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La Colina de Nervión

·6 de mayo de 2024

Alivio sevillista y drama andaluz

Imagen del artículo:Alivio sevillista y drama andaluz

Estuve esta semana dando clases en el Instituto de la Paz y los Conflictos de la Universidad de Granada. He vivido muchos años en la ciudad nazarí. Allí nacieron mis dos hijos, allí me licencié y doctoré, allí fui feliz: soy medio granadino. Comparo con Lorca aquello de «Granada es paisaje y Sevilla paisanaje». Es la ciudad más bella y elegantemente melancólica que he conocido en mi vida. Estuve en el viejo Los Cármenes en su último encuentro antes de la demolición, fue precisamente contra el Sevilla Fútbol Club, empate a uno. Luego fui de los pocos cientos que acudimos al nuevo estadio en la larga noche de la Segunda B. Íbamos un grupo de amigos, mi hija Eugenia, gran sevillista, y el poeta granadino Luis García Montero, para mí el próximo Nobel español (ya acerté con Saramago, emparentado con una granadina): todos esos recuerdos me vinieron la noche del domingo cuando veía a ese Granada con un pie y medio en Segunda División.

En esta semana de clase no vi por las calles ninguna camiseta del Granada y sí varias del Real Madrid y del Barça, y aquí está el drama del fútbol andaluz y no en este o aquel resultado de temporada. Andalucía, futbolísticamente, y quizás no solo en eso, es una colonia de Madrid y Barcelona. Un viejo cartel del gran pintor Paco Cortijo clamaba: “Si el andaluz pobre piensa en Barcelona y el andaluz rico en Madrid, ¿quién piensa en Andalucía?” En todas las provincias andaluzas, salvo en Sevilla, hay muchos más aficionados culés o merengues que de los clubes de la tierra. Me dirán que la historia de los equipos locales no acompaña. Ya, ¿pero qué fue primero: el abandono vernáculo o la adhesión colonial? Ahí están los vecinos para demostrar que se puede estar penando en tercera y seguir conservando viva la llama del beticismo. En fin, cosas de subalternos.


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Digo esto porque ayer se mezcló la alegría y el alivio de la salvación matemática del Sevilla Fútbol Club con la aflicción de mi alma granadina. Salió el equipo de Los Cármenes con una presión muy alta, casi suicida, lógico en quien casi no tiene nada que perder. Quique Sánchez Flores no cambió ni una coma del plan de rescate. El doble pivote de Alome y Soumare funcionó, aunque no brilló. Uno a cero al descanso. Luego, tras el descanso, las oportunidades aumentaron y el marcador también. Todo concluyó con un gol genial de Lukebakio. La ratio de goles por minutos jugados del belga es más que notable. Quique Sánchez Flores ha cubierto con prontitud el plan de rescate. Ahora toca ensayar lo que viene: darle minutos a los campeones de la cantera, a Hannibal que ya hizo minutos ayer…

Viene una nueva generación de la carretera de Utrera para el Sevilla Fútbol Club, allí está nuestro secreto más público y nuestro misterio más gozoso de nuestra gloria en el siglo XXI. Todo parece indicar que los tres equipos andaluces no sevillanos estarán el año que viene en Segunda. Ojalá se salve el Cádiz. Pero en la tacita de plata también hay muchos más que tuercen para los madriles o la rambla que para la camiseta amarilla que lucieron Migueli, los hermanos Mejías, Kiko Narváez o Mágico González. El último partido será con el Barcelona y allí veremos cómo en las gradas de gol sur habrá mucho más andaluces colonizados que catalanes cantando el himno del Barça. Ese es el drama del fútbol andaluz, amigos y amigas, no le den más vueltas.

“Ahora sé que en aquella ciudad deshabitada la gente andaba triste, con una soledad definitiva llena de abrigos largos y paraguas” (Luis García Montero)

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