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La Galerna

·8 de agosto de 2020

El eclipse

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Nos fuimos al descanso con un gol inmerecido y otro merecido, fruto de una sensacional jugada de Rodrygo. A despecho de ello, la defensa madridista siguió regalando balones aunque ninguno volviese a entrar, y un par de lances ofensivos rozaran el peligro. Lo inquietante del caso fue un trantrán plagado de pases hacia atrás.

El segundo tiempo consumó la decepción, porque cuando menos se esperaba el Real siguió cultivando el trantrán y el pase atrás, cuando se esperaba una presión parecida siquiera a la del Manchester City, cuando no mucho mayor. Lejos de ello, una desidia con aspecto de juego súper técnico topó con otra pifia inexplicable del mismo gran zaguero, mientras la creación acaba depositada en los pies de Courtois, que bastante hizo entretanto con parar un par de goles. Tras un corte al límite en el primer tiempo, Casemiro hizo uno de los peores partidos que le recuerdo, mientras Kroos y Carvajal se hundían en la mediocridad, incapaces de surtir siquiera dos balones a Rodrygo. También Mendy acabó prefiriendo devolver la pelota que jugarla.


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Militao hizo lo que pudo, sin acertar en los pases, y un sobrecargado Modric protagonizó algunos de los escasos ataques. Hazard culminó su via crucis en la primera temporada de blanco con otra actuación cercana a lo inexplicable, donde pareció asfixiado antes de cumplir la primera media hora, y me gustó mucho Benzema, a mi juico el único capaz de recordar al gran Madrid de otros encuentros. Más de dos veces se las ingenió para ponerse en situación de marcar, rodeado de rivales, pero si cualquiera de sus compañeros hubiese logrado hacer la mitad que él otro gallo cantaría, pues además de cabecear impecablemente quizá no falló un solo pase y regate. De no quedar apeados, bien podría haber aspirado al Balón de Oro este año.

Por lo que respecta al míster, eché de menos el “me equivoqué” que tanto alivia a los puestos en esa tesitura, y tan inevitable tratándose de simples mortales como nosotros. En efecto, o bien calculó mal la capacidad de sacar la pelota jugada sin contar con Ramos, o bien hizo una exhibición de culto a la idea fija, no reaccionando ante la evidencia de que tal cosa ni había funcionado en la ida ni funcionó durante los primeros 46 minutos de la vuelta. Si alguien no merecía ser sustituido era Rodrygo, y si Carvajal no podía seguir -cuando ya íbamos perdiendo- cualquier cosa habría sido menos conformista que sustituirlo por Lucas Vázquez.

Con Isco, Vinicius, Asensio y Valverde en reserva, la inoperancia de Hazard, Casemiro y Kroos quizá sugería lanzarse a perder por más de uno, pero luchando por ganar en vez de diferir su entrada, o negársela. Jovic volvió a demostrar que no baja a recibirla, como Benzema, y es una pena que la reconocida sapiencia de ZZ para alinear y sustituir jugadores fallase por una vez, si no lo fuese también por la oportunidad perdida para reconocerse falible.

También es cierto que dos errores tan monumentales no los levanta nadie, y menos ante un equipo con alguien tan extraordinario como De Bruyne, un tipo que conduce, pasa y la pega casi siempre de manera impecable. Varane merece desde luego ser perdonado, porque una mala noche la tiene cualquiera, por más que rara vez –si alguna en la alta competición- dos despistes se encadenen como mazazos consecutivos, y en definitiva entiendo que la parroquia madridista puede despedirse de la temporada con dos certezas aleccionadoras. Una es haber jugado en algunos momentos como el mejor Real que recuerdo –sin olvidar al de Santamaría, Di Stéfano y Puskas, ni al de la segunda mitad en Cardiff-, y otra seguir contando con el faraón de Camas.

Faltar anoche desencadenó algo parecido a un eclipse, aunque ahí está para seguir llamando a sus compañeros para que salgan, con un silbido tan potente como el de los pastores en La Gomera, y no menos para imponer lo contrario del trantrán cuando las circunstancias exigen hacer un despliegue de coraje.

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