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La Galerna

·5 de octubre de 2024

2-0: Victoria amarga por Carvajal

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Comparecía un Madrid deprimido y pelín deprimente esta noche en el Bernabéu ante el Villarreal de los Roig, un nuevo rico que habitualmente nos estriñe más de la cuenta. Y lo hacía, además, después de un cálido homenaje del Bernabéu a los campeones españoles paralímpicos de París 2024, entre los que, por cierto, se encuentro Íñigo Llopis, oro en 100 metros espalda e hijo de Luis Llopis, atezain coach, el entrenador de porteros que ha esculpido a Thibaut y a Andrey cual esculturas de divinidades renacentistas. Emociones al margen, qué poco le gustaban a don José Mourinho las distracciones en los prolegómenos del partido, máxime con el enfermo aún convaleciente de su visita al dentista metropolitano y su Austerlitz particular en Lille.

Así las cosas, una vez más el once de Carletto lució una puesta en escena tan pastosa como acostumbra últimamente. Una mousse de chapapote. Ancelotti, tradicional cual carajillo, insistió en su nuevo once de confianza, con Valverde y Jude en los pasillos interiores, percutiendo en el centro con cuarentón Modric -quién los pillara- y Goes en el banquillo. En los primeros diez minutos, apenas un destello de un Bellingham que siempre juega con bastón, bombín y esmoquin, y un chispazo cegador de Vini en su banda; en el lado contrario, los amarillos, con Baena al mando de las operaciones -y de regreso al Bernabéu- acumulaban los avisos en el área de Lunin. No obstante, ante la falta de fútbol y el dolce far niente táctico de su padre, la pizarra de Davide suele ofrecer soluciones. Un córner sacado en corto al filo del primer cuarto de hora, que dejó pasar Bellingham, permitió recibir solo en la frontal al Halcón Valverde, una auténtica imprudencia. El Pajarraco disparó con violencia para, golazo mediante, adelantar al Madrid en el Bernabéu. El balón tocó en alguien y desvió la trayectoria ¿Saben ustedes en quién? Tuvo que ser Baena: justicia poética.


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El gol tempranero no alteró sin embargo el guion del encuentro. El Madrid seguía espeso al chacachá del tren, solo alterado por las descargas eléctricas de Camavinga recuperando la forma en la medular, así como los arranques de genio y figura de Vinícius Junior en la izquierda. Y si lo de antes fue un chispazo, a punto estuvo el carioca de provocar sendos cortocircuitos en la zaga amarilla, preludio de lo que estaba por venir, particularmente para su marcador, el legendario Kiko Femenía, del que uno tiene la sensación que ya estaba en el primer PC Fútbol.

Con Femenía ya amonestado por las diabluras del brasilero y sacudiéndose el moho del dominio visitante, el Madrid pudo liquidar el partido antes del descanso. Bellingham disparó muy cerca del palo desde la frontal del área y Mbappé, obtuso, desperdició un mano a mano supersónico tras contraataque dirigido por Vinícius. Incluso Pepé, el ariete amarillo, chocó con Rüdiger y acabó como un crash test dummy. Poco más que reseñar de un primer tiempo con buenas noticias en el marcador y no tanto en el juego de los merengues.

Entre el hastío de la añoranza de Toni y las brumas de las remembranzas de Kroos, regresó el Madrid al verde entre los aplausos de la parroquia blanca al alemán, junto a sus descendientes, presente en un palco del Bernabéu. El Villarreal, por el contrario, aguerrido, no tenía intención alguna de participar de la fiesta. Se libró el campeón de Europa de un claro penalti de Tchouaméni por un fuera de juego de pelo de gamba de los tiempos modernos.

Lo que resultó directamente inexplicable fue que Cuadra Fernández no expulsara por segunda amarilla a Femenía después de sancionar un bloqueo sin balón sobre Vini disparado en contraataque. Botarate es lo mínimo que espera este cronista en el análisis arbitral de Alberto Cosín.

La inyustisia, que diría Cristiano, encendió a Vini, empeñado en cerrar el partido, atrayendo defensores cual miel a las moscas, siempre amenazante. Por el contrario, Ancelotti daba entrada a Goes por un desacertado Mbappé esta noche. El partido seguía pendiendo de un hilo y el hincha se preparaba para un final cardíaco. Vinícius nos ahorró las angustias.

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Una semi folha seca, violenta y mortal, desde el balcón del área en el 72´ acabó por sepultar las opciones de un Villarreal noqueado, tercero en la tabla hasta esta noche. "Vinícus Balón de oro, Vinícius Balón de oro", coreaba ufano el Bernabéu. Lamentablemente, un golpe en el hombro pocos minutos después obligó a la sustitución del brasileiro por Arda Güler. Diez minutos finales, entre cambios, sin apenas sobresaltos, hasta el tremendo, preocupante y desagradable final con la posiblemente muy grave lesión de Carvajal en un balón tonto en un despeje. El grito de Dani rompió el corazón de todo madridista. Porca miseria mascullaban los Ancelotti.

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Con este sabor amargo, el Madrid acaba por hacer los deberes, no sin dificultades, antes del sempiterno y dichoso parón de selecciones de turno y mete presión al líder; un alivio después del Wandalille padecido en los últimos días, que queda ensombrecido en total oscuridad por la lesión de Carvajal. Suerte, Dani.

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