REVISTA PANENKA
·10 December 2024
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·10 December 2024
Esta entrevista se hizo y se publicó originalmente en octubre de 2016, muy poco tiempo después de que Nani levantara la Eurocopa con la selección portuguesa en París
Han pasado casi tres meses desde que Portugal ganó la Eurocopa y todavía hay gente que sigue preguntándose cómo ocurrió. ¿Me lo explicas?
La respuesta es que tenemos un gran equipo, un grupo espectacular que hizo un trabajo excelente. Pero, sobre todo, demostramos tener muchas ganas de ganar.
Alemania, Francia, España, Italia, Bélgica… En cambio vosotros no estabais entre los favoritos. ¿Eso os ayudó?
Sí, puede ayudar un poquito. Como ayudó también evitar a estos equipos, los más fuertes, a excepción de en la final. En cualquier caso, en todos los partidos que jugamos tuvimos muchas dificultades, pero estábamos preparados para esta competición. Nuestro secreto fue competir bien, teníamos un plan: estar lo suficientemente concentrados para no dejar jugar a nuestro adversario. Y estar listos para meter un gol más que el rival, el que nos diera la victoria. Funcionó.
Hay quien critica que solo ganarais un partido en 90 minutos reglamentarios. Pero en el reverso del dato queda el haber logrado el torneo invictos. ¿Qué dice esto del grupo?
Que fuimos un equipo sólido. No perdimos ni un partido. Hicimos lo que era necesario en cada momento para ganar la competición. La estadística es histórica y lo explica todo.
Fernando Santos apostó por un 4-4-2 sin delantero centro y con dos hombres de banda, Cristiano y tú, al frente del ataque. Hacer de la necesidad virtud tuvo premio.
Fue una modificación que nunca habíamos probado en otros torneos y acabó resultando una sorpresa para los rivales, que tuvieron muchos problemas en los marcajes. Las cosas que nos pidió el entrenador las hicimos bien y cuando esto sucede, llegan los resultados. Fue un gran trabajo colectivo.
Delanteros legendarios en la historia de Portugal los hay para aburrir. En cambio, ganáis el campeonato sin un ‘9’.
Es verdad, sí. Pero el fútbol ha cambiado mucho y ya no se necesita jugar con un ariete fijo para marcar goles ni lograr victorias. Las piezas en nuestro equipo son muy polivalentes y móviles y eso es una ventaja que no tienen otras selecciones.
“Había muchas dificultades, pero también mucha alegría por las calles. Bastaba tener un balón para que el campo apareciera por arte de magia. Con piedras, con mochilas, con palos… Daba igual”
Paradójicamente, fue el único delantero centro de la convocatoria el que os dio el título. ¿Cómo es Éder?
Es un buen chico, un tipo espectacular, tranquilo y muy querido por el grupo. Venía trabajando bien y esperaba su momento. Y todos sabíamos que aún tenía una palabra que decir en el torneo. Básicamente porque lo veíamos en los entrenamientos, donde se hinchaba a marcar goles. Cuando tuvo la oportunidad, no la desaprovechó. Por eso no nos sorprendió. Supo marcar las diferencias en el momento clave.
Su historia parece un cuento de hadas. Un chico discreto en su suplencia convertido en héroe nacional.
Sí, eso es verdad. Pero insisto: cuando acabó el partido no se nos pasó por la cabeza decirle ‘oh, has sido tú el que nos ha dado la copa’. Porque lo que ocurrió fue algo lógico, normal. Un jugador de nuestro equipo que entrenaba muy bien, marcaba goles… pero no jugaba. De hecho, sentíamos un poco de pena, porque nos preguntábamos: ‘¿Cuándo va a tener una oportunidad?’. Estábamos convencidos de que cuando la tuviera, no iba a fallar.
Si me permites, su sonrisa tras el gol fue también la sonrisa de Portugal, un país con no muchas alegrías recientes.
Para nuestro país ganar esta Eurocopa fue espectacular. La victoria significó un paso al frente en todo lo que puedas imaginar. En nuestro orgullo, en nuestra autoestima, en el día a día de los trabajadores… Poder acreditar de una vez que somos un país capaz de hacer las cosas bien. Desde este verano, muchas personas pueden creer más en sus capacidades, ir a trabajar con la cabeza alta. Ya era hora.
Y fue en París, la segunda ciudad con más portugueses después de Lisboa. ¿Sentisteis de algún modo el peso de vuestra gente durante el campeonato?
Para nosotros fue como jugar en casa. Siempre había mucha gente esperando en nuestro hotel, transmitiéndonos energía positiva. Y eso es importante. En los estadios notábamos el aliento de nuestros aficionados, que no dejaron de cantar. Siempre mostramos mucho respeto por esta situación. Logramos el título con mucho esfuerzo y dedicación y pensando, sobre todo, en estas personas que lloraban todos los días, esperando hacerse fotos o conseguir un autógrafo.
“Escuchar que he madurado como futbolista me hace feliz, porque es lo más importante en este deporte: tener la noción de que cada partido que pasa eres mejor jugador que el anterior”
Por si fuera poco, tú acabaste la final como capitán. No es una situación que hubieras deseado, porque el brazalete te lo entregó Cristiano Ronaldo tras la lesión. ¿Qué sentiste en ese momento?
Una pena terrible. Fue un momento muy triste porque es nuestro capitán, es un amigo, un compañero y sabemos de su importancia y de su ambición. Al final, siempre quieres tener a tu lado a alguien que quiere ganar siempre. Fue muy duro para todos nosotros, para todo el país, porque la manera en la que salió del campo, buf, viéndole llorar, no es agradable. Pero de repente sentimos la responsabilidad de hacer algo grande y de dar una respuesta a aquella situación tan injusta.
¿Os dio más fuerzas para creer en la victoria?
Sí, claro, porque Cristiano era el único que había estado en la final de 2004. De alguna forma lo hicimos por él, por todo lo que nos había dado. Y nos dio un poco más de ánimo y fuerza para continuar. A medida que el partido pasaba y no ocurrían cosas, logramos ganar más confianza.
Hombre, cosas sí ocurrieron. Pepe estuvo imperial por alto, Rui Patrício neutralizó todas las ocasiones de Francia, tanto tú como el resto de medios os desfondasteis en tareas defensivas…
Es cierto. La implicación de todos los jugadores fue fundamental, y en ese sentido resultó esencial que todos corriéramos para que Francia nunca pudiera sentirse cómoda. Jugamos con el alma, resistimos, y nos lo dejamos todo en el campo.
¿Ha sido el torneo en el que has sido más determinante?
Puede ser, sí. Haciendo balance, la sensación que me queda es la del deber cumplido. Fui a Francia con muy buenas sensaciones, sabiendo que debía ser un jugador fundamental en el equipo. No tanto por la experiencia, como por la importancia que me otorgó el entrenador. Tenía que defender, atacar, corregir, animar, hacer goles y asistencias. Todo lo que hice siempre fue importante para el equipo. Así que estoy muy satisfecho.
Algunos dicen que incluso ha sido el torneo de tu madurez futbolística. ¿En qué ha cambiado tu juego desde que debutaste en la élite?
Para empezar, hoy soy un jugador que hace un poco de todo. He aprendido a no precipitarme, a hacer las cosas en el momento que realmente toca. Me considero un futbolista joven, no todo lo joven que querría, claro, pero aún me queda fútbol. Además, tengo mucha experiencia, y esto no se compra, se gana con los partidos, con las competiciones, con los títulos. Escuchar que he madurado como futbolista me hace feliz, porque es lo más importante en este deporte: tener la noción de que cada partido que pasa eres mejor jugador que el anterior.
¿Te imaginabas cuando jugabas a fútbol en el barrio de Amadora que algún día ganarías una Euro con Portugal?
No. En aquella época yo solo soñaba con ser una estrella y aparecer en la televisión. Y esto ya lo conseguí, con mucho esfuerzo pero pude ser profesional.
¿Cómo era la vida en aquel barrio?
Había muchas dificultades, pero también mucha alegría por las calles. Bastaba tener un balón para que el campo apareciera por arte de magia. Con piedras, con mochilas, con palos… Daba igual. Lo creábamos. Jugábamos todos los días.
¿Te quedan muchos amigos de esa época?
Bastantes, aunque otros hicieron su vida. Siguen habiendo personas que conservo como amigos en aquel barrio.
“Yo nací en Lisboa. Pero me considero tan portugués como africano. Toda mi familia es de Cabo Verde y mi sangre es de ahí. De hecho, hablo criollo con mis padres y amigos”
Fútbol sala y capoeira. El Nani habilidoso, eléctrico y plástico no se entiende sin estas dos actividades.
Sí, también. La capoeira fue una cosa muy importante, no solo porque hice muchos amigos, también por lo que aprendí. La agilidad y elasticidad de mi cuerpo vienen de ahí. Aunque luego también me fue bien para relacionarme, para no perder el hábito del deporte y como experiencia de vida en general.
La capoeira es un baile afro-brasileño. ¿Es tu única identificación con el continente africano, teniendo como tienes orígenes en Cabo Verde?
Bueno, yo nací en Lisboa. Pero me considero tan portugués como africano. Toda mi familia es de Cabo Verde y mi sangre es de ahí. De hecho, hablo criollo con mis padres y amigos, he ido varias veces a Cabo Verde y siempre tendrá un lugar especial en mi corazón. Además, me gusta mucho la kizomba, una música muy típica de ahí y de otras excolonias portuguesas.
¿Fue difícil aprender a convivir sin tus padres cuando eras pequeño? Tengo entendido que estuviste mucho tiempo sin verlos.
Mi padre se fue a Cabo Verde cuando yo tenía siete años, pero por un problema de documentación no pudo regresar a Lisboa. Así que solo cuando cumplí los 18 años puede ir allí y reencontrarme con él. En este sentido, mi madre fue fundamental. Somos muchos hermanos, nueve en total, y de ella siempre digo que tiene unos pulmones gigantes, es infatigable. A su capacidad para criarnos, superviviente entre tantas dificultades, siempre le añadió una sonrisa. Lograba organizar la casa, darnos de comer, vestirnos, que no nos faltara lo más básico… Su desgaste fue brutal. Y hoy es una mujer alegre, especial, que hace feliz a todos los que la conocen. De hecho, los hijos nos parecemos a ella. La alegría que tenemos nos viene de ella. Tiene 60 años pero si la vieras, no te lo creerías porque parece más joven. Su manera de ver la vida, su forma de hablar, es un ejemplo en todo.En este periodo también fueron importantes mi tía y mi hermano mayor, a quien siempre trataba de imitar porque, además, jugaba muy bien a fútbol.
¿Es cierto que dormías con un balón de fútbol en la cama?
Me da un poco de vergüenza reconocerlo, pero es cierto. Cuando era niño, me metía en la cama con el dedo de una mano en la boca mientras con la otra agarraba el balón. Daba igual si la pelota estaba sucia. La utilizaba como si fuera un peluche.
El Real Massamá, un club de barrio, te dio la primera oportunidad en el fútbol. ¿Qué le debes a este club?
Casi todo. Fue importante en mi formación pero también en otros asuntos. Me ayudó a tener la documentación para ser ciudadano plenamente portugués, por ejemplo, y me dio todo lo que a veces faltaba en casa: alimentación, ropa…
Hasta que vinieron los dos grandes de Lisboa, Benfica y Sporting Club de Portugal, a buscarte. ¿Por qué te decantaste por el segundo?
Estuve un tiempo entrenando con ambos clubes. Un día en el Benfica, y otro en el Sporting. Y así sucesivamente. Pero el segundo club demostró más interés y como ya tenía amigos ahí, la decisión fue más fácil. Estuvieron un mes evaluando mi juego y finalmente apostaron por mí. Tenía 17 años.
Si te nombro a Paulo Bento, ¿qué te sugiere?
Lo tuve de entrenador cuando era júnior de segundo año en el Sporting y luego coincidí con él en la selección. Fue más que un técnico. Además de enseñarme mucho, también me puso en el lugar correcto. Era muy estricto y supo encauzarme cuando yo empecé a desviarme un poco.
¿Desviarte?
Bueno, las típicas cosas de niños… Digamos que, como no tenía botas, se las pedía prestadas a un compañero. El problema era para devolvérselas, que siempre se me olvidaba hacerlo. Era la guerra de cada día. Cuando el chico me las cogía, algo molesto, yo se las robaba de nuevo. Un día Paulo Bento me puso las cosas claras y se acabaron las excusas [risas].
“Llegué al Manchester United en 2007 y aquel año ganamos la Premier y la Champions. Participé en muchos partidos y marqué mi penalti en la tanda de Moscú. Fue ahí cuando por primera vez me dije: ‘lo has conseguido’”
En la academia sportinguista coincidiste con Rui Patrício, Adrien Silva o Joao Moutinho, todos campeones de Europa este verano. ¿Crees que el Sporting ha sido esencial en la construcción de la Portugal campeona de Europa?
Súmale a Cédric, William Carvalho o Joao Mário, con los que coincidí en mi segunda etapa en Lisboa, aunque a algunos ya los conocía de la cantera. Con diez futbolistas formados en la academia, es obvio que el Sporting ha tenido un peso fundamental en la selección que ganó la Eurocopa. Es una gran escuela de fútbol. De ella salen siempre grandes jugadores.
Como Futre, Figo, Simao, Quaresma, Ronaldo… ¿Es también la mayor escuela de extremos a nivel internacional?
Sin ninguna duda. El Sporting de Portugal ha fabricado los mejores extremos del mundo.
He leído que siempre quisiste jugar en Old Trafford. ¿Por que ahí y no en el Bernabéu o en San Siro?
No es verdad, yo solo quería jugar en un gran club. De hecho, mi primer referente fue el Barça. Ahí jugaba Figo, mi ídolo, y Ronaldo, ‘El Fenómeno’. Cuando era niño los seguía muchísimo, como luego hice con Deco o Ronaldinho. Cuando me convertí en profesional, ya sólo buscaba un club de talla mundial, daba igual que fuera el Chelsea, el Madrid o el Arsenal. Pero Queiroz se interesó por mí, y estando ya Cristiano Ronaldo en el equipo, se me abrieron las puertas del United. Llegué en 2007 y aquel año ganamos la Premier y la Champions. Participé en muchos partidos y marqué mi penalti en la tanda de Moscú. Fue ahí cuando por primera vez me dije: ‘lo has conseguido’.
Por cierto, ¿sigues tocando el piano?
A veces. Aunque mi piano se quedó en la casa de Mánchester. Pero en Lisboa, cuando voy para allá, suelo practicarlo. Es una afición que empecé para aprender canciones sencillas pero que luego me ha servido para desconectar y relajarme.
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Fotografías de Marga Ferrer.