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·17 de enero de 2021

Déjà vu

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Déjà vu. Sensación de haber pasado con anterioridad por una situación que se está produciendo por primera vez.

Otra vez. Y van… No aprendemos. Volvemos a equivocarnos. Volvemos a desaprovechar oportunidades. Claro. Vamos sobrados. No es necesarios elevar la moral de los jugadores. No es necesario dar satisfacciones a la masa social. No es necesario poner al club en el lugar que se merece.


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Da igual que estemos pasando un año en el infierno de Segunda. Da igual que centenares de pericos animen al equipo en la previa. Da igual que la afición se ilusione por una competición. Da igual que esta temporada tuviéramos una oportunidad de oro. Para pasar rondas, para eliminar a algún poderoso teniendo el factor campo a nuestro favor, para compensar con éxitos el sufrimiento de la afición.

Se repite la historia que tantas veces hemos vivido. Y tropezamos en la misma piedra de nuevo. Esta vez las heridas están muy recientes. Por eso lo vivimos peor. Todos recordamos como se tiró la Copa el año pasado. Todos recordamos la alineación del partido de ida de la Europa League con el Wolves con miles de pericos en la grada. Todos recordamos esa humillación.

Pero claro, el objetivo era evitar el descenso, como ahora es subir a Primera. Excusas. Falacias. Mentiras. Perder o tirar una competición no te garantiza ir bien en otra. Tenemos un montón de ejemplos que indican lo contrario. Rompes dinámicas positivas, pierdes la oportunidad de desconectar temporalmente compitiendo por otros objetivos, lo que refuerza la moral del grupo y, lo que es más importante, transmites sensación de debilidad.

Nos hemos convertido en un club mediocre, triste, sin ambición, sin autoestima, sin orgullo. Nos hemos convertido en un club miedoso, timorato, conformista. No éramos así. ¿Alguien recuerda cómo salía el equipo en cualquier competición hace no tanto tiempo? Las Copas, las Uefas, incluso alguna Copa Catalunya. El Espanyol de Clemente, el de Camacho, el de Paco Flores, el de Lotina, el de Valverde, la Intertotto, aquella Copa Catalunya en la que goleamos al Barça con un gol de Pochettino (si, fue titular y marcó), incluso las semifinales del Espanyol de Sergio,..

En situaciones peores o más angustiosas nuestro equipo competía. En cada torneo, fuera amistoso, verano o invierno, tuviéramos pocos o muchos partidos seguidos, fueran fáciles o complicados los viajes, nuestros entrenadores colocaban a los mejores en el campo. O por lo menos mantenían una columna vertebral que articulaba el equipo y la rodeaban con cuatro o cinco suplentes. Pero había jugadores intocables, santo y seña, que jugaban siempre, que mantenían alta la bandera, sudaban la camiseta y besaban el escudo.

Lo de hoy es, una vez más, incomprensible. Almería, Girona, Rayo, nos marcaban el camino. Las noticias que nos llegaban de Pamplona nos hablaban de un equipo que si, iba a luchar (eso nos diferencia siempre del Osasuna, ellos siempre luchan), pero al que le daba igual no clasificarse dada la situación que estaba pasando en la Liga. Además una hora antes del partido vemos que Osasuna sale con once suplentes (once cambios con respecto al último partido en el Sadar con el Real Madrid). La ocasión era inmejorable para dar una alegría a la afición y un baño de autoestima al equipo.

Pues bien, salimos con ocho cambios de jugadores y un cambio de posición (David vuelve al medio centro) respecto al último partido. Desde el 20 de diciembre, es decir desde hace un mes, solo hemos jugado tres partidos. El último hace una semana. El siguiente dentro de seis días con un largo y cansado viaje hasta Girona. Un equipo se distingue por mantener una columna vertebral que lo define. Uno o dos defensas, un par de centrocampistas y el goleador. Con eso basta. Los compañeros que los rodean, aunque sean suplentes, si juegan con los mejores, se hacen mejores. Nada de eso ha pasado. Ni siquiera los dos presuntos titulares que han jugado hoy son indiscutibles.

Hace un par de semanas escribí un artículo de opinión en nuestro medio que titulé “Fe”. En él pedía a nuestra afición confianza en el equipo y en el cuerpo técnico. Pues bien la pregunta es : ¿Cómo vamos a tener Fe los aficionados si la sensación es que ni el equipo ni el entrenador confían en ellos mismos? Me parece que hoy hemos dado un tremendo paso en falso. Creo que no se han valorado bien las consecuencias de lo que puede pasar cuando se actúa de esta manera. Ojalá me equivoque pero me temo que nos vamos a arrepentir. Como otras veces. Maldito Déjà vu.


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