Dolor y gloria | OneFootball

Fot: Octavio Passos / Getty Images

La tarde-noche de ayer fue una de esas jornadas que tardaremos en olvidar. Con muchas emociones y los vaivenes emocionales que convierten a este deporte en pasional, imprevisible e implacable con los sentimientos. La tarde empezó mal con los resultados que llegaban desde Vallecas y la impresión del partido de Sevilla. El celtismo recibió al equipo con empate en Nervión, pero con la sensación de que en algún momento desnivelaría el partido el Cádiz.

Cuando los aficionados empezaban a poblar el estadio y los jugadores saltaban a calentar llegó la noticia el gol de Guardiola en el descuento, que dejaba al Cádiz a tan solo 2 puntos del Celta antes de comenzar su partido. En Balaídos se iba comentando el resultado del equipo amarillo, mientras se contenía la respiración ante lo que iba a pasar en el terreno de juego unos minutos después. La alineación, con cambios importantes respecto al último encuentro, dejaba ciertas dudas sobre el rendimiento el equipo, que fueron despejadas nada más comenzar el partido.

No era el Celta de otros encuentros. Le costaba tener el dominio del partido y generar ocasiones, que llegaban en arrancadas individuales o en acciones a balón parado, pero pocas producto de una superioridad colectiva. El Athletic tampoco asustaba mucho, con un once bastante alternativo, pero acertó en la primera ocasión que tuvo cuando Berenguer marcó un gol olímpico que heló la sangre del celtismo presente en Balaídos, y de los cientos de miles que lo seguían a través de la pequeña pantalla.

Hasta el descanso la jornada estaba siendo nuevamente nefasta para el Celta, pero Claudio Giráldez realizó los retoques necesarios y nada más comenzar la segunda parte ya se veía que el gol del empate era cuestión de tiempo. Strand Larsen tuvo tres, la primera con un cabezazo a la cruceta, y dos más en las que puso en alerta al Athletic, que en el minuto 60 decidió hacer un cambio en la portería para beneficiar a Unai Simón en su lucha por el Trofeo Zamora.

El Athletic dio entrada a Iñaki Williams, y Giráldez ajustó el equipo, cambiando de banda a Hugo Álvarez para que fuese Manquillo quien parase al delantero del equipo vizcaíno. Y fue ahí donde emergió la mejor versión del canterano, que dio una asistencia a Swedberg, y marcó el 2-1 que dejaba al Celta al borde de salvación. Después de varias horas de dolor llegó la gloria en la recta final de un partido en el que aún hubo que sufrir, y mucho, hasta que García Verdura tuvo a bien señalar el final del tiempo reglamentario.