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·5 de enero de 2025

Castillo: “Después de salir campeón todos se relajaron en Colón”

Imagen del artículo:Castillo: “Después de salir campeón todos se relajaron en Colón”

Durante gran parte de las décadas del 90 y del 2000, un delantero rubio de pelo largo marcó una época. Vistió camisetas pesadas como las de River, Independiente y Colón, y también logró un ascenso con Atlanta, jugó en el Arsenal de Gustavo Alfaro y vivió una mala experiencia en Arabia Saudita. Cristian Castillo dialogó con exclusiva con BOLAVIP, contó detalles de su trayectoria y reveló cuál es su sueño para un futuro cercano.

-¿Cómo se mete el fútbol en tu vida?


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-Tuve una infancia muy linda, el juguete más valioso era la pelota. Capaz nos duraba poco porque se pinchaba, pero nos inventábamos alguna de papel y seguíamos jugando. Mis comienzos son en mi barrio, en Villa Madero. Con mis amigos nos juntábamos a jugar en lo que llamábamos “el campito”, porque en ese momento todavía se podía jugar en la calle, y nos pasábamos horas. Un día me vino a buscar un técnico y me llevó a la Sociedad de Fomento de Villa Madero y yo no entendía nada, tenía cinco años y mis viejos me llevaron. Ahí arranqué, jugando con amigos. Todo era pasarla bien, ganaba o perdía y siempre la pasaba bien, fue una etapa muy feliz en mi vida.

-¿En tu etapa de Inferiores en Atlanta dejó de ser todo diversión?

-No, pero sí sentí un cambio a los 15 años, cuando empecé a entrenar con la Primera de Atlanta. Yo tenía que faltar los miércoles al colegio para poder hacer fútbol con Primera y ahí vi un cambio y pensé que podía ser jugador de fútbol, antes no lo pensaba. Cuando me pasa eso, lo charlé con mis viejos y ellos me apoyaron. Terminé cuarto año con mis compañeros y quinto lo tuve que hacer en la nocturna. Me acuerdo que tuvimos una charla familiar y les pedí que me den la posibilidad de probar si eso era lo mío y que me den uno o dos años, pero que si no se daba, me iba a poner a estudiar para tratar de ser una profesional. Por suerte las cosas se dieron y a los 17 ya debuté en Primera.

-¿Cuándo y cómo te diste cuenta que podías llegar a Primera?

-Uno de chico va escuchando y no sé si es bueno o malo, pero a mi viejo le decían que tenía condiciones. Por suerte tengo una buena familia y siempre fui encaminado con valores. Yo digo que los elogios mal recibidos marean al jugador. Me doy cuenta cuando pasé de Sexta División a la Reserva y fue un cambio muy grande tanto mental como físico. Cuando tuve la posibilidad de jugar en Primera me di cuenta que fue el camino correcto el que elegí.

-¿Cómo fue debutar en Primera con 17 años en el Ascenso? ¿Era picante?

-Yo debuté en el 92, el Ascenso en esa época era muy duro. Me acuerdo que te pegaban una patada y venían y te decían que te levantes porque sino la próxima iba a ser más fuerte. Por suerte tenía compañeros que me defendían. No se televisaba y la patada más tranquila iba a la rodilla. Pero fue una buena etapa de crecimiento y yo también venía de un barrio donde se jugaba así, entonces me fue un poco más fácil. Me hizo madurar, crecer y no arrugué.

En la temporada 1994/95, Atlanta logró el ascenso a la B Nacional con Cristian Castillo como figura. El Bohemio superó en ambas finales a Dock Sud y volvió a la Segunda División.

-¿Qué es Atlanta para vos? ¿Qué significó poder ascender?

-Se van a cumplir 30 años, fue cuando tenía 20 y fue una etapa de crecimiento linda. Seguramente en las Inferiores no se trabaja como se trabaja ahora. Había un técnico para tres categorías, los elementos no eran los ideales, pero había un grupo humano muy lindo en el club, tanto en lo que respecta a los que trabajaban ahí, a los padres y ni hablar de los compañeros. Había buena materia primera en el club. Fue un campeonato que ganamos de punta a punta con un técnico que le gustaba jugar al fútbol como Vitrola -Ghiso-, me acuerdo que ganamos muy buen las finales y dominamos siempre, fue un merecido ascenso.

En 1996, Colón apostó por el joven Cristian Castillo que se había destacado en Atlanta y así fue que el delantero llegó a la máxima categoría por primera vez en su vida.

-Llegaste a Colón desde el Ascenso, ¿cuál era tu objetivo personal y cuál era el del equipo?

-Era todo desconocido, yo estaba muy feliz en Atlanta por haber conseguido el ascenso y encima arrancamos bien el torneo porque se mantuvo la base, se trajeron muy buenos jugadores y hacer que Atlanta juegue en Primera. En la segunda fecha me vienen a buscar y así llegué a Colón. No conocía mucho la ciudad, tampoco al club, era todo muy nuevo. Era el segundo año que estaba en Primera y la idea era salvarse del descenso. Por suerte tuve un gran técnico que me llevó de a poco. Después se formó un equipazo y se lograron cosas muy importantes. Estaba Ibarra, Medero, Castagno Suárez, Carucha Muller, Gorostidi, Saralegui. Era un grupo con hambre de gloria, con ganas de lograr cosas importantes.

River y Colón fueron los principales protagonistas del Clausura de 1997. Los de Ramón Díaz se consagraron campeones y los santafesinos quedaron en el segundo lugar.

-¿Cómo fue pelear el torneo con River?

-Venía todo de arriba. Una vez que nos vimos ahí, nos dijimos que se podía dar. Por suerte teníamos un técnico bárbaro como Pancho Ferraro que nos mantenía con los pies sobre la tierra, nos decía que vayamos paso a paso. Lamentablemente se nos escapó por muy poco. River no paró de ganar, nosotros tampoco, pero no pudimos acortar la distancia. Hubiese sido maravilloso ser campeón con Colón. En ese River había jugadores de la talla de Enzo, Salas, Gallardo, Sorín, Astrada… Perdimos con un equipo muy importante y eso te da un poquito de “tranquilidad”.

A comienzos de 1998, Castillo dio el salto a River. Llegó a un equipo que venía de ser Tricampeón del fútbol argentino y vencedor de la Supercopa Sudamericana de 1997.

-¿Cómo te llega la posibilidad de ir a River?

-Me llaman por primera vez en el 97, cuando estaba recién llegado a Colón. Hablé con algunos dirigentes y también me llamó Omar Labruna, me dijo que estaba en carpeta y ese año no se dio. Me acuerdo que rechacé ir a Sporting Lisboa para jugar en River y no se dio ese año, pero sí el siguiente. En el 98 llegué a River y para mí era un sueño, lo tenía en mi cabeza y se me dio.

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-¿El sueño era River o cualquiera de los grandes?

-River. Me acuerdo que en el 97 me llamó Passarella a la Selección y hago una nota en la que lo digo. Me acuerdo que existía el interés de Boca y cuando me preguntan dije que quería jugar en River y mi representante me quería matar, pero yo tenía bien claro que quería jugar ahí. Era algo que quería lograr en mi carrera.

-¿Qué te encontraste cuando llegaste a River? ¿Era como lo soñabas?

-Apenas llegás, todo es diferente. Entrar al Monumental, a la concentración, al anillo interno, el vestuario… es otra cosa. Era lo que pensaba y más todavía. Era un club divino, poder estar con Astrada, Burgos, Hernán Díaz, era un vestuario pesado de figuras, pero fue buenísimo. Tuve un muy bien recibimiento. Ese grupo venía de ganar todo y había que mantener esa vara alta.

-¿Era una presión tener que revalidar los títulos del 97 y 96?

-En River te acostumbrás a ganar, no hay otra cosa. Es ganar el domingo y el miércoles por la Copa, no hay descanso. Es diferente jugar en River que en Colón, lo digo por la exigencia. En River tenés exámenes todos los partidos, por la calidad de los jugadores y por la exigencia del club.

-¿Cómo era el liderazgo Ramón Díaz?

-Él me llevó, me eligió. Al principio bien, me incorporé bien al equipo. El primer año me fue bien, hice entre 10 y 11 goles, pero en general no hicimos una buena campaña. Después, las posibilidades se me fueron achicando porque en un club así hay muchos jugadores y de mucha calidad. Fueron apareciendo otros jugadores y en el segundo año casi no jugué con Ramón, me acuerdo que estaban Ángel, volvió Cardetti, apareció Saviola y ahí volví a esperar que me aparezca la posibilidad de vuelta.

-Ramón fue un gran delantero y muy buen definidor, ¿te acordás de algún consejo de él?

-Sí, me acuerdo que nos quedábamos pateando. Me acuerdo cuando jugaba que era rápido y picante y en los entrenamientos cuando les pateaba a los arqueros era impresionante, ni Burgos ni Bonano las agarraban. Su pasado de ser delantero fue importante y me dio muchos consejos, me decía que dentro del área defina rápido.

-En 1998 aparece Saviola en Primera, ¿creías que podía ser el crack que fue después?

-Siempre ver surgir a un joven te da emoción. A mí me sorprendió mucho lo de Javi, porque era chiquito de cuerpo y estoy seguro que en algún club lo habrá rechazado por eso. Porque antes priorizaban lo físico por sobre lo técnico, una cosa de locos. Pero tuvo un crecimiento y una explosión de 0 a 100 y no paró hasta que hizo una carrera brillante. Tuvo una regularidad y un crecimiento muy rápido, igual que Aimar, un jugador totalmente diferente.

-¿Cómo eran esos entrenamientos en River con tantas figuras?

-Siempre en el fútbol los suplentes les ganan a los titulares, eso es una ley. Los 22 que hacían fútbol en River tenían mucha jerarquía y los suplentes se querían mostrar porque querían jugar. Eran tremendas las prácticas, me acuerdo que Burgos lo rayó todo a Saviola, pobre Javi. Era muy rápido y Germán salió con todo, no con mala leche, pero se lo llevó puesto. El nivel de fútbol que había en ese momento era tremendo. Eran 60 minutos a full.

-¿Qué balance hacés de tu paso por River?

-Me quedé un poco con un sabor agridulce. El primer año jugué, el segundo no. Cuando viene el Tolo me dijo que tenía mucha confianza en mí y tengo la mala suerte de lesionarme el último día de la práctica, me rompí el pómulo antes de viajar a Mendoza para jugar un Superclásico. Estuve afuera un mes y en este tipo de clubes dejar ese tiempo sin jugar no tiene retorno. Yo no había firmado contrato, el Tolo me puso un par de partidos, pero no fui el Castillo que fui en Colón o en la primera etapa de River, entonces me quedó un sabor agridulce, pero nadie me quita lo bailado que estuve en el club tres años.

Tras un breve regreso a Colón de Santa Fe, en el año 2002, Cristian Castillo recibió una importante oferta de Al-Nassr de Arabia Saudita y se embarcó en una nueva experiencia que no fue como él esperaba.

-Llegas a Arabia Saudita, otro mundo prácticamente, ¿qué recuerdos tenés de esa etapa de tu carrera?

-Fue una locura, pensé en lo económico, justo el país vivía un momento difícil. La idea era irme un año y después tratar de migrar a China o Japón. Ahí me embarqué, como siempre, sin saber donde iba. Tuve la suerte que el técnico era Jorge Habegger y todo fue raro. La cultura y el fútbol era totalmente amateur. Si hoy tengo que decirte cómo era el fútbol, te diría que era un intercountry, había poca responsabilidad y los jugadores lo tomaban como un hobby, pero no me arrepiento de haber ido y conocido Arabia. Futbolísticamente tenía un equipo que no acompañaba, no se lo tomaban en serio.

-¿Te calentabas cuando perdían o que a ellos no les importe hacía que no te pese perder?

-Quería ganar a todo, yo siempre quiero ganar, me pasa hoy en día jugando con mis amigos. Perdíamos y mis compañeros se cagaban de risa y no estaba bueno. Nosotros tenemos otra cultura y el equipo empezó a perder un par de partidos y le pedí a Jorge de salir. Ya tenía un poco apalabrado lo de Olimpo y me vine para Buenos Aires porque no era lo mío, no me sentía cómodo y quería volver a estar con mi familia.

-¿Fue fácil salir de Arabia?

-Se me hizo difícil. Tuve que llegar a un acuerdo económico. Apenas llegás te sacan el pasaporte con la excusa de tener que anotarte en la Asociación de Fútbol Árabe y no te lo devuelven más. Me llevó varios días llegar al acuerdo económico y hasta que no estuve arriba del avión no me sentí seguro. No es que me pasó algo puntual, pero me acuerdo que fui a negociar lo económico, firmo la recisión y me fui directo al aeropuerto. Tenía la valija armada y todo, fue llegar y preguntar por el primer vuelo que salga a Europa y me fui a París. Cuando estuve en París me sentí tranquilo.

Tras pasar un par de meses en el fútbol de Arabia Saudita, Castillo regresó a Argentina para jugar en Olimpo de Bahía Blanca y en el Clausura de 2003, el equipo que por entonces dirigía Julio César Falcioni terminó quinto.

-Volviste al fútbol argentino para jugar en Olimpo, ¿te costó readaptarte después de tu paso por Arabia?

-Me enganché rápido porque sabía que era una de las últimas oportunidades que tenía. Me fui a un fútbol totalmente desconocido, en el fútbol argentino no sabían nada de mí. Por suerte volví a un club como Olimpo y yo conocía a Falcioni de mi etapa en Atlanta y eso ayudó. Tuvimos una charla de hombres con Julio y me dijo que contaba con él y así fue. Metí once goles en 18 partidos y metimos un campeonato espectacular con Olimpo, fue un campañón. Ganamos partidos muy importantes y zafamos del descenso con bastantes fechas de anticipación.

En ese mismo 2003 pasó a Independiente, pero la experiencia lejos estuvo de ser como la esperaba. En el Rojo no la pasó bien y solamente estuvo seis meses en uno de los clubes más importantes de Sudamérica.

-¿Qué reflexión hacés de tu paso por Independiente?

-Lamentablemente llegué a un club totalmente desorganizado. Había sido campeón con el Tolo y no era lo que yo pensaba. Llegaron muchos jugadores, se armó casi un equipo nuevo. Ruggeri era resistido por la gente, no era querido, pero nosotros teníamos resultados. Nos liquidó perder dos partidos de Sudamericana contra River. El club no estaba alineado, no era lo que yo pensaba. Era un sueño familiar poder jugar ahí. Mi excursión por el club duró seis meses, una lástima. Teníamos un equipazo, estaba Damián Manso, Caggiano, Marioni, Zurita, Luis Islas, Castagno Suárez. Podríamos haber dado pelea, pero cuando las patas no están bien alineadas, a lo largo se nota en lo futbolístico.

-¿La pata que fallaba era la dirigencial con Ducatenzeiler?

-Estaba Andrés, pero había como una relajación general de todos. Después de salir campeón, es como que todos se relajaron. Es lo que le está pasando Colón ahora. No se tomó como una etapa de crecimiento. El complejo no es lo que es ahora, no estaba todo como tenía que estar.

En el cierre de su carrera, Cristian Castillo vistió la camiseta de Arsenal, fue en la temporada 2006/07 con Gustavo Alfaro como entrenador.

-También jugaste en Arsenal, equipo históricamente sospechado de recibir ayudas por parte de Grondona, ¿alguna vez viste algo raro?

-No, la verdad que no. Era un club muy tranquilo, muy familia. Los empleados del club después alientan desde la tribuna. Alfaro me dio la posibilidad de ir y la pasé muy bien. Conviví con unos compañeros divinos y aprendí muchísimo de Alfaro, un técnico de la puta madre. No hace falta ver su recorrido para ver donde llegó. Me hice amigos, como el Papu Gómez, Mauro Óbolo y varios más.

-¿Qué te dejó Alfaro?

-Todo lo que habla, más allá de lo futbolístico te lo deja para la vida. Me acuerdo que una vez nos dijo: “Clavo que sobresale recibe un mazazo”, como que todos estemos en la misma línea, que nadie se crea más que el otro porque viene el golpe y así miles de charlas que te quedan para la vida, porque es lo importante. Fue importante tenerlo sobre el final de mi carrera y siempre lo recuerdo de muy buena manera.

Luego de una temporada en Arsenal, Castillo decidió poner punto final a su trayectoria como futbolista en el lugar donde empezó: en Atlanta.

-¿Por qué decidiste retirarte en Atlanta?

-Se dio solo porque yo ya había pensado en no jugar más y me llamaron los dirigentes y me pareció que era un broche de oro cerrar mi carrera ahí, donde hice muchos amigos, logré un ascenso y el club me había dado mucho. Yo también tuve la posibilidad de darle desde lo económico con mi venta a Colón, que fue por un millón de dólares en el año 96, un número imposible para esa época en el Ascenso y me parecía que era darle una mano al club y me gustó la experiencia de poder terminar donde empecé.

-¿Cómo te ves en un futuro cercano? ¿Te gustaría volver a Colón en otro rol?

-Ahora disfruto de la familia, de mis amigos y en un futuro no tan lejano me gustaría poder hacer algo en Colón, es algo pendiente que tengo. Me gustaría ser manager o Director Deportivo, ya lo estamos armando con gente amiga del club que tenemos la idea de poner de vuelta a Colón que es donde tiene que estar, que es en lo más alto. Vamos a ver qué pasa en las próximas elecciones y ojalá podamos estar en el club. Necesito poder devolverle algo de todo lo que me dio.

-¿Qué sentís cuando los hinchas de Colón te brinda su afecto?

-Me siento orgulloso porque es un club en que todo cuesta. Me recibieron, me hicieron familia y, junto a un grupo de compañeros del 96 al 98 logramos cosas muy importantes. Peleamos un campeonato con River, clasificamos por primera vez en la historia del club a la Copa Libertadores. Con el paso del tiempo, creo que ese fue el puntapié para todo lo bueno que vino después. Me siento parte de la familia de Colón y que los hinchas me tengan en esa consideración me pone muy feliz.

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