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La Galerna

·12 de mayo de 2025

Arrivederci, Carlo

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El madridista pata negra está hecho de paciencia. Sólo han pasado unas horas de la debacle y la mayoría ya está superando el luto, pensando en la temporada que viene. El culé está regocijándose en las cuatro victorias de esta temporada, mucho más importantes para ellos que los títulos. Pobres. Nosotros nos levantamos el lunes preguntando por los fichajes y con ganas de ver qué va a hacer Alonso con el equipo (porque nadie imagina que anuncie su salida del Leverkusen para ir al Liverpool o al Bayern); qué patrón de juego, qué jugadores serán la columna vertebral del once. ¿Convertirá en top mundial a algún canterano? Hay otro madridismo, claro, pero hablaremos de él más adelante.

Habrá tiempo hasta el mundial de clubes para analizar esta extraña liga. No habrá descanso entre la nueva competición FIFA y el inicio de la siguiente temporada, que también será extraña porque la empezaremos con media plantilla de vacaciones. Este final de la liga ya lo hemos visto antes: el Barça no fallará en las tres jornadas que faltan y nosotros, nos ha pasado siempre en estas circunstancias, regalaremos puntos después del bajonazo de Montjuic. Da lo mismo ya, pero la diferencia no se reducirá.


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Si tenemos que repartir responsabilidades porcentuales del fracaso de esta temporada, porque no cosechar algún título mayor siempre es un fracaso para el Real Madrid, Ancelotti aparece en primer plano, muy destacado. Superado en los planteamientos de los grandes eventos por los entrenadores rivales, sólo dio buena impresión en la segunda parte de la final de Copa. El grupo se le ha ido de las manos este año. Tal vez haya algún partido que haya ganado desde la banda, pero, honestamente, no lo recuerdo. El equipo se ha sostenido por la irrupción de Mbappé después de tocar fondo en Bilbao. Muy poco más.

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Son muchas cosas las que nos rondan en la cabeza hoy a los madridistas. Un Barcelona físicamente indestructible y muy competitivo nos ha goleado en todos los choques con una presión suicida pero con una defensa muy débil.

En el Bernabéu no nos enteramos de la película: más de 12 fueras de juego (8 de Mbappé) sin corrección desde el banquillo. Depresión colectiva y a la lona después del primer golpe. En la Supercopa, jugando contra diez gran parte del segundo tiempo, vimos al equipo desfondado y presa de la apatía, incrédulo sin poder dejar de mirar el marcador. Nadie dio un grito de guerra ni dentro ni fuera del campo. No creímos. En la reciente final de Copa, deficiente gestión de la ventaja pero síntomas de mejoría por la actitud. Un espejismo. En Montjuic, otra vez incomprensible desconexión después de ponernos por delante, con horrible manejo de la posesión, pelotazos sin sentido y errores groseros en la salida del balón. Concedimos más de media docena de disparos dentro del área por falta de contundencia. Podrían haber supuesto una goleada escandalosa. Tres de los cuatro goles del rival se explican por fallos imperdonables.

Se pueden tener malas temporadas. Nadie gana siempre. Miren los Chicago Bulls post Jordan o los Lakers post Kobe Bryant. Nuestro equipo nos lleva de paseo por los infiernos de vez en cuando. Ha sucedido históricamente y seguirá sucediendo aunque el madridismo digital, acostumbrado al éxito, no tolere la derrota.

Si tenemos que repartir responsabilidades porcentuales del fracaso de esta temporada, porque no cosechar algún título mayor siempre es un fracaso para el Real Madrid, Ancelotti aparece en primer plano, muy destacado

El análisis requiere tiempo y reflexión, justo lo que no existe en nuestro mundo hiperconectado, que sólo ofrece estrés y agresividad como respuesta al fracaso. La frustración debe ser un punto de inflexión para tomar decisiones de efectos duraderos en el tiempo, no para satisfacer las necesidades de dopamina de la parroquia tuitera. He leído sesudos tuits que recomiendan sacar del club inmediatamente a Ancelotti, Rodrygo, Vinícius y Florentino... El verdadero remedio para la intolerancia a la derrota empezaría por pedir un IQ acorde con la edad fisiológica como doble factor de autenticación para abrir una cuenta en una red social.

Vamos con retraso. La salida de Ronaldo en 2018 debería haber supuesto un abismo. Sean honestos. Todos pensamos que tendríamos una sequía de títulos sin Cristiano y lo aceptamos. El hueco que nos dejó fue gigantesco, pero la realidad es que desde entonces hemos ganado tres Ligas, una Copa, tres Supercopas de España, dos Mundiales de clubes, una Copa Intercontinental, dos Supercopas de Europa y dos Champions League. Hemos ganado todo. Sin Ronaldo, sin Ramos, sin Casemiro, sin Benzema. Y el Real Madrid sigue facturando. Algunos años sufriendo como perros, pero seguimos llenando las vitrinas. Les recuerdo el número de la felicidad: quince.

No ha habido fichajes para cubrir las bajas, es verdad. Seguimos con una racha inconcebible de lesiones, una maldición, pero Florentino nunca nos ha decepcionado desde la promesa de traer a Figo. Hemos tenido a Ronaldo, a Bale, a Kroos, a Courtois, a Vini. Ahora a Mbappé. ¿Qué más se puede pedir? Si el presidente ha aguantado el mal juego y las derrotas esta temporada es porque no entraba en sus planes romper la hucha para traer medianías a precios fuera de mercado, que es lo que traes cuando todo el mundo sabe que necesitas fichar y que tienes dinero. Para un empresario no hay drama por un año de ajuste que sirva para sanear la caja y para financiar el siguiente proyecto.

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No le puedo aplaudir, sin embargo, que no haya aprovechado la oportunidad para practicarle la eutanasia a la organización más corrupta del deporte mundial y que por el contrario, pese a haberse personado en el juicio, les haya mantenido conectados a la máquina de soporte vital. Me queda el consuelo de suponer que tiene un plan que no conseguimos entender o que conoce asuntos mucho más turbios del Barcelona y de quienes lo sostienen política y mediáticamente que perjudiquen al Real Madrid. No lo vean imposible. España es una charca infecta, lo vemos cada día en las noticias.

El bueno de Carlo ha tenido una plantilla desequilibrada desde el principio de la temporada. No se ha quejado hasta el final, pero tampoco se ha arriesgado buscando soluciones. Era demasiado pedir para un veterano entrenador italiano. Dejando aparte nombres propios, Ancelotti no ha conseguido hacer jugar al fútbol al equipo. No ha encontrado un patrón de juego. No le ha confiado el mando a ningún futbolista. No ha sabido construir una defensa fiable. No ha exprimido todo el talento disponible en el banquillo. No ha hecho rotaciones, comprometiendo la salud de los futbolistas. No ha logrado poner a las estrellas al servicio del equipo y nunca ha utilizado la cantera salvo en situaciones de extrema necesidad.

Los futbolistas también son responsables. Rodrygo se ha paseado diez partidos como alma en pena sin mostrar el menor síntoma de mejoría. Vini, mucho más preocupante, se ha desconectado del fútbol desde el infausto mes de diciembre y el vergonzante bulling que la UEFA y L'Equipe perpetraron en la gala del balón de oro, para regocijo de la España fea. La emboscada podría haber terminado mucho peor, de presentarse la delegación del club y los familiares en la gala para recibir la estocada ante las cámaras de televisión. Nos habrían clavado para siempre en la retina esos primeros planos que Florentino les negó. Pese al escándalo y la reprobación artificiosa de la mafia periodística, fue un acierto indiscutible del club aguarles su asqueroso plan. Pero Vini está pagando un precio muy alto. Han conseguido descentrar al futbolista. Vini no es el mismo desde entonces.

El bueno de Carlo ha tenido una plantilla desequilibrada desde el principio de la temporada. No se ha quejado hasta el final, pero tampoco se ha arriesgado buscando soluciones

Bellingham también es otro jugador este año. No es ni el ancla en el centro, ni el llegador eficaz. Se pasa los partidos haciendo kilómetros con un sacrificio estéril la mayoría de las veces. Hasta Valverde nos parece peor que el año pasado. Pone sacrificio, trabajo y talento, pero está muy solo en la contención cuando Tchouaméni desaparece del puesto en el que brilla y aparece en el centro de la defensa, dejando que el equipo pierda un terreno que le concedemos gratis a los rivales.

El centro del campo no ha tenido una referencia. Alguien que estuviera siempre disponible para recibir un balón en las peores condiciones. Kroos se quitaba de en medio rivales con un control orientado, esperando el pase o dando un paso lateral. No podemos pedir eso a ningún futbolista de la plantilla. Pensamos que pudo ser el Ceballos de antes de la lesión, pero ha vuelto irreconocible. Pensamos que pudo ser Camavinga, pero lleva dos años sin progresión, cometiendo los mismos errores y encadenando lesiones. Modric puede sujetar el equipo media hora, una hora dosificándose, pero el fútbol de 2025 no permite jugar al tran tran. Podría ser Güler, pero no le hemos visto jugar más de media hora en su sitio. Nos negamos a perder a Kroos tan temprano, pero si analizamos el año de Lucas, no podemos sino felicitar al alemán por su decisión.

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No es momento de recordar, pero tampoco de olvidar, los tres atracos arbitrales consecutivos que sufrimos contra Espanyol, Atlético y Osasuna, y el del Rayo, en los que perdimos nueve puntos en una liga que hasta Montjuic estuvo a tiro de cuatro. Al Barça no le sucedió lo mismo sino lo contrario. Un Real Madrid menos mediocre o un CTA menos corrupto habrían cambiado el orden de la clasificación. Por el bien del fútbol, parece que también será la última temporada de la banda de Negreira.

Ancelotti mantuvo la compostura en ruedas de prensa hasta que le señalaron la puerta de salida. Desde entonces, le hemos escuchado decir que prefiere un sistema 4-4-2 que no ha usado desde octubre, que el 4-3-3 es desequilibrado. Ha llegado a decir "si los jugadores me hacen caso, el partido irá bien". ¿Por qué no le iban a hacer caso? O mejor dicho, ¿por qué no le hacen caso? Ha repetido demasiadas veces que hay ausencia de titulares de la defensa por lesiones. A falta de soluciones por parte del club tampoco ha arriesgado nunca con canteranos o con el evanescente Vallejo, poniendo en riesgo a Militao, Alaba y Rüdiger. El partido clave de la Liga ha terminado con el debut psicotrópico de un delantero de la cantera, fuera de casa, perdiendo y contra el Barcelona, como epílogo a un catálogo de decisiones desconcertantes.

En esta ocasión, a diferencia de las innumerables veces en que hemos visto caer a un entrenador "porque no se puede echar a todos los jugadores", confío en que la salida de Ancelotti quede plenamente justificada por el rendimiento en el Mundial de Clubes con un nuevo técnico y que la diplomacia y bonhomía del italiano no nos esté ocultando alguna disfunción interna que requiera más cirugía que tratamiento. El Real Madrid es una bestia salvaje de diez cabezas que no puede cabalgar cualquiera.

He defendido a Ancelotti y he creído en él mientras he podido, pero ha llegado el momento de decir adiós. Sólo falta darle las gracias por ser un caballero del fútbol, por haber convertido en estrellas mundiales a unos cuantos adolescentes talentosos, por los éxitos irrepetibles que ha logrado y esperar su regreso por si le apetece seguir siendo parte del club de alguna manera.

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