La Galerna
·14 de noviembre de 2024
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·14 de noviembre de 2024
Siempre es demasiado pronto para la navidad pero las cadenas de supermercado han decidido fundir el final del verano con los primeros fríos del invierno. Cada vez madruga más la víspera de la víspera de Navidad. A cierta edad ya no te echan de menos los camareros pero sí tu dietista: toca eludir la sección de dulces navideños como quien huye de un vecino molesto.
También es demasiado pronto para esas películas de amor en navidad, para las comidas de empresa y, sobre todas las cosas, para la vuelta de la amenaza de Mariah Carey con la gota malaya de su soniquete. Otra vuelta de tuerca para unas fiestas que son el astrágalo que soporta el peso de cada año, la traca final que pone a prueba nuestra capacidad de aguante como una recurrente cuesta arriba con final cada siete de enero.
Uno solamente espera el regalo de un Jude renovado, al Bellingham que corría libre como un cimarrón a jornada completa el año pasado
A esta edad nadie espera ilusionado otra corbata ni otro frasco de perfume. Las cenas familiares son como un dolor de muelas temido y cierto. Esta edad en la que solo excitan la sorpresa y la emoción, en la que uno solamente espera el regalo de un Jude renovado, al Bellingham que corría libre como un cimarrón a jornada completa el año pasado. Contra todo pronóstico y sin preaviso, contra el tópico de que siempre hay lugar para los grandes jugadores, la llegada de Mbappé ha tirado del mantel de una mesa impoluta, lista para la cena, de cubiertos perfectamente alineados y copas brillantes, rompiendo el menaje de la abuela. Hasta entonces tenía sentido el doble pivote, Valverde era Valverde por la derecha y Jude, como a cámara lenta, paría imágenes de póster central a toda página.
Si disfrazarse es engañarse a uno mismo, este Madrid confuso no se reconoce. Y es que el reflejo del año pasado pesa más que la imagen real y cruda de éste. Urge una nueva entidad solidaria resultado de la suma de sus individualidades para mantener el espectáculo de arte variado que es el juego del equipo blanco.
El show siempre debe continuar porque en el Madrid la ética es la estética y nosotros lo tenemos a él. Con Jude la conducción de balón es algo orgánico, hondo si se quiere, la lucha del hombre contra la gravedad
Pero hay esperanza. El show siempre debe continuar porque en el Madrid la ética es la estética y nosotros lo tenemos a él. Con Jude la conducción de balón es algo orgánico, hondo si se quiere, la lucha del hombre contra la gravedad. Es ritmo, pausa y acierto, algo de lo que carece muy a menudo este Real Madrid cuando cruza el Rubicón del medio campo. Verlo en su mejor versión es la consecuencia natural de una posición adecuada, un anhelo que podría recuperar al mejor Jude. Nunca un regreso al pasado pareció más oportuno. En ningún momento esta hidra de tres cabezas, desubicada en un dibujo borroso, fue una opción: Mbappé, Vinicius y Jude son tres destornilladores ante el mismo tornillo.
El retorno de Jude solo puede traer optimismo, extendiendo por contagio la confianza en la victoria. No habremos vencido a los excesos, a los monólogos de nuestro cuñado o a los cupones no premiados, pero lo haremos con una enorme sonrisa. Ese simple cambio de fichas hará que Bellingham, nuestra particular Riva Aquarama, salga del dique seco y gris de la intrascendencia para volver a brillar, elegante y sólido como un monolito de jade.
Getty Images.
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