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·13 de abril de 2021

Angelito y diez más

Imagen del artículo:Angelito y diez más

Si hay un jugador del Atlético de Madrid que se merece un cariño especial, ese es Ángel Correa. Un tipo con cicatrices y personalidad. Con el argentino no se puede ser objetivo, ni se pretende. Primero, porque como periodista y aficionado, cabe explicar por enésima vez que la objetividad no existe. Objetividad viene de objeto y las personas son subjetivas. Así que con Correa no hay que buscar objetividad, ni subjetividad, hay que buscar lo único que se le pide a un periodista y a un aficionado: honestidad. Y a fuerza de ser honesto, es perfectamente compatible lamentar la falta de gol de Correa con destacar su enorme capacidad para generar situaciones de gol, liderar el frente de ataque, trabajar a destajo y fabricarse ocasiones de la nada.


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Si Correa tuviera gol, muchos atléticos jamás le habríamos criticado desde la comodidad del sofá de casa, donde nadie falla, todo es de color de rosa y la pasión se desborda. Si Correa tuviera gol, nadie puede asegurarnos que jamás hubieramos oído hablar de Joao Félix. Si Correa tuviera gol, todo el gol que a los atléticos les gustaría, quizá Luis Suárez no habría llegado al Metropolitano. Si Correa tuviera gol, quizá no habría estado muy cerca de abandonar el Atlético de Madrid en aquel verano que venía Rodrigo y Angelito se iba a Milán. Si Correa tuviera todo el gol con el que sueña, sería el ídolo máximo de los atléticos. Si Correa tuviera gol, su precio de mercado sería de 100 millones de euros. Y si Correa tuviera gol, quizá, sólo quizá, hace tiempo que habrían venido a ficharle los clubes hijos del gaseoducto y el petrodólar.

Correa no tiene demasiado gol, pero tiene todo lo demás. Polariza el ataque, recibe de espaldas y gira, ataca el espacio como nadie, dribla como nadie, es uno de los mejores asistentes del equipo y es puro potrero cuando arranca con la pelota. Es un jugador único, diferente, indescifrable, capaz de reventar cualquier defensa y de ser una solución para cada problema. Correa es uno de los tipos más queridos del vestuario, uno de esos que no "habla al pedo" y que siente cada palabra que dice y cada gol que se escapa. Correa es un carácter forjado en la calle, un chico del barrio, un chaval que perdió un hermano y un padre siendo un crío, alguien que recién llegado a Madrid tuvo que someterse a una operación por un serio problema de corazón, alquien que, dentro y fuera del campo, representa una vida repleta de cicatrices y personalidad.

Tras superar una cardiopatía y jugar en el Atlético de Miocardio, Ángel Correa no tiene instinto asesino, pero tiene todo lo demás. ¿Falla goles que no debería? Seguro. ¿Debe mejorar en la definición? Nadie mejor que él lo sabe. El asunto está en que se deja el alma, en que siempre aprieta los puños y regatea, en que siempre pelea cualquier pelota imposible, en que se desgasta en defensa y por eso a veces le falta frescura en ataque...y en que cuando el resto se queda bloqueado, él siempre pide la pelota. Nunca se esconde. Y no hay ningún gol comparable a eso.

Soldado de Simeone, Correa abandonó frustrado el césped del Villamarín. Y el Cholo, que sabe lo que falta, lo que está por venir y quién puede sacarle las castañas del fuego, acudió presto al quite para recoger a sus heridos. Se fundió en un cariñoso abrazo con él, le levantó el ánimo y le instó a resistir. "Me da bronca que Correa no pueda hacer el gol con lo que participa en los ataques del equipo generando peligro. Llegará el gol, porque la vida y fútbol es trabajo y un día paga. Ojalá tenga lo que se merece que es el gol". Así de simple. Así de sencillo. Así de natural. En caso de duda, cholismo. Y está más claro que el caldo de un asilo. De aquí a final de temporada, Angelito y diez más. En una Liga que será sufriendo o no será, el Atleti necesita todo aquello que le sobra a Correa. Cicatrices y personalidad. Con Angelito no se puede ser objetivo, ni subjetivo, sólo honesto. De aquí al final, este señor y diez más.

Rubén Uría