendaria y te metió a la Liguilla?

Eso no es lo que te forma como hincha. Es parte, sí, de un juego que da cabida al espectáculo, pero de ahí no pasa. El sentimiento genuino, la autenticidad del pelado que no sabe si le alcanzará para llevar pan a casa pero que en cambio entiende que no le puede quedar mal al equipo no viendo el amistoso de verano, es lo que te forja en el mercado. Es lo que te da nombre en la malla de la popular para colgarte hasta arriba y cantar como si de ello dependiera tu vida.

Es a ese gol al que le escribo en estos tiempos de tribunas mudas, porque no hace falta la vanidad del título ni el respiro por salvarte del descenso.

Pongamos al fútbol como a una familia, ¿va? Bien. La familia no necesita de los primos que no conoces en la boda de la hija. Tampoco precisa del abrazo hipócrita en un funeral. Requiere del que está ahí un martes a las tres de la tarde, cuando no hay nada interesante. Del que visita porque quiere y no porque debe. Es eso lo que extraña la alfombra verde, y por eso les regalo esta pieza.

Con cariño para los amantes del balón.