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La Galerna

·13 May 2025

Si me necesitas, silba

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Consulto las noticias del día y leo que se ha confirmado oficialmente lo que todo el mundo sabía sin saberlo: Carlo Ancelotti dejará de ser entrenador del Real Madrid una vez termine la liga, para dirigir a la selección de Brasil. La otra verdad no contada es que su sustituto será Xabi Alonso, hombre ponderado y de método, y hay quien asegura que empezará a conducir el equipo desde el 1 de junio, a pesar de que se había especulado con la posibilidad de que fuera un interino quien se sentara en el banquillo durante el Mundial de Clubes, hasta la llegada del técnico definitivo para el próximo curso. Más allá de rumores, el fin del ciclo Carletto es un hecho cuya dimensión, como todo, se valorará en su justa medida con el tiempo.

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Hay recuerdos fáciles y recuerdos difíciles, que diría Muñoz Molina. Quizás por nostalgia, quizás por el cierto miedo que genera la incertidumbre, enciendo la tele y busco abrigo en un refugio de contrastada eficacia. Tenía 20 años y la habilidad innata de descoserte el orgullo en un segundo. En 1944 Lauren Bacall acababa de debutar en Hollywood compartiendo cartel con el ya consagradísimo Humphrey Bogart en ‘Tener y no tener’, la adaptación de Howard Hawks a la gran pantalla de la novela homónima de Ernest Hemingway.


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La actriz primeriza sedujo de forma irremediable al público y al propio Boggie valiéndose de su cínico arrullo y sus ojos felinos. Todo el poder de aquel encanto hipnótico quedó concentrado en una escena legada a la posteridad y en cuatro palabras: “Si me necesitas, silba”. La frase es apócrifa, en el guion nunca apareció formulada así ni Bacall le dijo aquello a Bogart de esa forma, pero el paso del tiempo la moldeó para que la cultura pop terminara por fagocitarla. A alimentar el mito contribuyó el fruto más jugoso de aquella producción cinematográfica: el matrimonio entre 'La Flaca' y Boggie, una de las parejas más emblemáticas de la historia del celuloide yanqui. La guinda del pastel fue un guiño a la mecha que había prendido la hoguera durante el rodaje del filme de Hawks: el día de su boda, Bogart colgó del cuello de Bacall un silbato de oro.

Desconozco si hubo ojitos previos, pero sí que es posible que, igual que le pasó a Marlowe, Florentino Pérez estuviera a punto de caerse de espaldas tras recibir, en el verano de 2001, la respuesta afirmativa de Zizou a una proposición indecente

Tras el enlace, ambos repitieron como dúo estrella dos años después en 'El sueño eterno', película inspirada en otra novela y en la que Bogart encarnó al detective Philip Marlowe por primera vez. Bacall, por su parte, hizo de Vivian Rutledge, una de las hijas del General Sternwood, que contrata los servicios de Marlowe para, en principio, descubrir los trapos sucios de su otra hija, Carmen. En la obra original, que, en 1939, inauguró la carrera de Raymond Chandler como uno de los padres del género negro, el autor describe así el primer encuentro entre el detective y la coqueta Carmen: "Se mordió el labio, torció la cabeza un poco y me miró de reojo. Bajó los párpados hasta que las pestañas casi le acariciaron las mejillas y luego los alzó muy despacio, como si fueran un telón teatral: un truco con el que llegaría a familiarizarme, destinado a lograr que me tumbara patas arriba."

Concluida ya la película, consulto el móvil para seguir recreándome en tiempos mejores, y YouTube me acaba sugiriendo que vea un vídeo con las mejores jugadas de Zidane en el Madrid. Desconozco si hubo ojitos previos, pero sí que es posible que, igual que le pasó a Marlowe, Florentino Pérez estuviera a punto de caerse de espaldas tras recibir, en el verano de 2001, la respuesta afirmativa de Zizou a una proposición indecente. El episodio es archiconocido: durante el ágape en el marco de una gala de la UEFA en Montecarlo, el presidente del Real Madrid, dispuesto a rizar el rizo un año después de birlarle a Figo al Barça, le pasó, furtivo, una servilleta al entonces crack de la Juve. "¿Quieres venir a jugar en el Real Madrid?", leyó el francés, que, ipso facto, contestó, también por escrito, como un adolescente en pleno flirteo: "Sí". La convulsión del universo futbolístico resumida en una sola sílaba.

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Algo más de veinte años después de aquello, Zidane ya le ha dicho adiós tres veces al Madrid. Los dos primeros hastaluegos fueron abruptos. Cuando, en 2006, ya convertido en leyenda madridista, decidió retirarse como jugador, aún le quedaba un año de contrato. La frescura en las piernas no era la misma que hacía un lustro, pero en el Mundial de aquel verano demostró que le quedaba cuerda para rato. Sin embargo, nada ni nadie le hizo recular en su decisión. Como Gil de Biedma en el 78, sabía que sabía escribir, pero no quería.

Durante años se gestó, de forma cuidadosa, su regreso triunfal a la primera plana del club, aunque su llegada al banquillo se produjo antes de lo esperado, en enero de 2016 y con un equipo a la deriva. El 31 de mayo de 2018, tras alzar su tercera Champions en dos años y medio como técnico, volvió a decir que se iba. En las oficinas del Bernabéu aún andan pidiendo oxígeno para el presidente. En 2019 regresó, de nuevo a media campaña para sacar las castañas del fuego, de nuevo como salvavidas madridista. Un año y medio más tarde el conjunto salió campeón de liga. El tercer adiós fue un secreto a voces durante semanas después de una temporada en la que el Madrid no engordó sus vitrinas, pero no por esperado el vacío que dejó fue menos doloroso.

En estas últimas temporadas, Ancelotti se ha convertido en el bálsamo perfecto para aliviar esa antigua herida, y ahora su pronta marcha dejará al club huérfano de un líder espiritual a la altura de las circunstancias durante el inminente Mundial de Clubes, al menos hasta que se confirme la fecha oficial del inicio de la era Alonso. La opción del técnico interino es, cuando menos, poco alentadora, aunque lo cierto es que el madridismo tiene motivos para no sentirse desamparado. Desde hace varios días un rumor recorre el entorno de la Castellana como un ágil fantasma. En los mentideros se dice que, antes de marcharse en 2021, Zizou, de discurso parco pero siempre diáfano, se despidió de Florentino con una frase: "Sabes silbar, ¿verdad, presidente?"

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