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La Galerna
·14 de febrero de 2025
Del Nido tiene razón
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·14 de febrero de 2025
José María del Nido Carrasco tiene razón. La tiene toda. El Real Madrid quiere destruir el fútbol español. Cualquier persona con un mínimo de luz en el fondo de los ojos, más aún después de los recientes acontecimientos, querría destruir, desgajar, despiezar, descuartizar y desmembrar el mefítico y gangrenado entramado del balompié patrio. Quemarlo y orinar sobre las cenizas, aunque tan tentador como simbólico, se me antoja un poco excesivo.
El Real Madrid está solo en España. Los madridistas estamos tan solos que vemos a la madre de Marco como una entidad sobreprotectora, omnipresente y agobiante. Una vez más, el fútbol no es sino un reflejo de la sociedad. El desprecio a la meritocracia, al esfuerzo y a la búsqueda de la excelencia, el igualitarismo por abajo, el triunfo del mediocre y el pícaro, este último cuando no delincuente, y el escarnio del abnegado y tenaz resultan repugnantemente cotidianos, basta con leer las noticias dadas por medios mediocres y sectarios.
Basta con tener una actividad cerebral ligeramente superior a la del nematodo para darse cuenta de que los miembros de la Liga de Fútbol Profesional, la Federación Española de Fútbol, sus órganos y dirigentes chapotean con delectación en el indecible icor de su indecencia. Han zanjado el asunto de los pagos a Negreira por uno de ellos durante dos décadas con un pelillos a la mar y tres Ave Marías, uniéndose a una causa basada en mantras falaces en la que el enemigo es el club que denuncia las tropelías y corruptelas. Los mediocres se alían contra el que destaca por cometer, precisamente, ese terrible delito: destacar.
Con tener las entendederas de un liquen, se darían cuenta de que, sin el Real Madrid, las competiciones españolas no son nada. Serán el coto de los clientes de Negreira y, con suerte, de los animosos muchachos del porteño vestido de enterrador.
Han zanjado el asunto de los pagos a Negreira durante dos décadas con un pelillos a la mar y tres Ave Marías, uniéndose a una causa basada en mantras falaces en la que el enemigo es el club que denuncia las tropelías y corruptelas
Se quejan de que el Real Madrid es el históricamente favorecido, falacia recurrente, y cuando es el favorecido el que quiere cambiar el sistema, se constituyen en aquelarre para impedirlo, todo un ejercicio de coherencia. Evidentemente no se trata de qué se pide, sino de quién lo pide.
Las victorias se miden en muchas ocasiones en función del rival al que se vence, pero esta batalla es una excepción. El enemigo es poderoso, mucho, pero no es grande. No son más que una banda de acomplejados muy ruidosos con los que, las cosas como son, tampoco apetece estar. Ellos no nos quieren aquí. La verdad es que nosotros tampoco queremos estar con ellos, porque preferimos competir contra los verdaderamente grandes, y de eso hace mucho que dejó de haber en España. No es que vayamos a cerrar al salir, es que nuestra intención es hacerlo con llave y arrojarla a lo más profundo del Tártaro por una cuestión de higiene.
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