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Alejandro Diago·23 de octubre de 2020

El Clásico del cochinillo... y de la vergüenza

Imagen del artículo:El Clásico del cochinillo... y de la vergüenza

Si por algo va a pasar a la historia el Clásico del Camp Nou la temporada 2002/03 no fue por el juego, por los jugadores o por el resultado. Fue por la vergüenza ocurrida sobre el césped del Camp Nou en forma de cabeza de cochinillo, botellas de whisky, muñecas hinchables y demás objetos arrojados al césped.

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Ese Clásico ya venía caliente, porque unos días atrás Luis Figo había recordado en palabras a Marca que tenía como intención tirar los córners. Pues la afición respondió de la peor manera posible: lanzando todo tipo de artilugios al terreno de juego.


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El partido comenzó repleto de intensidad y de muchos roces. Y pronto Figo empezó a acudir a las bandas y a los saques de esquina. Y el espectáculo comenzó: monedas, mecheros, botellas de plástico, botellas de cristal… hasta llegar al culmen: una cabeza de cochinillo.

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Medina Cantalejo, el colegiado de aquél partido, hizo ademán de suspender el partido ante la bochornosa situación que se estaba viviendo. La imagen de Gaspart subiendo al palco resumió el caos en el que se convirtió ese Clásico de la temporada 2002/03. Por cierto, el partido terminó con empate a cero.

Hace apenas unas semanas, el que fuera presidente del Barcelona, Joan Gaspart, trató de excusar ese comportamiento en declaraciones a Movistar. “El público que lo hizo (no estoy a favor de que lo hiciese), lo hizo con mucha delicadeza. Ni un sólo objeto que tiraron al campo llegó a la cabeza. Los objetos que le tiraron (que no los tenían que haber tirado) lo hicieron con mucho cuidado”.

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Unas declaraciones que distan mucho de las que realizó tras el partido, donde no dudó en calificar que el rival “nos había venido a provocar”. Porque claro, jugar un partido de fútbol es una razón para tirar una cabeza de cerdo al campo. Claro que sí.

Y a todo esto, la RFEF sancionó al Barcelona con el cierre del Camp Nou por dos partidos. Una sanción que quedó levantada por obra y gracia de Ángel María Villar, el que luego sería detenido en la Operación Soule. El epílogo al Clásico más vergonzoso del fútbol español