
La Galerna
·9 April 2025
Qué desastre, pero ¿por qué no?

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·9 April 2025
No puedo empezar esto sin solicitar a mi buen amigo Paquito que me disculpe por las brasas avinagradas que le suelto antes, durante y después de los malos partidos del Real Madrid. Eso implica que lleva desde agosto aguantando comentarios y reflexiones de una amargura que hace que la bilis y el desconsuelo pudieran parecer ambrosía.
Anoche no fue una excepción, por supuesto. Carece de sentido entrar a valorar lo justificado o razonable de mi actitud, porque todos vimos el partido y cada uno lidia con el cabreo como sabe. No se espere el lector una arenga apelando al manido espíritu del añorado Juanito ni una tópica y ridícula referencia pretendidamente épica a las remontadas que hemos visto y disfrutado tantas veces en el Bernabéu. Mi postura ante lo del miércoles próximo es que “vamos a ver”.
Me da lo mismo cuán caduco y cansado pueda o no estar Ancelotti, con sus cambios inamoviblemente programados y su incomprensible gestión de la plantilla. Resulta indiferente el ínfimo nivel general de juego del equipo o qué le puede estar pasando a Vinícius para que se le note melancólico y disipado en el campo; dan igual la impotencia de Mbappé, la ausencia de laterales de nivel medianamente digno o la intermitencia de Rodrygo. Toda la ira de anoche ha derivado en una preocupante resignación, pero hay algo ahí que no encaja. Me considero incapaz de discernir si es voluntarismo o racionalidad, pero, aún a pesar de no existir un solo motivo racional para mantener la esperanza, el partido de vuelta en el Bernabéu sólo me suscita calma. En un momento en el que el cuerpo sólo debería pedir un desmantelamiento de la plantilla, un cambio de entrenador que ya debería haber tenido lugar y un muy serio aviso al palco, encuentro paz.
La semana que queda hasta el partido de vuelta no debería consagrarse a entrenar aspectos tácticos o técnicos, sino mentales, convenciendo a los jugadores de que el objetivo es llevar a cabo la mayor de las locuras
Será un mecanismo de defensa, pero sólo puedo pensar en “qué desastre, pero ¿por qué no?”. Quizá sea que no queda nada que perder, porque en el viejo Highbury (odio eterno a los nombres de estadios mercantilizados) nos pasaron por encima mientras nuestro equipo y su cuerpo técnico escribían un tratado sobre la inoperancia. Ya no hay lugar para el equilibrio ni para el racionamiento de esfuerzos. Ancelotti siempre ha destacado ese equilibrio como premisa para todo, aún a pesar de tener una plantilla desequilibrada, que es como poner un corsé que no sujeta nada, es decir, caos mal entendido. Puede que sea que el único resorte que le queda al Real Madrid para tener una mínima opción son la estampida y el caos bien entendido. Liberémonos del corsé y abracemos el salvajismo, aunque sea sólo por probar algo diferente. Puede salir mal y que nos metan 5 goles, claro, en cuyo caso estaríamos tan eliminados como ya lo estamos. La semana que queda hasta el partido de vuelta no debería consagrarse a entrenar aspectos tácticos o técnicos, sino mentales, convenciendo a los jugadores de que el objetivo es llevar a cabo la mayor de las locuras. El rival es un inglés, como lo eran los protagonistas de la carga de la Brigada Ligera, insuperablemente glosada por Iron Maiden en The Trooper. ¿Coincidencia? Me niego a creerlo. Sólo los más trastornados son los llamados a intentarlo independientemente de cómo se llamen. Es la hora de los dementes.
Un fuerte abrazo, Paquito.
Getty Images
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