La Galerna
·7 October 2024
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El común de los mortales tratamos con cierta frivolidad al deporte y a los deportistas de élite. Pensamos que son máquinas de satisfacernos, de enfadarnos, de hacernos vibrar, de hacernos sufrir y de hacernos llorar. Cuando cada uno de nosotros desatamos la pasión por un deporte, no miramos más allá que a nuestros intereses como aficionados. Además, si estamos hablando del fútbol, enmascaramos todas nuestras frustraciones en la supuesta fortuna que ganan los deportistas comparado con el sueldo del aficionado medio. Y parte de razón hay, nos han metido (nos hemos metido) en lo más profundo de las meninges que los deportistas de élite tiene la obligación de colmar nuestras aspiraciones emocionales porque ganan mucho dinero sin tener en cuenta ningún otro factor. De hecho, cuando un futbolista falla, le atizamos hasta la extenuación, cuando un futbolista (nuestro futbolista, claro) gana, le alabamos hasta el endiosamiento, por eso, a veces, muchas veces, no sabemos o no queremos saber cuánto trabajo, cuánto esfuerzo y cuánta dedicación hay detrás de ese jugador al que llamamos de todo cuando falla un pase claro o al que veneramos cuando marca un gol por la escuadra o gana un campeonato para nuestro equipo.
Solemos tratar con cierta frivolidad al deporte y a los deportistas de élite. Pensamos que son máquinas de satisfacernos, de enfadarnos, de hacernos vibrar, de hacernos sufrir y de hacernos llorar
Pues detrás de ese chico de veintitantos años que hace la gambeta, se mete en el área y sirve un balón imposible para que otro lo remate y nosotros saltemos del sofá con alegría y alborozo hay un trabajo extraordinario desde su infancia. Ese chico, ese niño, diría yo, lleva toda su vida sometiendo a su cuerpo a las más altas presiones físicas y psíquicas que nos podamos imaginar, lleva sacrificando los más elementales códigos de la infancia y de la juventud para poder estar en el momento justo, en el sitio adecuado y con la preparación precisa para sacarnos ese grito hiperventilado de felicidad o esas lágrimas de éxtasis que nos hacen sentir los seres más afortunados de la tierra. Se pasan más de medio año fuera de su casa y de su familia, en aviones y hoteles de allá para acá para que usted y yo podamos verlos domingo y miércoles jugar. Y, además, cuando acaba una temporada, publicamos en redes sociales la pena que nos da no poder verlos otra vez hasta la friolera de dos meses, de los cuales, menos de un mes lo tienen de vacaciones de verdad (que nunca son de verdad, porque tiene que hacer un reposo activo) y el resto del tiempo se pegan la paliza padre en una pretemporada física de padre y muy señor mío para poder estar, a nuestro nivel de exigencia, a mediados de agosto.
Sí, ganan mucho dinero los que lo ganan, que otros no tanto, teniendo en cuenta la duración de las carreras profesionales, que diría yo que son en torno a la tercera parte de la carrera profesional de un currito normal y corriente. Ganan mucho dinero los que ganan mucho dinero porque generan mucho dinero, porque hay muchos miles, millones de personas que están pendientes de si juegan o no juegan, de si tienen novia o no la tienen, de si tienen una lesión o no la tienen, de si han pasado la dichosa gastroenteritis o no la han pasado y de, por supuesto, si meten el gol de la victoria o paran el penalti decisivo de una tanda. Todo esto aderezado de campañas de publicidad, spots, entrevistas, programas, camisetas vendidas, firmas de autógrafos, fotos con aficionados, estar en boca de todo el puñetero mundo, ser la diana de los periodistas en cualquier tertulia y pasto de las andanadas que los aficionados les damos con el compadre de turno delante de una caña de cerveza y una ración de patatas bravas. Efectivamente, ganan mucho dinero. Sí, un futbolista de élite, de los bien pagados, gana mucho dinero, es verdad, pero lo gana porque lo genera, que nadie regala duros a cuatro pesetas, que diría mi padre, que en paz descanse.
Por todo esto, a veces, muchas veces, no tenemos la perspectiva suficiente para valorar que estos chicos, que juegan al fútbol delante de miles de personas que están examinando hasta un mísero control de balón, no son máquinas, son seres humanos, con todo lo que significa ser seres humanos. Pero no, las presiones de los medios de comunicación, de los aficionados, de los patrocinadores unidas a las ambiciones económicas y sociales de los directivos de langosta, copa y puro hacen que cada vez el fútbol esté más y más saturado, que el calendario se apriete cada vez más, que haya más competiciones y más partidos. Que no haya prácticamente un día en la semana sin fútbol de élite en la televisión. Una locura.
muchas veces no valoramos que estos chicos, que juegan al fútbol delante de miles de personas que están examinando hasta un mísero control de balón, no son máquinas, son seres humanos, con todo lo que significa ser seres humanos
Les voy a contar otra de las tantas batallitas de este escribidor de cosas que tiene más años que el hilo negro. Cuando yo era un niño, los partidos se jugaban los domingos a la misma hora, salvo el que emitían en la televisión pública (la que había) el sábado por la noche o, por excepción (sí, por excepción) si un equipo jugaba competición europea esa semana, también lo ponían el sábado. Lo único que había de más era dicha competición continental para los pocos conjuntos que la jugaban. Incluso la Copa de España se jugaba toda del tirón cuando acababa la liga en mayo. Así, como mucho a finales de junio, todo el mundo de vacaciones hasta que empezaba la nueva temporada a mediados de septiembre. Sí, en torno al 15 de septiembre era cuando empezaba la liga, igual que el curso escolar. El mes de agosto estaba dedicado para las pretemporadas y los torneos de verano, que eran campeonatos locales, algunos de gran prestigio, donde los equipos se rodaban pensando en la temporada de verdad.
Pues no, nos hemos cargado esas rutinas y esos tiempos. Con esto del progreso, de las autovías, de los trenes de alta velocidad y de los aeropuertos en cualquier páramo nacional, el desplazamiento ya no es excusa, y como no hay problemas de desplazamiento, pues nos marcamos partidos a diario sin pensar, repito, que los futbolistas no son máquinas, por mucho que creamos que lo son.
A mayor abundamiento, el fútbol ha pasado de ser un deporte eminentemente técnico a ser profundamente físico. Cualquier equipo de élite te puede hacer una avería simplemente corriendo más que tú (véase el Lille hace cuatro días). Los futbolistas están preparados físicamente como nunca. Sólo hay que comparar los cromos. Comparen con los de los años 70 y 80 del siglo XX y los de ahora, vean, pierdan un minuto y fíjense en la diferencia de musculatura de los futbolistas, es brutal los cuádriceps que gastan los Camavinga de ahora en comparación con los Pirri de entonces. La diferencia es abismal.
Cuerpos exigidos físicamente hasta el límite de su capacidad de forma continuada, entrenamientos y partidos cada cuatro días (literal), exigencia máxima de aficionados, prensa, rivales, patrocinadores y directivos hacen que los jugadores, en los esfuerzos tan grandes que hacen, se rompan
Y, claro, pasa lo que pasa, cuerpos exigidos físicamente hasta el límite de su capacidad de forma continuada, entrenamientos y partidos cada cuatro días (literal), exigencia máxima de aficionados, prensa, rivales, patrocinadores y directivos hacen que los jugadores, en los esfuerzos tan grandes que hacen, se rompan. Y eso es lo que ha pasado con nuestro Dani Carvajal, que se ha roto el ligamento cruzado de su rodilla. Lo mismo que pasó con Courtois, con Alaba y con tantos otros de nuestro equipo y de los demás equipos. El famoso ligamento cruzado. La primera vez que tuve consciencia de esa lesión fue en 1978, con doce años. El lateral izquierdo del Real Madrid y de la selección española, revolucionario donde los hubiera, que subía la banda como nunca se había visto, Jose Antonio Camacho, se rompió el ligamento cruzado y el menisco de la rodilla izquierda. Fue noticia nacional, pasto de informaciones por doquier y de los comentarios de los chavales del colegio y de los padres en la oficina y en el bar. Camacho tenía una lesión gravísima y rarísima, de las que pocos podían salir. Estuvo dos años en el dique seco hasta su reaparición. Dos años, señoras y señores, dos años sin jugar.
Pues esa lesión, que se antojaba gravísima y rarísima, ahora sigue siendo gravísima, pero es de lo más habitual. Sí, no hay semana o mes que no tengamos noticia de que un jugador de élite se haya roto el ligamento cruzado de su rodilla. Y eso, amigos míos, no puede seguir así, y no puede seguir porque nos estamos cargando el capital humano de nuestro deporte, que es el propio futbolista. O se ponen de una vez de acuerdo los que mandan, o nos quedamos sin deporte en menos de lo que canta un gallo. Avisados estamos.
No hay mes que no tengamos noticia de que un jugador de élite se haya roto el ligamento cruzado de su rodilla. Y eso, amigos míos, no puede seguir así, porque nos estamos cargando el capital humano de nuestro deporte, que es el propio futbolista
Por lo demás, el partido, en el que Vinícius marcó el gol nº 100 al Villarreal en liga, se jugó el partido oficial contra equipos valencianos nº 450 y el partido de competición española nº 3960 de la historia del Real Madrid, el encuentro en el que nuestro club alcanzó los 640 partidos imbatido en liga jugando como local y los 1040 partidos imbatido en liga fue de franca recuperación en juego y actitud por parte del equipo. A mí, personalmente, me gustó la primera parte, sobre todo, aunque volvieron los fantasmas de la laxitud e indolencia en ataque en la segunda. Bueno, a ver si después del parón de selecciones, uno más, una exigencia más, comienza a carburar la máquina.
Por cierto, para los vinagres de turno, el Real Madrid lleva 41 partidos de liga sin perder, que, con todo el negreirato y los infames arbitrajes que nos hacen (Femenía debió salir del campo antes de tiempo), no es moco de pavo, sino todo lo contrario.
Ahora, sólo me queda mandarle a Dani Carvajal toda la fuerza y todo el ánimo del mundo para que tenga una feliz recuperación y recordarles que ser del Real Madrid es lo mejor que una persona puede ser en esta vida. ¡Hala Madrid!
Getty Images.