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·6 de diciembre de 2021

Con este PSG, la adaptación de Messi será compleja

Imagen del artículo:Con este PSG, la adaptación de Messi será compleja

París se vistió de gala para entregarle a Lionel Messi el séptimo Balón de Oro de la revista “France Football”, votado por 180 periodistas de todo el mundo, le rindieron homenaje desde sus mejores amigos como Sergio Agüero y Luis Suárez, le sacaron una amplia sonrisa cuando sus hijos aparecieron en la imagen contando los éxitos de su padre y hasta bromeó con un llanto público que se fue haciendo repetido durante 2021.

Por si fuera poco, antes de regresar a su butaca en Le Chatelet, le hicieron apretar un botón rojo, lo sentaron frente a la pantalla en medio de todo ese glamour, con el ex crack marfileño como maestro de ceremonia, y como regalo, le mostraron una gigantografía suya y una Torre Eiffel encendida en su honor. Más claro que este tributo al genio argentino recién desembarcado en la Liga Francesa hace poco más de tres meses, imposible.


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Getty Images

Sin embargo, Messi hoy parece sonreír y vender más ya sea con frac, traje, o remeras de cuello redondo y fondo blanco con la inscripción “Ici c’est Paris” (Esto es París), que con la camiseta oficial del PSG jugando ya sea por la Liga Francesa o por la Champions League. ¿Por qué ocurre este extraño fenómeno?

Desde ya que no es por los resultados. Si algún desprevenido se colocara frente a la tabla de posiciones de la Liga, en la que el PSG le lleva once puntos al segundo (Rennes) a 21 partidos del final, o si observara el cuadro del grupo en el que el equipo de la capital francesa disputa la Champions League, en la que ya obtuvo el pase a los octavos de final, la pregunta sería “¿cuál es el problema?”. Y desde ya que no es lo matemático. Si es por la cosecha de puntos, poco hay para discutir. El PSG será campeón de Francia salvo que haya un cataclismo porque con muy poco, es claro que lo puede conseguir.

Sin embargo, la cuestión viene cuando analizamos el juego del equipo, o si un día a ese desprevenido que miraba la tabla se le ocurriera sentarse a ver completo cualquier partido del PSG, ya sea en Liga o en Champions. Al rato, su rostro irá cambiando y comenzará a preguntarse interiormente, o a alguien que conozca más del tema, cómo hizo para situarse donde se coloca en ambas competiciones.

Por el momento, al llegar casi a la mitad de la temporada 2021/22, el PSG no ha jugado bien casi nunca en un partido entero. A lo sumo tuvo pasajes, cortos, de cierto buen fútbol, pero en muchas oportunidades o fue dominado claramente por sus rivales (le pasó en su debut de Champions ante el Brujas en Bélgica, o contra varios conjuntos de muchas menos estrellas en la liga), o tuvo más o menos un tiempo la pelota pero no terminó las jugadas, pero casi nunca dio esa sensación que se pensaba de antemano de ser superior pese a la enorme cantidad de cracks que tiene en su cotizadísimo plantel.

El PSG es el típico caso de un club con exceso de fondos o, escribámoslo directamente, con un flujo ilimitado de dinero que ahora se lo conoce como “club-Estado”, lo que significa que se trata de situaciones excepcionales por la que unas pocas entidades europeas como ésta misma desde Qatar, el Manchester City desde Emiratos Árabes Unidos, o sin estar probado del todo, se sospecha que el Chelsea con Rusia, y ahora el Newcastle con Arabia Saudita, reciben fondos desde esos Estados, de manera solapada a partir de publicidades de empresas estatales como sponsoreo.

Lo llamativo es que el PSG, que pudo eludir el control de la UEFA en lo que se llama “Fair Play Financiero” al contratar estrellas que en la mayoría de los casos llegaron esta temporada como jugadores libres (Lionel Messi, Sergio Ramos, Gianluigi Donnarumma), y que junto a Georginio Wijnaldum se sumaron a otras preexistentes como Neymar, Kylian Mbappe, Marco Verratti o Achraf Hakimi, jamás encontró un rumbo futbolístico y gran parte de los puntos obtenidos en todas sus competencias fue más producto de lo individual que de lo colectivo, y varias veces en los últimos cinco minutos de los partidos, lo que indica que todo pudo ser mucho peor.

Y aquí viene el mayor problema, y es que un entrenador no sólo cotizado, como el argentino Mauricio Pochettino, sino que se supone amplio conocedor de la cultura del PSG por haber jugado en el equipo hace poco más de dos décadas, no haya podido construir, hasta ahora, un estilo que sea más amigable con esta clase de jugadores. Contar, por ejemplo, con un trío como Messi, Neymar y Mbapé, o con suplentes de éstos de la talla de Draxler o Icardi, y con tanta riqueza técnica y no poder establecer en los noventa minutos una neta superioridad sobre su rival y dar garantía de un mínimo espectáculo parece un sacrilegio y es extraño que cuente con la aceptación (y casi diríamos resignación) de un ex futbolista brasileño, como lo es Leonardo, el director deportivo del club.

Todo indica que Pochettino estructuró este PSG (sin Messi, al que nada hacía prever que llegaría tras la crisis que estalló en agosto en el Barcelona) como varios de sus equipos anteriores: de atrás hacia adelante, y proyectando un juego de balones largos para aprovechar la velocidad de Mbappé a la contra, un esquema demasiado simple y conservador para las joyas que posee.

Una adaptación complicada

Claro, la llegada de Messi obligó a otra cosa. A adelantar las líneas unos metros, a un juego más horizontal y de tenencia de pelota, menos vertical, y así es que el costado izquierdo con el eje Messi-Neymar-Mbappé se fue esfumando y a veces hasta parece más claro el ataque por la derecha con las proyecciones de Hakimi o cierta pausa de Ángel Di María, o lo que puedan elaborar en la mitad de la cancha Verratti o Leandro Paredes, que lo que puedan construir los de arriba, que se limitan a marcar goles puntuales o a asistir dos o tres veces en noventa minutos y punto. Como si toda su tarea burocrática fuera esa y luego, como otro día más de rutina, quitarse el mono de trabajo, vestirse de manera elegante y salir por la alfombra roja del glamour entre los hinchas apretujados que esperan verlos en el Parque de los Príncipes.

¿Cómo se terminará de adaptar Messi a un esquema casi italiano, como los que agradan a Pochettino? ¿Soportará más tiempo Leonardo con estos partidos anodinos, mediocres, insípidos, en pos del resultado final? ¿Alcanzará para el DT argentino ganando la Liga si otra vez no se gana la Champions, cuando el alemán Tomas Tuchel se fue habiendo estado muy cerca del título europeo y sólo por no haberlo conseguido, y sin Messi?

Todo indica que los siete Balones de Oro, los trajes y los homenajes ayudan a la convivencia pero no parece que hagan a la cuestión cuando Messi, como todo crack que ambiciona títulos, comience a darse cuenta de que con este esquema, sus chances de ganar convenciendo serán muy escasas y cuando mire la tabla de goleadores y como ahora, que sólo tiene cuatro sumando todas las competencias, empiece a añorar otros tiempos con otra camiseta, y acaso tome conciencia de que lo que necesita es otra cosa, distinta a lo que tiene ahora.

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