REVISTA PANENKA
·16 de mayo de 2024
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JS Coulaine, Voltigeurs de Châteaubriant, Balma SC, SO Romorantin, Angoulême Charente FC, FC Saint-Lô Manche, AJ Auxerre, RC Lens, FC Chambly y, finalmente, PSG. Para felicitarles por su viaje homérico, el capitán Thiago Silva, todo un señor, invita a su homólogo de Les Herbiers, Sébastien Flochon, a levantar el trofeo juntos. La famosa imagen ocupará la portada de L’Équipe del día siguiente, con el titular ‘Todos ganan’ bien grande. Un año después de la llegada de Neymar a París y unos días antes de la destitución de Unai Emery -declarado culpable de una nueva eliminación en los octavos de final de la Champions League-, el PSG se impone 2-0 en la final de la Copa de Francia, poniendo fin al trayecto de un pequeño club de tercera que ha logrado subirse a los hombros de un gigante. No es fútbol, es magia.
La competición más antigua del fútbol francés (1917) es también la más seguida y la más querida por los galos. De la misma manera que el Tour de France (creado en 1903) dibuja el retrato (mitificado) de la Francia rural como una postal que cada verano se envía al mundo, la Copa de Francia repite la comedia de la República ‘una, indivisible y meritocrática’. Amateurs o profesionales, participan todos los clubes del país. Y cada temporada (o casi cada temporada) se escribe la historia del pequeño club que se enfrenta al grande, de un simpático y entusiasta David que lucha contra el superpoderoso Goliat. Esta es la gran paradoja: a pesar de alcanzar la final, la hazaña de Les Herbiers está lejos de ser única en un torneo donde los clubes más modestos están acostumbrados a protagonizar epopeyas. De hecho, es el ingrediente tradicional y más esperado de la Copa de Francia: la sorpresa.
A pesar de alcanzar la final, la hazaña de Les Herbiers está lejos de ser única en un torneo donde los clubes más modestos están acostumbrados a protagonizar epopeyas
En el año 2000, el Calais perdió 2-1 contra el Nantes en la final. Ya en aquella ocasión, Mickaël Landreau ofreció la misma foto al capitán del cuadro amateur, Reginald Becque, 18 años antes de que Thiago Silva y Sébastien Flochon lo repitieran. El US Quevilly, un club de Normandía, llegó incluso a la final dos veces (1927 y 2012) y en otras dos ocasiones cayó en semifinales (1968 y 2010). El Schirrhein, club alsaciano de séptima división, consiguió clasificarse para los octavos de final de 2009. El Carquefou, de cuarta división, fue eliminado por el PSG en 2008 tras haber noqueado a tres equipos profesionales. En 2021, fue el Versalles (cuarta división) quien excitó la imaginación del aficionado francés antes de perder en semifinales.
En la tierra de la eterna revolución, siempre habrá oídos que presten atención a las historias de pequeños clubes de provincia que un día desafiaron el orden establecido.
Después de todo, este es el significado exacto del mito republicano francés: la igualdad es la regla y “las distinciones sociales solo pueden basarse en la utilidad común”. Es la Declaración de los Derechos del Hombre de 1789 (otra invención francesa). Les Herbiers, aquel 8 de mayo de 2018, fue el provinciano tomando París (mito que riega toda la literatura francesa), fue la República ofreciendo a todos sus hijos el derecho a contemplar sus oros y triunfos. La federación francesa ofreció al equipo perdedor una visita al Centro de Clairefontaine -el Palacio de Versalles del balompié galo-, e incluso obsequió a los jugadores con una noche en sus instalaciones. En los reportajes gráficos, se aprecia a muchos de estos futbolistas (que en realidad no son amateurs, porque juegan en tercera y entrenan como profesionales, no tienen trabajo extra; pero sigamos, el mito es ciego), con los ojos como platos, sacando sus teléfonos en todo momento, felices de dormir en habitaciones con nombres de gigantes: Zidane, Deschamps, Desailly…
De vuelta a casa, tres días después de la dulce derrota ante el PSG, los pequeños volvieron a ser diminutos. En la noche de un partido anónimo contra el Béziers, Les Herbiers descendió a la cuarta división
Pero cuando la grandeza está ausente no se puede comparar, y es entonces cuando estamos seguros de que lo pequeño seguirá siendo pequeño. De vuelta a casa, tres días después de esta dulce derrota en la final ante el PSG, los pequeños volvieron a ser diminutos, incapaces incluso de mantener su rango. En la noche de un partido anónimo contra el Béziers, Les Herbiers descendió a la cuarta división. “Fue muy difícil”, recordaría Stéphane Masala, su entrenador. “El martes estábamos en el Stade de France recibiendo felicitaciones de todos. Tres días después, mis jugadores estaban llorando”.
Este artículo está extraído del #Panenka124, un Especial sobre Finales que sigue disponible aquí
Fotografía de Getty Images.