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En un momento dado

·21 de octubre de 2021

El Barça en Europa

Imagen del artículo:El Barça en Europa

Pocas cosas ilustran mejor la confianza, el ánimo y el estado de forma de un equipo que la velocidad con la que pone en juego el balón después de una falta o un saque de banda. Cuanto mejor está y mejor se encuentra, más rápido lo hace. Siente que si antes se reencuentra con el juego más rápido se instalará en el lugar donde se hace fuerte. En el que tiene las de ganar y donde, cuantas más cosas ocurran, más opciones tiene de que éstas le sean favorable. Que si el veredicto del partido queda reducido a un número reducido de acciones el azar puede hacer que su ventaja no se vea recompensada, pero que si el volumen de acciones es mayor terminará pesando su superior destreza. El FC Barcelona, en Europa, es reflejo de lo contrario. Un conjunto temeroso de su suerte que busca partidos tan controlados como sea posible, en los que cuantas menos cosas sucedan, mejor. Un equipo entregado a ritmos de juego exageradamente bajos, y a refugiarse en posesiones sin ánimo ofensivo pensadas para la propia protección. Ocurre que, al menos a un Barça como el actual, disputar sus duelos europeos con un ritmo de juego tan bajo le supone una enorme dificultad a la hora de transitar los caminos que deben llevarle hasta el gol. Jugando lento no abre espacios, no desordena al rival ni impulsa a sus jugadores en ataque. Extraña tanto los mecanismos colectivos que le deberían permitir caminar seguro hacia la portería contraria, como los recursos individuales que pudieran servirle como atajo. No por nada, sus tres partidos en Champions esta temporada los ha saldado con un único gol a su favor, y habiendo disparado a puerta sólo en tres ocasiones.

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– De izquierda a derecha, los mapas de pases de Busquets, De Jong y Gavi durante el primer tiempo (Fuente: as.com) –


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Contra el Dinamo de Kiev, pues, repetir la apuesta por los extremos en ataque no le valió a los de Koeman para simplificar su llegada al área como sí logró ante el Valencia en Liga. De nuevo con Dest en banda derecha, pero con Luuk de Jong como ariete y un Memphis Depay decantado a la banda izquierda para alternar la orilla con las llegadas de Jordi Alba y las apariciones de Gavi (Imagen abajo a la izquierda), se toparon los culés con un rival muy diferente a la hora de interpretar las fases sin balón. Donde el Valencia de Bordalás buscó apretar al Barça en campo contrario, exponiéndose a conceder espacios detrás de cada línea de presión, el Dinamo de Lucescu optó por un planteamiento mucho más pasivo y replegado en campo propio, alejado de Ter Stegen pero sin heridas abiertas en su propia mitad. De este modo, sin encontrar rutas libres de antemano, el ataque posicional de los azulgranas lució especialmente plomizo y sin apenas posibilidades de profundizar por dentro. Cada balón pasaba más tiempo del deseado en los pies de un futbolista local antes de salir al encuentro de un compañero, lo que hacía prácticamente imposible mover al rival de lado a lado con una circulación ágil que provocara la aparición de espacios en el carril central al alcance de los centrocampistas culés. Busquets, De Jong y Gavi quedaron relegados a mover el balón por delante del mediocampo ucraniano, sin poder acceder ni desde el pase ni desde la posición entre las líneas de su oponente, y teniendo que orientar el cuero hacia los costados (Imágenes arriba).

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Conquistada la banda, sin embargo, no sobresalieron los locales agitando a la defensa del Dinamo o aprovechando el acierto en el uno contra uno de Dest ante Mykolenko (100% de éxito en el dribling). Sin más soluciones a la hora de escribir el desenlace de la jugada, los de Koeman volvieron a recurrir con insistencia al centro lateral, una acción en la que su rival se mostró muy débil durante todo el encuentro y que le valió para poner delante del portero a Luuk de Jong, a Sergiño Dest y, finalmente, a Gerard Piqué (Imagen arriba a la derecha). La actuación del central catalán no sólo resultó decisiva en área rival, sino que protagonizó la defensa de la vía que más veces transitó el Dinamo para acercarse a Marc-André ter Stegen. Y es que aceptando fijar su bloque defensivo muy lejos del guardameta alemán, el conjunto ucraniano durante muchos minutos fió su ataque a la salida en largo para encontrar de manera directa a sus delanteros. Un ejercicio que el Barça enfrentó dividido en dos bloques: el más adelantado, cerrando la salida en corto para obligar al juego directo; y el más retrasado, encabezado por Piqué, responsable de la disputa aérea, la segunda jugada y el rechace. Un reparto en dos mitades que, tras la reanudación, el Barça llevó también a su esqueleto ofensivo, en parte empujado por el ímpetu que el marcador puso en el Dinamo, y en parte también como consecuencia de los cambios de su entrenador.

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– A la izquierda, la posición de Gavi en el segundo tiempo. A la derecha, sus mapas de calor ante el Levante (arriba) y ante el Dinamo (abajo). –

A menudo la dirección de campo de Ronald Koeman deja la impresión de priorizar la adaptación a los escenarios del partido por encima de la posibilidades de condicionarlos o, incluso, negarlos. En este caso, ante un rival que, en desventaja, presumiblemente adelantaría líneas y abriría el duelo, la solución del neerlandés pasó por suma pegada a su ataque, con tal de incrementar sus argumentos en un presumible intercambio de golpes. Juntando a Ansu con Coutinho y Memphis, en un 1-4-2-3-1 que dejaba para Gavi la misma posición que el canterano ocupó en Liga contra el Levante, pero unas funciones sensiblemente diferentes (Imágenes arriba). Si hace un mes, ante los de Paco López, Gavi tomó la banda derecha como un punto de partida que abandonar durante la jugada para acudir a la teórica zona del interior, en esta ocasión su relación con la orilla resultó mucho más estrecha. No actuó como un tercer centrocampista, sino como un cuarto atacante por delante de Frenkie de Jong y de un Sergio Busquets que, probablemente, en el computo de los noventa minutos fue el mejor de su equipo. Sin un contexto amable con sus características o con su forma de sentir el juego, el mediocentro fue uno de los pocos puntos de apoyo seguros del Barça en un segundo tiempo marcado por el descontrol y el desorden local.  De un Barça que en Europa sigue buscando que pasen pocas cosas, porque siente que las cosas que pueden pasarle en Europa son malas.

– Foto: Alex Caparros/Getty Images

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