La Galerna
·28 December 2024
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Es difícil resumir en unas pocas palabras todo lo que el Real Madrid nos ha dado en los últimos doce meses: hemos reído, hemos sufrido, hemos llorado, y hemos ganado todo lo ganable con un cierto ademán de monotonía. Nos dieron por muertos a comienzos de año y eso es lo que más nos divierte: la resurrección. Al Real Madrid le gusta ese juego. Y a nosotros más. Nuestros cardiólogos no opinan lo mismo, pero los médicos siempre vienen a aguar la fiesta cuando se enteran de que hay muchas copas por medio. Les da igual que sean de whisky o ligueras.
El 14 de enero ganamos la supercopa, endosándole un 4-1 a ese club del que usted me habla, para que quedara claro lo muertos que estábamos. El 25 de mayo ganamos la Liga, confirmando que la crisis de juego y la epidemia de lesiones habían terminado definitivamente con cualquier opción de éxito en esta temporada. Y el 1 de junio, cuando nadie lo esperaba, ganamos la Champions, confirmando que la crisis del Madrid era extremadamente grave y probablemente irrecuperable.
Flipamos con Lunin casi tanto como con el nivel que, de la noche a la mañana, demostró Courtois tras una eternidad en el dique seco. Fue el año de Carvajal, otra vez pero más, y la única pena es que haya terminado el 2024 con esa gravísima lesión de la que estamos deseando verle recuperado. La temporada 2024 de Carvajal ha hecho más por la alimentación sana y la comida sin gluten que todos los nutricionistas del mundo juntos, puestos en fila, y armados con recortadas, prohibiendo el acceso a la zona de bollería del supermercado.
Dijimos adiós a Nacho y eso entra dentro del apartado lágrimas, pero para compensar nos dimos cuenta del pedazo de líder que habíamos fichado con Antonio Rüdiger, que es el loco más cuerdo de la historia del fútbol español. Encontramos a mi paisano Lucas Vázquez cerrando la temporada a un nivel extraordinario, demostrando que ocupa el puesto de Carvajal porque no queda más remedio, pero que podía haber nacido en Bahía y caracolear en la frontal desde el primer minuto.
Nos dieron por muertos a comienzos de año y eso es lo que más nos divierte: la resurrección. Al Real Madrid le gusta ese juego
En el 2024 también dieron por muerto y amortizado a Luka Modric y ahí lo has visto, jugando más partidos y resolviendo más entuertos de los que nadie soñó con sus 37 castañas y dos huevos duros. Valverde lo ha jugado todo y lo ha hecho todo bien, y a veces pienso que este tipo llega a casa y regatea los muebles, y le hace coberturas a su mujer mientras esta está ocupada en la ducha. Bellingham ya nos había conquistado, pero da igual, porque cada día lo queremos más. Termina el 2024 siendo, a mi gusto, uno de los tres mejores futbolistas del mundo.
Lloramos, y esta vez sí lloramos, este año despidiendo a Toni Kroos, pero fueron lágrimas serenas, lágrimas de orgullo, de satisfacción, porque el chico hizo exactamente lo que quiso: despedirse como nadie, a un altísimo nivel, y con el mundo del fútbol rendido a sus pies. El hueco que dejó fue inmenso, pero ese es el tipo de retos que le gustan al madridismo.
Lloramos también la partida de Joselu y lloramos mucho, y todavía no sé si debió suceder, pero en todo caso luego hemos sabido que no la lloramos ni la mitad de lo que lo hizo él. Madridismo puro. Siempre Joselu.
Vini, por supuesto, es el balón de oro real, pero esa competición es un estercolero y, sinceramente, después de ganarla una y otra vez Messi, hasta cuando se dedicaba exclusivamente a zampar pizzas y ver partidos desde la grada, el prestigio del Balón de Oro es el mismo que el de los premios Nobel, o sea, ninguno.
Y, en fin, si tengo que rendirme a un futbolista en este 2024, mis lectores habituales ya lo saben, me acojo sin duda a declarar que no tengo la menor idea de si Brahim es el mejor del mundo o no, y de hecho no me importa, pero sí estoy seguro de otra cosa: que a día de hoy es el jugador que más me gusta del mundo, y el que más me hace disfrutar del fútbol, o sea, del Real Madrid.
No veo el momento de que llegue 2025 para seguir ganando cosas como si no hubiera un Negreira. ¡Feliz año 2025 a la parte merengue de la vida!