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La Galerna

·26 de noviembre de 2024

Asencio, un canterano

Imagen del artículo:Asencio, un canterano

A menudo se llega a los sitios por caminos inesperados. Suele ser el caso de Ancelotti. El entrenador italiano siempre encuentra soluciones a los problemas más complejos gracias, muchas veces, a la casualidad y al infortunio. Ya decía Napoleón, con mucha razón, que prefería un general con suerte antes que uno bueno. Las lesiones de unos son las puertas abiertas para los otros, y en este caso la de Militao ha franqueado el paso a Raúl Asencio. Su puesta en escena no ha podido ser más pulcra.

Asencio ha dado la impresión, hasta ahora, de ser todo lo que se le pide a un canterano: un tipo, como El Duque, feo, fuerte y formal. No es, por supuesto, Cubarsí pues, claro, ¿quién puede igualarse siquiera al angelito ingrávido, al efebo dotado de la gracia, querubín inigualable del Disneyland catalán de La Masía, al sin par Pau Cubarsí?


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Asencio ha dado la impresión, hasta ahora, de ser todo lo que se le pide a un canterano: un tipo, como El Duque, feo, fuerte y formal

No es, digo, Cubarsí, pero Asencio parece bastante bueno. De momento —sólo ha jugado dos partidos con la blanca del primer equipo—, puede romper en Nacho o en Miguel Torres. Quien, la verdad, aunque quede ya lejos, cuajó un par de buenas temporadas en aquel Madrid de entreguerras que ganó dos ligas seguidas entre Capello y Schuster.

Asencio ha mostrado ser rápido y no tener miedo. Cuando tiene que chocar, choca, y cuando tiene que cortar, abajo y al suelo, no duda en fajarse limpiamente en el tackle, que es la prueba del algodón de todo defensa. Con la pelota en los pies tiene soltura, la juega con corrección e incluso con un atisbo de maestría, como probó el pase en largo, precioso, sutil y parabólico, que le puso en bandeja a Bellingham en el Bernabéu, en su debut, para que el inglés se estrenara esta temporada.

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Desde luego que Anfield va a ser el bautismo de fuego del muchacho. Tiene veintiún años y, ciertamente, ha llegado su hora de la verdad. Puerta grande o enfermería, consolidarse en el Madrid o iniciar un periplo de mediocridad y buenos contratos por Primera y Segunda hasta los treinta y cinco años. El Castilla lleva demasiado tiempo sin dar nada valioso al primer equipo, o sea, sin justificar su existencia, si es que el Castilla está, en 2024, para nutrir a un Madrid tan global que ha hecho del mundo su propia cantera. Que tengo yo mis dudas. Es un filial atrapado en un bucle perverso, quizá el horizonte final de esta modalidad de equipos-vivero en el siglo XXI, más pensados para sacar dinero con poca o ninguna inversión que para formar, propiamente dicho, a jugadores aptos para la élite. Lo entrena Raúl, por decir algo. Su ciclo parece quemadísimo desde hace tiempo y, por lo que sea, el Castilla ha terminado por ser su Purgatorio.

A lo mejor, embobados en la añoranza de Kroos, el Madrid ha hallado al sucesor de Nacho sin que nadie se diera cuenta

Asencio destaca por su seriedad. Tiene poso, temple y velocidad, mucho más por ejemplo de lo que se puede decir de Illarramendi, es un poner, que bien no era defensa pero costó cuarenta millones. O de Vallejo, reducido a un meme el pobre hombre. Asencio está atento y al quite, cualidades fundamentales ahora que el fútbol se juega tan rápido y, sobre todo, imprescindibles en un defensa del Madrid, que juega casi siempre sobre un abismo. Tiene casta, una de esas virtudes imponderables que no se traduce en datos pero que el aficionado con buen ojo caza al vuelo. La casta es importante, sobre todo cuando se afronta un trabajo de alto riesgo como es el de ser defensa central del Real Madrid. A lo mejor, embobados en la añoranza de Kroos, el Madrid ha hallado al sucesor de Nacho sin que nadie se diera cuenta. Desde luego que la confianza de Ancelotti en él parece total desde el principio, como si también Asencio fuera un defensa pesimista como Nacho, o sea, de esos que siempre esperan que pase algo malo y, por lo tanto, están siempre preparados para ello.

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Las temporadas más recordadas del Madrid son aquellas en las que multitud de circunstancias a priori impensables acabaron ocurriendo, transformando los peligros en grandes oportunidades. Es el caso del año de La Octava, donde Del Bosque triunfó ante los mejores equipos de Europa con una defensa de cinco en la que Helguera hacía de hombre libre e Iván Campo, junto con Aitor Karanka, formaron una inolvidable pareja de centrales. Lo cierto es que el campeón de Europa va a jugarse el pase a la siguiente ronda con una defensa asentada sobre la base de Rüdiger y Asencio, una inopinada guardia pretoriana que no obstante ha dejado la puerta a cero en los dos últimos partidos, algo notable considerando que en los dos inmediatamente anteriores el equipo encajó siete. El reto está a la altura del Real Madrid, que es una fábrica de heroicidades sin cuento, así como de héroes.

El Madrid va a jugarse el pase a la siguiente ronda con una defensa asentada sobre la base de Rüdiger y Asencio, una inopinada guardia pretoriana que no obstante ha dejado la puerta a cero en los dos últimos partidos, algo notable considerando que en los dos inmediatamente anteriores el equipo encajó siete

Las circunstancias anómalas de esta temporada han conducido a que asistamos a un Liverpool-Madrid apasionante. Siempre lo es este tipo de partidos. El Madrid de Zidane y luego de Ancelotti ha demolido, en términos históricos, a este gran club, campeón seis veces de Europa, legendario monumento del fútbol británico y en su día bestia negra madridista. Hasta el año 2015 el Madrid se había enfrentado tres veces al Liverpool, con un resultado global tremendo de cero goles a favor y seis en contra: tres derrotas, una de ellas en la final de París del 81. Desde el segundo año del primer ciclo de Ancelotti, contando la final de Kiev y la de París en 2022, el Madrid le ha dado la vuelta a este guarismo de un modo además apabullante, totalitario: ocho partidos, siete victorias y un empate a cero. Por eso, aunque esta vez el Madrid parezca más frágil que nunca y el Liverpool ya no tenga a Klopp, la memoria sentimental perdura. Y genera el ecosistema más favorable de todos para que un chico que está empezando cuaje su primera gran noche europea, esas en las que todo parece de verdad posible.

Getty Images.

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