
La Galerna
·9 June 2025
Nada cambia con Lamine Yamal

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·9 June 2025
Buenos días, amigos. Antes de que nos preguntéis, hoy estamos exactamente igual que ayer y anteayer. Si ayer y anteayer comentábamos que era un disparate pensar en dar el Balón de Oro a Lamine Yamal, por buen jugador que sea, hoy estamos en las mismas.
Insistíamos en días previos en que un torneo como la Nations League no era baremo medianamente válido para enjuiciar la grandeza de un futbolista. Si ayer decíamos que ganar la Nations League no debía suponer un argumento de orden mayor para la concesión del Balón de Oro, hoy diremos que el perderla no descarta al chico para el galardón. No lo descarta porque, desde la sensatez, el muchacho ya venía descartado antes de la final de ayer.
En otras palabras, si ayer era absurdo plantearse ese premio para un jugador con cifras tan limitadas (por excelso que suela ser su juego), hoy sigue siendo igual de absurdo, ni más ni menos. España perdió la final en los penaltis y Lamine jugó fatal —hasta el punto de ser sustituido por De la Fuente—, pero la escasa dimensión del título en juego nos impide profundizar en argumentos que ya habían sido expuestos. Lamine no deja de ser candidato al Balón de Oro por haber decepcionado y haber perdido ayer. Simplemente, nunca lo fue, y nunca lo fue por razones distintas, entre ellas no haber logrado la Champions y no poder presumir de registros goleadores mejores que los de Stuani o Kike García, con todos los respetos.
La campaña ha sido siempre artificial del todo, y lo más pasmoso es que continúa. El propio De la Fuente aseveró en la rueda de prensa pospartido que Lamine sigue siendo el principal candidato al Balón de Oro. Es una cosa estupefaciente. Media humanidad se ha puesto de acuerdo en un desatino ante nuestros ojos incrédulos, y no hay nada que podamos hacer al respecto.
Las órdenes que impulsan la campaña, no cabe duda, vienen de arriba. De otro modo, el seleccionador no habría asumido el riesgo de pasar a la historia habiendo sentado al próximo Balón de Oro, o a quien él dice que debería serlo. En circunstancias normales, De la Fuente debería haber dicho: “Lo sustituí porque estaba jugando pésimamente. ¿El Balón de Oro? En el futuro, puede ser. Pero el chico tiene mucho que aprender”. Si no dijo estas palabras tan sencillas, es porque sabe que su puesto habría peligrado en caso de proferirlas, que habría sido lo normal.
Lamine fue anulado por el espectacular Nuno Mendes. A poco que hagan un buen papel en el Mundial de Clubes, los portugueses del PSG, campeones de Europa, deberían ser los verdaderos candidatos al Balón de Oro. El propio Mendes, Vitinha… A todo esto, ni la pomposamente llamada Nations League ni el propio Balón de Oro importan lo más mínimo puestos al lado de la enormidad de Cristiano Ronaldo, un titán que desafía al tiempo más allá de lo imaginable.
Cuarenta años. Es una edad que no hace tanto se emparentaba con la crisis de la mediana edad. Cristiano nació para el éxito hace un cuarto de hora, pese a haberlo cosechado ya a espuertas. Ayer, otro título internacional con su equipo nacional y otro gol decisivo. No hay cordura en esto. Es la historia de perturbación mental más grande jamás contada. Va a por la meta inverosímil de los 1.000 goles. Ojalá algún equipo participante se anime a ficharlo y lo veamos ahora en el Mundial de Clubes. Faltan pocos días para que se cierren las inscripciones. Hágase.
El otro protagonista del partido es por supuesto Morata, que falló en la serie el penalti que hizo perder a España. No participaremos de los abundantes memes, menos aún sabiendo que el futbolista, pero sobre todo el ser humano, tiene detrás una larga lucha en pos de su salud mental. Le mandamos ánimos y un abrazo sin la menor carga de ironía.
Por lo demás, no perdemos de vista las portadas, que es a lo que venimos aquí. Qué suerte ha tenido la prensa nacionalculeresca (lo mismo la que se imprime en Barcelona que la que lo hace en la capital) con la grandiosa victoria de Alcaraz en la final más épica (cinco horas y media) en la historia de Roland Garros.
Es una grandiosa noticia por sí misma, por supuesto, pero supone también un hito que permite enterrar en las primeras planas el fracaso de la llamada Roja, y disimular respecto a lo dicho de manera general en la víspera, o sea, que al excelente Lamine había que elevarlo ya, sin más dilación, a los exagerados altares de la ultraexcelencia. Ved cómo el justísimo protagonismo de Carlos sirve asimismo para no tener que rendir cuentas por todas las hipérboles de antaño acerca de la Nations League y de Lamine.
Desde la óptica madridista, que es la que nos distingue siempre, es imposible no interpretar el éxito del tremendo tenista murciano en términos vikingos. Ello queda sintetizado en dos instantáneas.
La primera refleja cómo estaban las apuestas en los últimos minutos de aquel legendario Madrid-City que los de Ancelotti acabaron remontando.
La segunda muestra cómo iba el marcador cuando Carlos Alcaraz salvó tres bolas de partido para remontar dos sets en contra.
Madridismo.
Enhorabuena, Carlos.
Pasad un buen día.