De Conchi Amancio hasta Alexia Putellas, las EstrEllas de un fútbol que rompió el silencio | OneFootball

Desde la década de los 70, muchas han sido las mujeres que han tratado de entrar en un deporte que «solo era para hombres» bajo el criterio de unos pocos que, ni mucho menos, se imaginaban los éxitos que se cosecharían en los próximos años en un fútbol que cada vez se encuentra más cerca de la tan ansiada igualdad. Hoy en día ya casi no es extraño ver a una niña queriendo ser futbolista y si esto es así, es gracias a otras jugadoras que previamente han tenido que encontrarse ante todo tipo de vicisitudes para allanar el camino hasta nuestros días.

«SI FUERA UN NIÑO, GANARÍA MILLONES»

La historia de las grandes estrellas del fútbol femenino de nuestro país comenzó con esta fatídica frase. Conchi Sánchez Freire, Conchi Amancio para sus seguidores tras llegar a ser comparada con el legendario jugador del Real Madrid, fue la primera futbolista española profesional, su talento con el balón era innato y con tan solo 13 años ya fue inscrita en el Sizam de Madrid, uno de los primeros clubes femeninos nacionales. Tras tres años jugando en diferentes equipos de la capital superando la friolera de los 300 goles, decidió dar un nuevo paso en su carrera profesional, llegando a la liga italiana donde pasaría la mayor parte de su carrera hasta que en la temporada 1996-97, se retirara en las filas del Arsenal.

No obstante, su carrera no fue ni mucho menos un camino de rosas y tuvo que afrontar numerosos comentarios que prefirió ignorar, tomándolos como inspiración para continuar su progresión. Por otro lado, también hubo de plantar cara a las lesiones así como a las exigencias físicas de una liga italiana que le llevaba muchos años de ventaja a lo que se vivía al mismo tiempo en España, donde comenzaba a proliferar una selección de la que sería posteriormente capitana, pese a no llegar a debutar en torneo oficial.

BRONCE EN LA EURO 97 CON LUCES Y SOMBRAS

En 1997 llegaba el primer torneo oficial para la selección española, las entonces ‘dirigidas’ por Ignacio Quereda lograrían un tercer puesto después de pasar la fase de grupos y caer eliminadas en las semifinales ante Italia por un resultado de 2-1. Entre las 20 jugadoras que alcanzaron dicha hazaña, se pueden encontrar nombres como el de Marimar Prieto, referente para muchas generaciones de jugadoras, María Ángeles Parejo, elegida en el mejor XI del torneo; María Antonia ‘Toña’ Is, exseleccionadora de las categorías inferiores de ‘la roja’; o Vanessa Gimbert, la aún jugadora del Athletic Club.

Marimar Prieto en un partido con la selección

Este se convertiría en uno de los primeros éxitos que afianzarían a Quereda en los banquillos de la selección. Un seleccionador que más que beneficios causaría mella en un equipo que se vería silenciado por un ‘gobierno del miedo’ de una persona que se haría pasar por técnico, con el apoyo de la federación, durante 27 años. Falta de preparación, malos tratos, comentarios sin ningún tipo de respeto y un excesivo control sobre las jugadoras marcaron un periodo ominoso en la historia de nuestro fútbol.

VERO BOQUETE Y EL CAMINO A LA LIBERTAD

Durante la estancia de Quereda en los banquillos muchas fueron las jugadoras que trataron de denunciar en vano su situación, siendo silenciadas por la federación para evitar escándalos ante la nefasta situación de una sección que apenas les importaba y cuya mera existencia se debía a la presión social. Ante esto y con los resultados negativos que llevaba la selección con culmen en el Mundial de Canadá, donde no pasó de la fase de grupos, las jugadoras, lideradas por sus capitanas, entre ellas Vero Boquete, pidieron al entrenador su dimisión antes de hacer oficial una carta pidiendo su destitución que terminaría siendo publicada y difundida por los medios, frente a la negativa del entrenador.

Finalmente, el técnico fue forzosamente destituido por la federación, colocando a Jorge Vilda en su lugar. Sin embargo, muchas de las jugadoras que por aquel entonces encabezaron la reclamación no han vuelto a pisar hasta hoy la ciudad deportiva de las Rozas, como aparente castigo por un hecho más que necesario y que dejaba en clara evidencia al máximo ente deportivo en España. El rechazo de Ángel María Villar, antiguo presidente de la RFEF; de Jorge Vilda o incluso de Quereda a colaborar, para al menos defenderse, en documentales sobre esta negra etapa esclarecen aún más los testimonios, que no son pocos, de jugadoras que pasaron por las manos de quien nunca debió llevar las riendas de la selección.

Foto del documental romper el silencio de Movistar

Esta injusta reprimenda hizo que jugadoras como Vero Boquete, Natalia Pablos o Sonia Bermúdez, referentes en el fútbol femenino y grandes goleadoras, no hayan vuelto a vestir la camiseta rojigualda. Otro ejemplo es el de Vicky Losada, quien parece que no ha vuelto a contar tras la publicación del libro «No las llames chicas, llámalas futbolistas» de Danae Boronat donde la de Tarrasa, así como otras jugadoras, denuncian la situación que vivieron tanto ellas como sus compañeras con Quereda.

Vero Boquete y Natalia Pablos

ALEXIA PUTELLAS Y LA CLAVE DEL ÉXITO

En cambio, no todo ha sido negativo en la historia de nuestro fútbol y es que si hay una jugadora que ha demostrado que el éxito en este mundo del deporte rey es posible, esa es Alexia Putellas. Tras haber ganado absolutamente todo a nivel de clubes, con el histórico triplete de la pasada campaña, lo mismo hizo individualmente, logrando distinguidos galardones como el Balón de Oro, el The Best o incluso la nominación a los premios Laureus como mejor deportista femenina.

Visión de juego, llegada, control de balón, presión, muchas son las cualidades que la definen y que la sitúan como una de las mejores valoradas en este deporte. Pero, sin duda y como ya la propia jugadora ha declarado, este progreso que ha vivido el Barça y el fútbol español ha sido gracias a todas, porque claro está, el fútbol es un deporte de 11 y no hay lugar para separación entre géneros; la mujer ya es una realidad en el deporte y cualquier comentario que discrepe no merece la más mínima atención, porque la igualdad no es ni un deseo ni un capricho, sino un derecho.