Ansu Fati y la visión túnel | OneFootball

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En un momento dado

·27 de septiembre de 2021

Ansu Fati y la visión túnel

Imagen del artículo:Ansu Fati y la visión túnel

Uno de los mejores textos que se han publicado en español sobre la figura de Michael Jordan lo escribió Gonzalo Vázquez. En él, el periodista glosa a la leyenda del baloncesto subrayando el atributo que, a su entender, lo situó por encima de los demás. El que lo distinguió de quienes, sobre el papel, pudieron compartir con él virtudes: su concentración. La visión túnel. Tal y como recoge Vázquez en el artículo, su ex-compañero B.J. Armstrong describía la cualidad de Jordan como la «habilidad para aislarse por completo de todo aquello que no fuera su objetivo”, de un modo parecido al que usaría Tom Smithburg para asegurar que “Michael encendía un interruptor que corría unas cortinas a la realidad dejando únicamente el baloncesto”. Algo de eso debe haber en Ansu Fati, un futbolista que es capaz de debutar y marcar goles con el primer equipo antes de la mayoría de edad como si siguiera jugando en el Juvenil y el Camp Nou fuera uno de los campos de la Ciutat Esportiva, o de regresar a los terrenos de juego tras un año de inactividad y el dorsal de Leo Messi a la espalda como si fuera un día más.

Ansu son dos personas en una. El niño y el futbolista. Uno vive cuando el otro se oculta, y ambos se dan el relevo al dictado del balón. Sólo antes de saltar al campo, cuando el esférico se aloja en el fondo de la red o cuando el árbitro señala el final del partido, emerge el niño en la mirada y en la sonrisa del futbolista. Sólo entonces se permite ser consciente de lo que hay alrededor y de su significado, sin la posibilidad de volver atrás para que el decorado se convierta en presión, y con la única opción de disfrutar lo conseguido. De celebrar un gol sin la carga de tener que marcarlo. De abrazar un regreso sin el peso de saber cuánto ha costado. Como un niño, sonriente, Ansu entró al campo el domingo, y como un héroe fue recibido el futbolista. Siendo, al mismo tiempo, la esperanza, el refugio y la cura. Representando lo mucho que se añoraba de él y lo mucho que todavía se extraña de otros.Y como un héroe jugó Fati. Como si el diez no pesara. Como si no llevara un año sin jugar. Como si no fuera la gran esperanza del Barça. Como si no tuviera dieciocho años. Como si no fuera un niño. Recibió el balón en la banda izquierda y encaró a su rival. Generó la primera ocasión. Luego, una situación de peligro dentro del área. Y finalmente el gol. La rúbrica al partido que necesitaba su equipo. El broche que necesitaba su afición.


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Cuando Ansu Fati entró al terreno de juego el encuentro lucía con claro color azulgrana tanto en el juego como en el marcador, merced al decantado dominio que ejercieron los locales sobre su rival desde el comienzo. Sin Pedri ni De Jong, Ronald Koeman optó por alinear de inicio a los canteranos Gavi y Nico, las dos nuevas apariciones de la fábrica culé, y dos de los claros protagonistas de la victoria. No lo fueron, sin embargo, como los dos interiores del clásico 1-4-3-3, sino que con su alineación el técnico decidió matizar la disposición de sus jugadores: Nico formaría al lado de Sergio Busquets, y Gavi a la derecha de Philippe Coutinho, en lo que durante muchos minutos pareció un 1-4-2-3-1 algo peculiar. Lo fue, sobre todo, porque a pesar de su posición de partida en banda, Gavi desarrolló un juego muy liberado de la cal, en el que, sin ignorarla, se le entregó la libertad necesaria para participar constantemente por dentro. En ocasiones al lado de Busquets y otras por delante del capitán, el andaluz fue, de hecho, el tercer centrocampista del equipo, dejando para Coutinho una influencia más adelantada y vinculada a la finalización de las jugadas. La posición de Gavi resultó un evidente problema para el Levante, que ni desenganchó a Clerc del lateral para alargar la persecución del barcelonista, ni logró cerrar las líneas de pase que el Barça dirigía hacia el canterano a la espalda del mediocampo.

Con Nico y Busquets lanzando una doble atención sobre los mediocentros granotas de forma que cuando trataran de presionar la salida del Barça ambos se separaran de su defensa, y sin que ni el central ni el lateral izquierdo levantinista acudiera a la corrección, encontrando a Gavi en tres cuartos de campo pudo el FC Barcelona romper la presión de su adversario, amenazar su orden y obligarlo a correcciones que no hacían más que generar nuevos problemas a su seguridad sin balón. Requerido en la derecha por la movilidad de Gavi y las internadas de Mingueza, castigado en la izquierda por la influencia de Dest y Memphis en el ataque culé, y dominado en el centro por esa versión de Sergio Busquets que instala y al equipo en campo rival y la da continuidad desde su ritmo en el pase. Y es que la alineación de Nico y Gavi contribuyó a dibujar un escenario muy favorable para el mediocentro catalán. Reforzado y cubierto en la zona del pivote por la presencia del hijo de Fran, se acercó a la salida de balón y se lanzó a la presión adelantada dejando su zona a buen recaudo, al tiempo que el peso de Gavi en la creación de ocasiones lo descargó del rol al que recientemente se ha visto obligado.

Con Busquets metido atrás para que el inicio azulgrana disfrutara de superioridad numérica, los de Koeman tendieron a llevar el juego hacia el perfil izquierdo de su ataque. En él desembocaban los primeros pases de Eric García, los apoyos y regates de Memphis Depay, la veloz verticalidad de Dest a pierna cambiada y el trabajo de Luuk de Jong sobre el central diestro del Levante para que su compañero de banda siempre quedara en situación de uno contra uno. El mismo perfil izquierdo que vio entrar sonriente a Ansu Fati, y que se relamió imaginando la sociedad del canterano con Memphis. Yendo de dentro a fuera el neerlandés y de fuera a dentro el español. Acercándose uno al balón y rompiendo el otro al espacio. Llegando en profundidad, cargando el área o asomando en la frontal para servir la asistencia. Buena parte de la suerte que corra el Barça esta temporada pende de ellos dos. Ambos lo saben, aunque a Ansu no le importe. Se olvidará cada vez que empiece a rodar la pelota, y lo recordará cuando suene el pitido final. Cuando se rompa el hechizo del balón y el futbolista deje paso al niño. Cuando el segundo disfrute los logros y las víctimas que ha dejado el primero.

– Foto: Marc Gonzalez Aloma

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