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La Galerna

·26 de mayo de 2024

Aquí Kroos y después gloria, la Duodécima

Imagen del artículo:Aquí Kroos y después gloria, la Duodécima

Buenos días, amigos. Ya no le vamos a ver más por aquí. Sí le veremos volver —ojalá sea pronto y bufanda al cuello y sonrisa insinuada para celebrar la 15 en el Bernabéu, acompañado de todos los compañeros de fútbol y, deseamos, que de baloncesto también—, pero no será de corto y como profesional. La última faena de Kroos en el Bernabéu fue la de anoche. La próxima ocasión que visite el templo blanco ya no será jugador del Real Madrid, sin embargo, llegará luciendo la gracia adquirida con su marcha: la inmortalidad. Aquí Kroos y después gloria, la del legado de Toni y la que deseamos se forjen los pupilos de Chus Mateo, que a las 20 horas se baten en duelo contra Panathinaikos por la Duodécima.

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Gloria repartida por Marca entre Toni, en el cielo con diamantes acuosos en la mirada de todos, y el Barça femenino, que sí, que ha ganado la UWCL, pero no todos los días se despide del Bernabéu un Zeus con botas blancas. Probad a buscar alguna referencia a Kroos en las tapas de los diarios culés, tarea tan absurda como sacarnos al ocho merengue del corazón o intentar dejar de llorar por dentro.


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Dicen las malas lenguas que el Madrid no sabe despedir a sus leyendas, pero si lo de ayer no fue una despedida inmaculada, que baje Kroos y lo vea.

Antes del partido ya estábamos tiernos, en el calentamiento nos temblaban los ventrículos y cuando la megafonía anunció a Toni comenzaron a hacer lo propio las aurículas, entrando en resonancia el corazón con el Bernabéu al ritmo de los pasos de Kroos, que subía los últimos peldaños que le llevaron sobre el olimpo de césped donde le hicieron pasillo todos los compañeros con su ocho a la espalda. Cabe resaltar el comportamiento del Betis, que primero hizo el pasillo al campeón y después se unió al recibimiento a Kroos.

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El partido no fue más que un preludio de lo inevitable, la despedida de Toni. Aquí podéis leer la crónica de Andrés Torres. El madridismo, inconformista por naturaleza, torció un poco el gesto ante el encuentro blanco y esgrimía que una cosa es la natural prudencia ante la final del sábado y otra lo que estaban haciendo. Este inconformismo blanco habría llevado a criticar también al equipo si se hubiese empleado más a fondo ante la temeridad que habría supuesto la posibilidad de un percance. Pero esta exigencia suprema es uno de los secretos del éxito del Madrid.

Cuando vimos a Davide llamar a Modric para saltar al campo sentimos una punzada, pero confiábamos en que Carlo nos regalase la posibilidad de ver por última vez a Luka y a Toni juntos sobre el campo del mejor club del mundo. Y así lo hizo el italiano, que esperó al minutos ochenta y llantos para cambiar a Kroos.

El partido, el Bernabéu y el movimiento de rotación terrestre se detuvieron, los compañeros abrazaron a Kroos, Ancelotti aplaudía en pie a pie de campo, Isco hacía lo propio desde la grada sobre su maltrecha extremidad, los hijos y la mujer del alemán y todo el Bernabéu lloraban medio sonriendo sobre un infinito aplauso. Toni se mantenía impertérrito mientras caía destrozado todo el que lo abrazaba, como le sucedió a Davide, que se derrumbó fulminado por la emoción.

Kroos mantuvo la compostura diez años enteros hasta que se abrazó a sus hijos, lo reconoció él mismo después: «He estado bastante fuerte hasta que he visto a mis hijos y eso me ha matado». Solo los vástagos son capaces de doblegar la inmortalidad.

En ese último abrazo nos quedamos todos, el último abrazo que recoge As en su portada.

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Cuando acabó el partido, el Bernabéu ovacionó a Toni para siempre, aunque a veces para siempre sean veinte minutos. Nacho se encargó de hacer partícipe a la mujer de Kroos de la celebración, que prudente como su esposo se mantenía en un segundo plano. La familia en pleno recibió todo el cariño del mundo, ni más ni menos que el mismo que nos ha regalado Toni en una década.

Kroos fue manteado, abrazado, querido mientras suplicábamos que acabase para dejar de llorar y a la vez implorábamos que no terminase nunca, que no se marchase al vestuario, que las Adidas blancas de Toni Kroos no pisasen por última vez el Santiago Bernabéu.

Pasad un buen día, recomponeos y animad al equipo de baloncesto esta tarde en la final de la Euroliga. Porque el Madrid no para por nadie, ni siquiera por los dioses.

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