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La Galerna

·16 de mayo de 2022

Cómo esperar hasta París

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¿Cómo entretener los minutos y los días que quedan hasta la final de París? Es difícil conciliar el razonable interés porque la vida no se acabe rápido con la necesidad de que llegue ya un día que todavía está lejos. Habrá que entretenerse escribiendo, leyendo y recordando.

Analizo todo lo pasado desde la semifinal contra el City y constato que el partido de vuelta es ya el encuentro del que más repeticiones he visto en mi vida. La coincidencia entre un desenlace increíble y la era de las redes sociales nos ha permitido asistir en directo a la creación de un mito. En los minutos locos del Bernabéu de esta Champions se han forjado instantes eternos, en los que uno se quedaría a vivir. El abismo de la portería propia y el vértigo ante la contraria, el rugido al anunciar el descuento. Todos recordaremos de qué forma celebramos hasta los saques de puerta.


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Ahora todo eso ya es pasado. Pluscuamperfecto, pero pasado. Para que todas esas cosas que jamás creeríamos no sean arrastradas como lágrimas en la lluvia, al Madrid le falta coronarse otra vez. Restan noventa minutos (o los que sea) que hubiéramos deseado que empezasen en cuanto el árbitro pitó el final del último partido, porque para entonces el equipo ya era invencible, sin importar los calambres. Cuando llegó el pitido del árbitro vivimos una alegría incontenible, pero al mismo tiempo nos sumimos en la pausa tensa donde nos hemos quedado a vivir de verdad mientras nos queden días por delante.

Este es, por lo tanto, un momento propicio para pensar en la trascendencia de lo que viene. En principio puede considerarse que el Madrid juega siempre con el objetivo de ganar, pero eso es una vulgaridad porque es lo mismo que podría decir cualquiera con un mínimo de ambición. Pero hay jornadas trascendentes en las que, además, lo hace por algo que nadie más puede hacer: para elevar el listón un poquito más.

esta década europea del Madrid en que vivimos ha sido, hasta hoy, los años de Cristiano Ronaldo. pero nada puede hacerse frente a ello, dada la evidencia de que la racha de victorias termina con su adiós. Nada, claro está, excepto volver a ganar

Al igual que los plusmarquistas en las olimpiadas, cuando el Madrid consume el final de la competición, en realidad ya solo compite contra sí mismo. La misión es ensanchar un poco más la brecha, ser partícipe de una mole de gloria que ya no le pertenece a nadie más que al escudo. En ese sentido, es pertinente recordar que para el grupo que conforma la actual plantilla del Madrid la ocasión tiene un particular interés reivindicativo. Pase lo que pase en la final, el periodo portentoso del Madrid ganando cuatro Champions de cinco (y tres de ellas seguidas), será revisitado en el futuro. Y como quiera que el Real Madrid es reincidente en la victoria, habrá quien tenga la tentación de darle un nombre, pues no podrán ser en ningún caso "los años del Madrid" porque, como está demostrado, el Madrid lo que atesora son siglos enteros.

Para el planeta fútbol, esta década europea del Madrid en que vivimos ha sido, hasta hoy, los años de Cristiano Ronaldo. Esa consideración es imprecisa –pese a la envergadura histórica del astro portugués–, pero nada puede hacerse frente a ello, dada la evidencia de que la racha de victorias termina con su adiós. Nada, claro está, excepto volver a ganar.

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El partido de París puede suponer la confirmación definitiva del impulso que ha enamorado a los madridistas en la época post-Cristiano. La rebeldía frente al fatalismo, la convicción de que, como dice en el túnel de vestuarios, ningún jugador es mejor que todos juntos (sin que debamos olvidar, además, qué clase de jugador era quien lo dijo). Si el Madrid sale triunfante, existirá la tentación de darle nombre a este periodo de gloria europea que parece resistirse a desaparecer. Y lo cierto es que será imposible, no por falta de candidatos, sino porque hay algo que trasciende a cualquier individualidad y se regenera en cada nuevo jugador que se enfunda la camiseta blanca. ¿Cómo se recordará este tiempo? Como parte de una historia que ya existe hace muchos años y que no va a detenerse.

El Madrid va a París y llegados a este punto de las cosas solo cabe ganar. Pero no solo por esa confianza suicida del equipo y del club, capaz de encargar camisetas conmemorativas teniendo un resultado en contra "por si remontamos" o grabar un nuevo himno y dejarlo en un cajón "por si ganamos la Décima". No, no es solo la fe ciega en el triunfo. Ahora solo cabe ganar, porque incluso aunque se perdiese la final, en el saldo continental nada cambiaría. Primero el Madrid, segundo nadie, tercero nadie y luego todos los demás.

Esta es la dimensión del mejor club de fútbol de Europa y la única fuente de estímulo que necesita quien ya es el más grande. Serlo un poco más y vivir para ser parte de ello.

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